De cómo un saiyajin salvó la Navidad (Fanfic) por Blue Moon

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Arwen
Supersaiyano dai san dankai
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De cómo un saiyajin salvó la Navidad (Fanfic) por Blue Moon

Mensaje por Arwen »

Idea inspirada en una situación poco convencional. Pero estoy haciendo una mescolanza de varias cosas. Así que advierto de antemano. Esta es una parodia, adaptación, frikada, etc. o como quieran llamarla. Y sé que a más de un purista de Dragon Ball le va a venir mal ver un ambiente navideño en el universo de Akira Toriyama, pero estamos terminando las fiestas navideñas, así que hay que ser flexibles un poco, sino los Reyes no se acordarán de ustedes… ^^.

CAPÍTULO 1
Spoiler:
Cuatro años después de las peleas con Majin Boo. A tres días de la Nochebuena, en la Capsule Corp, en la habitación de Trunks.

—Ya te tengo entre la espada y la pared.

—Hey, ¡espera!

Trunks, de doce años, estaba jugando con su Play Station con Goten en su habitación. Ambos estaban en una batalla de Street Fighter. El niño de pelo morado estaba a punto de ganar una partida al hijo de Goku, ya que su Ryu estaba moliendo a golpes al Ken de Goten. Bastó un sinfín de hadokens para que el luchador rubio gritara victoria en la pantalla, y con ello, el hijo de Vegeta comenzó a saltar y a chillar de felicidad.

—¡Te gané, te gané!

—Tramposo —replicó Goten.

—¿Por qué lo dices?

—Porque te dije que esperaras —reclamó el hijo de Goku.

—¿Y cómo te voy a esperar? Si ya te tenía en la lona.

—¡Qué va! Tenía otros cuantos hadokens en reserva. Estaba a punto de vencerte…

—¿Qué me vas a vencer tú? —lo interrumpió Trunks con una pose de chulería.

Era muy usual que los niños saiyajins siempre se pincharan en este tipo de enfrentamientos. Ya sea videojueguiles ya sea en las peleas, o en lo que sea. Una muestra de la típica amistad entre niños de esa edad.

—¿Quieres la revancha, Goten?

—Pues vamos a ello.

En ese instante, se escuchó un gran ruido en la habitación.

—¿Qué es eso, Trunks? —preguntó un curioso Goten.

—Mi estómago —dijo el niño sobándose la panza y con una expresión compungida. Una típica señal de que tenía hambre.— Ya quiero cenar.

Nuevamente, el mismo sonido anterior volvió a escucharse.

—¿Tú también tienes hambre, Goten?

—Jejeje —señaló el hijo de Goku, sobándose la cabeza con su mano derecha, en un gesto muy típico de los Son.— Es que, de sólo hablar de comida ya me dio hambre a mí también.

A lo lejos, se escuchó la voz de Bulma.

—¡Chicos, la cena ya está lista!

Con sólo escuchar esas palabras mágicas, los dos niños saiyajines pusieron los ojos grandes, como platos y se les pusieron los incisivos muy largos.

Como alma que le lleva el diablo, Goten y Trunks dejaron los mandos de la Play Station y, literalmente, volaron hacia el comedor de la Capsule Corp.



En el comedor de la Capsule Corp.

—¿Y qué has pedido de regalo para esta Navidad? —preguntó Goten, mientras le daba un mordisco a una pierna de lechón que estaba servida frente a él.

Luego de su sesión de videojuegos, los niños estaban cenando. Bulma, consciente del hambre típica de ambos, preparó la cantidad suficiente para que su hijo y su mejor amigo pudieran saciar su apetito.

—Sho no necheshito tada —señaló Trunks.

—¿Cómo? —le interrogó su amigo.

—Trunks, ¡no me hables con la boca llena! —mencionó Bulma mientras servía el enésimo tazón de estofado para los dos chicos.

—¡Bah! —afirmó el hijo de Bulma.

—¿Qué dijiste Trunks?—insistió Goten.

—Que no necesito nada. Todo lo que quiero se lo pido a mis papás.

—Verdad. Ustedes son muy ricos, Trunks —dijo Goten, mientras le daba un mordisco a una pierna de lechón.— Sho de she pedido a Dapá doel que she be traiba udos shobots.

En ese instante, Vegeta hizo su aparición en el comedor en busca de comida. Luego de sus entrenamientos en la cámara de gravedad que le construyó Bulma, el príncipe solía buscar cualquier cosa que saciara su gran apetito.

—Buenas noches, Señor Vegeta —indicó Goten.

—Hum —le respondió el susodicho.

—Trunks y Goten, yo me retiro. Debo seguir trabajando en un proyecto en mi laboratorio —indicó Bulma.

—Gracias, señora —refirió Goten para luego seguir dándole un mordisco.




En los pasadizos de la Capsule Corp...

—¿Dónde está mi cena, mujer? —vociferó Vegeta.

—En la cocina tienes más comida —dijo Bulma indicándole con una mano a dónde tenía que buscar.— Hay estofado, patas de cordero y de lechón para escoger y comer a tu gusto —señaló la fémina, mientras se quitaba el delantal de cocina y salía de la habitación.

—¿No me vas a servir? —le reclamó Vegeta a su esposa, mientras la seguía en los pasadizos para reclamarle.

—¿No tienes dos manos, acaso? —dijo Bulma mientras seguía su camino hacia su laboratorio.

—¿A esos críos les sirves su comida, y a mí, a tu marido, el príncipe de los saiyajins, lo ignoras totalmente? —señaló Vegeta, evidentemente fastidiado, quien cruzaba los brazos y se apoyaba en la pared, en su típica pose de hombre orgulloso.

—Estoy muy atareada y con el tiempo justo. Vamos, sírvete tú mismo la cena.

—¿Y por qué debo hacerlo yo?

—Porque estoy ocupada, ya te dije.

—Un guerrero como yo, de clase alta, no debe servirse a sí mismo su comida. Para eso está su mujer.

—¿Ya vas a comenzar de nuevo con tus tonterías esas? Estás en la Tierra, por si no te has enterado, “principito”.

—No me llames así, grrrr —señaló Vegeta con su típico gesto de enojo.

—Jajaja —indicó Bulma, tapándose la boca con la mano.

A Bulma le gustaba sacar siempre de sus casillas a Vegeta. Ver la expresión enojada en su rostro no hacía más que provocarle más risa a ella.




Mientras, en el comedor de la Capsule Corp...


—Trunks, tengo más hambre —indicó Goten.

—Yo también. Esto de jugar a la Play hace que me provoque más hambre que cuando entreno con mi papá en su cámara de gravedad.

—¿Hay más comida?

—Seguro. Mi mamá siempre cocina una gran cantidad. Seguro que hay más comida en la cocina.

Trunks se levantó de su silla. Comenzó a husmear en la cocina y vio ahí que había varios platos de estofado, con patas de cordero y lechón. Inmediatamente, los ojos se le iluminaron nuevamente.

—Goten, ven aquí —señaló el hijo de Vegeta con los ojos llenos de felicidad.



De nuevo, en los pasadizos de la Capsule Corp...

—Bueno, ¿me vas a dar de cenar o qué? —vociferó el saiyajin.

—Que no.

—¿Y se puede saber en qué estás tan ocupada que tienes que desatender a tu pareja?

—Es un secreto —dijo Bulma, guiñándole el ojo.

—¿Secreto? —habló muy sorprendido Vegeta.— ¿De qué diablos estás hablando?

—Ya lo dije. Aparte de que no debes de hacer gran cosa. El estofado y la carne están listas en los bowls. Sólo debes añadirlos a tu plato de comida, según lo que se te antoje.

—¡Bah! —respondió muy malhumorado Vegeta.

—Y si me disculpas, voy a seguir con lo mío. Hazme caso y prepárate tú mismo tu comida.

Diciendo esto, Bulma se dirigió a su laboratorio para continuar con el proyecto que la tenía tan atareada desde hace días el regalo que su hijo Trunks le había pedido para Navidad, ¡una nave espacial!

La nave que Vegeta había usado años antes para perseguir infructuosamente a Son Goku en el espacio, mientras éste se hallaba en el planeta de los Yadorats entrenando, había sido estropeada tiempo atrás. Sin querer, en la enésima explosión de la cámara de gravedad durante el entrenamiento de Vegeta, un rayo de energía de éste había caído sobre aquella nave, dejándola inservible.

Cuando Bulma le llamó la atención a Vegeta por lo sucedido, éste la ninguneó completamente, alegando que ella podía perfectamente arreglar la nave. Bulma se negó a hacerlo. Y es más, ella también se opuso a refaccionar la cámara de gravedad del saiyajin

No obstante, a Vegeta poco le importó la amenaza de su mujer. Ya ahora de poco le servía aquella nave espacial. Asimismo, le bastaba un par de amenazas a su suegro, para que éste accediera “gustoso” a arreglar su adorada cámara de gravedad.

Tiempo después, Vegeta se había ufanado ante su pequeño hijo de las aventuras de sus viajes espaciales. Trunks había quedado fascinado con el relato de los entrenamientos y peripecias por las que aquél había tenido que pasar, mentalizándose que en un futuro debía emular a su progenitor.

Con las proximidades de las navidades, Bulma le preguntó a su hijo qué era lo que deseaba que le obsequiaran. Y para esta ocasión, el pequeño no tuvo mejor idea que pedirle lo que había ansiado tanto: una nave espacial





En la cocina de la Capsule Corp.

Cuando el príncipe de los saiyajins fue a la cocina para servirse su comida, se dio con una mala sorpresa. El estofado y pedazos de carne que estaban hasta hace nada en la mesa, habían desaparecido.

Goten y Trunks tenían una cara de alegría y satisfacción. Ambos se sobaban su gran estómago con sus manos. Una muestra de que su gran hambre había sido por fin saciada, para pena de Vegeta, quien veía con escepticismo que la comida que minutos antes estaba ahí servida, había desaparecido para siempre.

—Ahhhh, ¡qué rico cocina tu mamá! —indicó Goten.

—Tienes razón —dijo Trunks con su cara aún llena de felicidad.

—Bueno, ¡quiero mi revancha en el Street Fighter! —añadió el hijo de Goku.

—Bien. Pero te advierto que no te será tan fácil ganarme.

Cuando ambos niños se disponían a retirarse del comedor hacia la habitación de Trunks, fueron contenidos por Vegeta, quien los cogió a ambos del cuello de sus camisetas.

—Mocosos, me pueden decir ¿EN DONDE DIABLOS ESTÁ MI COMIDA? —vociferó Vegeta, quien tenía una cara endemoniada y sentía que su ki estaba a punto de elevarse para convertirse en SSJ.

—¡¿Comida?! —añadieron a la vez Goten y Trunks, con un gesto de sorpresa.

—Tu madre me indicó que me había dejado la comida en la cocina. ¡MI CENA!

—¿Tu… tu cena? —dijo dubitativamente Trunks.

—Sí, enano. ¡MI CENA! ¿DONDE ESTA? —gritó Vegeta.

Una gran flecha imaginaria indicando a los grandes estómagos de Goten y Trunks podía verse en el ambiente, a modo de respuesta de la pregunta de Vegeta.

—Ooops —dijo Goten, pasando saliva, dándose cuenta del problema en que él y su amigo se hallaban.

—¡SE LA COMIERON, ENANOS! —gruñó Vegeta, mirando a ambos niños con cara de enojo.

—Jejeje —dijo Goten.

—Míralo por el lado bueno, papá —mencionó Trunks con una gota de sudor que bajaba por su rostro.

—¿COMO? —gritó Vegeta.

—¿No dijiste el otro día que te apetecía probar la pizza de la nueva tienda que abrió en la esquina? Pues puedes probarla —bromeó Trunks con lo primero que se le cruzó por la mente, tratando de aliviar la tensión que se vivía en el ambiente.

—GRRR...

En ese instante, Trunks recordó que Son Goku, años atrás, había relatado en una reunión cómo fue que rescataron a él, a Goten y a los demás del estómago de Boo. Y en esa ocasión, se había enterado del gran miedo que tenía su padre. ¡A los gusanos!

—Papá…

—¿QUE QUIERES?

—Tienes un gusano en el pelo —indicó Trunks con su dedo índice al pelo pincho de su padre.

—ARGHHHH —gritó Vegeta con una voz de pánico, soltando a los niños, mientras trataba de buscar al gusano imaginario que su hijo le había advertido.

—¿Un gusano? —preguntó un incrédulo Goten.— ¿Dónde que yo no lo he visto?

—¡Idiota! No hagas preguntas tontas —le increpó Trunks.— ¡Huyamos!

En ese instante, Trunks haló del brazo a su amigo, mientras ambos literalmente salían volando de la cocina y escapaban del asedio de Vegeta.

—¡Qué asco! ¿Dónde está ese gusano? ¿Dónde? Arghhh —exclamó Vegeta, mientras movía su cabeza y se la sacudía con las manos encima de ella.
CAPÍTULO 2
Spoiler:
Luego de que Vegeta terminara de buscar al imaginario gusano, del cual su hijo le había advertido, volvió a tener la compostura.

—Grrr… ¡malditos mocosos! Me han timado…

El saiyajin buscó dentro de la Capsule Corp, con su ki, a los niños para cobrárselas del mal rato que le habían hecho pasar, pero fue infructuoso. Parecía que los dos chicos se las habían ingeniado para ocultar su energía para no ser detectados por el padre de Trunks.

—Maldita sea, ¿dónde diablos están? —vociferó Vegeta, mientras buscaba infructuosamente a su hijo y a su mejor amigo en el dormitorio del primero.

En ese momento, un sonido muy fuerte de su estómago se oyó en la habitación. Un indicativo de que el hambre del saiyajin lo apremiaba sin piedad.

—Mierda. ¡Por culpa de esos críos me he quedado sin comer!

Vegeta salió de los aposentos de su hijo para dirigirse al laboratorio de Bulma. Su misión: insistir con su mujer para que le preparara la cena, a pesar de su negativa inicial.


En uno de los laboratorios de la Capsule Corp.

—¡Tonto saiyajin! —dijo Bulma evidentemente fastidiada, luego de escuchar lo que su marido le había relatado.

—Hmpf….Esos críos tienen la culpa —señaló Vegeta con su típica pose de brazos cruzados.

—Pues en el refrigerador y en las alacenas de la cocina hay mucha comida. Caliéntate y sírvete lo que mejor te apetezca —indicó Bulma, mientras cogía un destornillador y lo dirigía a la nave espacial que estaba construyendo.

—¿No puedes hacerlo tú? —insistió el saiyajin.

—¿No puedes ser capaz de buscar en la alacena de la cocina o en el refrigerador que tenemos? ¿Debo hacerlo todo yo por ti? ¿O sólo eres bueno para dar patadas y puñetes a cualquier enemigo?

—¡No me hables en ese tono de voz, mujer! —respondió Vegeta, sintiéndose realmente ofendido.

—¡Es el colmo! ¡Eres el número uno entrenando en una estúpida cámara de gravedad, pero no eres capaz de estirar la mano para prodigarse el alimento por sí solo! —exclamó Bulma, cada vez más enojada y caminando a donde se encontraba su pareja.

—Un príncipe de los saiyajins no se prepara la comida por sí mismo —dijo Vegeta, con su clásica pose de cruce de brazos y mirando hacia un costado.

—N-O M-E V-U-E-L-V-A-S A I-N-S-I-S-T-I-R C-O-N L-O M-I-S-M-O, ¿O-K? —indicó Bulma con su paciencia al límite, dejando caer el destornillador que tenía en su mano derecha al piso.

En ese instante, se podía observar que una de las venas de la frente de Bulma estaba a punto de explotar. Una mirada llena de enojo y con los ojos rojos, se podía apreciar en su rostro.

Si la mujer de Vegeta hubiera sido de raza saiyajin, en ese mismo instante se hubiera convertido en SSJ. Y con un imaginario Big Bang Attack, hubiera mandado a su marido al otro extremo del planeta para que la dejara en paz.

—Pero, mujer… —mencionó Vegeta con una cara de angustia.

—¡EN ESTOS MOMENTOS ESTOY MUY OCUPADA Y LO MENOS QUE ESPERO ES QUE VENGAS A INTERRUMPIRME CON TUS ESTUPIDECES! ¡ASÍ QUE VE A COMER LO QUE ENCUENTRES, SI ES QUE NO QUIERES QUEDARTE SIN CENAR POR EL RESTO DE TUS DÍAS! —gritó Bulma con todas sus fuerzas, haciendo temblar toda la Capsule Corp.

—¡Huy! —dijo Vegeta muy compungido.

—¿TE QUEDÓ CLARO? —vociferó por última vez Bulma, mientras tenía, literalmente hablando, a su marido entre la espada (o sea ella misma) y la pared.

—Ehhh, sí —contestó Vegeta en voz baja, sintiéndose derrotado y saliendo rápidamente de la habitación, alejándose del "peligro" que representaba su esposa cuando se enojaba y le gritaba de ese modo.

¡Es el colmo! ¿Cómo es posible que me deje mangonear por una mujer de esa manera! —pensó el saiyajin, mientras se alejaba del laboratorio.


En la cocina de la Capsule Corp.

Vegeta comenzó a abrir todas las puertas de las alacenas. Ahí encontró alimentos de todo tipo: caja de cereales, bolsas de café, botellas de gaseosas, etc.

—¡Mierda! —gritó Vegeta al botar, sin querer, tres botellas de vidrio de "Coca Cola", las cuales cayeron al suelo, derramando todo su contenido, con pedazos de vidrio alrededor.

¡Demonios! ¡Bulma se va a enojar cuando vea todo este desperdicio! —meditó para sí mismo el saiyajin al ver todo lo que había ocasionado su falta de pericia y cuidado en la cocina.

Lentamente se agachó para limpiar lo que había botado, cuando su orgullo de saiyajin le hizo recordar algo muy importante.

—Grrr… Pues ella se lo buscó. ¿A quién se le ocurre mandarme a hacerme la comida? ¡Que lo limpie ella! ¡Sí, señor! Así me vengaré del mal rato que me hizo pasar antes… —señaló en voz alta el guerrero.

Prosiguiendo con su búsqueda, Vegeta encontró otra cantidad de comestibles en la alacena de la cocina: paquetes de fideos, latas de leche, etc.

—No, esto no me sirve para comer ahora. No me va a llenar —señaló Vegeta, mientras lanzaba al suelo el enésimo sobre de chocolate que encontró en una de las alacenas mencionadas.

—Y esto ¿cómo diablos se prepara? —se preguntó a sí mismo, mientras sacaba un sobre de sopa instantánea.

Con detalle, el saiyajin leyó la parte de atrás del sobre, donde estaban las instrucciones de preparación de la sopa:
-Hervir dos tazas de agua (medio litro) en una olla pequeña.
-Colocar los fideos y cocinar por tres minutos, moviendo ocasionalmente.
-Apagar el fuego. Agregar la sopa instantánea contenida en el sobre, mezclar y servir inmediatamente.


—Uhm, no creo que sea tan difícil preparar esto —señaló Vegeta cuando terminó de leer las instrucciones.— Si esto está hecho para que los insignificantes terrícolas puedan prepararlo, un príncipe de los saiyajins puede hacerlo ¿o no?

Decidido a prepararse la comida Vegeta sacó de las alacenas todos los sobres de sopas instantáneas que encontró, ya que, para su apetito de saiyajin un simple sobre de sopa era insuficiente para saciarlo.

Con alrededor de treinta sobres de sopa instantánea sobre el mueble al lado de la cocina, el guerrero se propuso a hervir el agua.

Vegeta buscó por todos los cajones de la cocina hasta que encontró una olla arrocera.

—Supongo que si cojo esta olla grande y la lleno de agua será suficiente para cocinar todos estos sobres de sopa —se dijo a sí mismo Vegeta.

Sin darse cuenta del error tan grande que cometía, el saiyajin procedió a llenar de agua la olla blanca de arroz.

—Hasta el filo de la olla llena de agua. Con eso debe de ser suficiente, supongo —mencionó con mucho orgullo Vegeta.— Si un débil terrícola puede usar estos aparatos, el príncipe de los saiyajins no puede ser menos y debe de ser capaz de usarlos. ¡Jajaja! —rió orgullosamente el saiyajin mientras terminaba de llenar el agua.

Uhm… Y ahora ¿cómo hago para hervir esta olla? —pensó Vegeta.

Tratando de hacer memoria, el guerrero recordó que había visto varias veces a Bulma apretar una perilla roja al lado de lo que ella llamaba "balón de gas". Posteriormente, la había visto coger un pequeño dispositivo que ella llamaba "mechero", dirigirlo a uno de los objetos llamados "hornillos", voltear una de las perillas de la cocina y encender el fuego.

—Pues así debe de ser, muy sencillo. ¡Eso haré! —pensó Vegeta, mientras encendía el balón de gas y buscaba el mechero para encender la cocina.

Sin embargo, el saiyajin no tomó el debido cuidado que debía tomarse en la cocina. Sin percatarse de que el balón de gas estaba encendido, con el gas escapándose rápidamente, Vegeta procedió en su búsqueda.

Rápidamente, el gas se dispersó por toda la habitación y Vegeta percibió su característico tufo.

—¡Qué olor más raro! —exclamó el guerrero al sentirlo.— Debe de ser que alguien está contaminando el ambiente. ¡Estos estúpidos humanos! ¡No saben cuidar a su planeta, después de lo que Kakarotto y nosotros hicimos para salvarlo de las manos de Boo! Grrr…. En ese instante, Vegeta, por fin, divisó en el cajón de abajo, a la izquierda de la cocina, el tan buscado mechero.—¡Por fin! ¡Te encontré! —exclamó el saiyajin.— Ahora, ¡vamos a prepararme la comida, que tengo un hambre atroz!

En ese momento, Vegeta prendió el mechero y salió el esperado fuego del extremo de ese aparato…

¡BOOOOOMMM!

Un ruido estruendoso se escuchó en toda la casa. La explosión del gas, debido a la poca pericia y cuidado de Vegeta en las labores de la cocina, no se hizo esperar.


En la terraza de la Capsule Corp.

Bulma se encontraba sentada en una silla, tomando una bebida Pepsi y fumando un cigarro Lucky Strike, en un descanso de sus labores en la construcción de la nave espacial. Cuando, de pronto, se escuchó en todo el ambiente el sonido de una fuerte explosión.

La mujer se ensució con la bebida en todo el rostro, debido a que el líquido de la botella de gaseosa salió disparado, gracias al fuerte sonido que retumbó en todas las paredes de la Capsule Corp.

—¿Qué demonios fue eso? —gritó Bulma, mientras cogía un pañuelo y se limpiaba la cara manchada de la bebida.

Rápidamente, Bulma fue a donde le indicaban sus oídos que había provenido el ruido de la explosión.


Nuevamente, en la cocina...

Al entrar a la habitación, Bulma se resbaló con los restos de una gaseosa que estaban desparramados en la cocina.

—Ayyyy —chilló Bulma de dolor, al caer de espalda.— ¿Qué ha pasado aquí? —preguntó la mujer al observar el panorama que le enseñaban sus ojos.

Vegeta estaba en un rincón de la cocina, con su ropa de entrenamiento hecha jirones. Tenía encima de su rostro pedazos de salsa de tomate desparramados, leche derramada, partes de fideos sin cocinar de los treinta sobres de sopa instantánea que minutos antes había colocado en uno de los muebles de la cocina. La olla arrocera, que ratos antes había llenado de agua, cubría partes de la cabeza del saiyajin, mientras estaba enterrado en un sinfín de otros utensilios y muebles de la cocina.

—¡Vegeta! ¿Qué te ha ocurrido? —gritó Bulma, mientras se dirigía donde su marido estaba tirado, para quitarle las cosas que tenía encima y desenterrarlo poco a poco.

—¡Te dije que un príncipe de los saiyajins no se prepara su comida, mujer! —respondió Vegeta de mala gana, mientras era auxiliado por Bulma.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué ha explotado así la cocina? ¿Qué has hecho?

—Seguí las instrucciones que indicaba uno de esos sobres de sopa instantánea. Decía ahí que debía hervir el agua. Prendí el balón de gas, como te he visto hacerlo varias veces y…

—¿Y? —le interrumpió Bulma, imaginando la causa de aquel desmadre.

Luego de relatarle lo sucedido, nuevamente podía verse que una vena de la frente de Bulma estaba a punto de explotar.

—¿No notaste que había un olor extraño? —preguntó Bulma, conteniendo las ganas de gritarle y retarle por su descuido a su marido.

—Ahora que lo dices, sí —respondió Vegeta mirando para un lado tratando de hacer memoria.— Imaginé que seguro tus estúpidos vecinos estaban quemando porquerías...

—¿No imaginaste que ese olor tan peculiar era el olor a gas? —interrogó nuevamente Bulma a su esposo, sintiendo que la rabia la invadía, a punto de convertirla en la versión femenina de SSJ2 de Majin Vegeta.

—¿Ehhh? —contestó Vegeta, con gotas de sudor bajándole por la frente, consciente de la equivocación que había cometido.

—¡LA EXPLOSIÓN DE GAS SE PRODUJO DEBIDO A QUE DEJASTE PRENDIDO EL HORNILLO DE LA COCINA DURANTE MUCHO TIEMPO SIN ENCENDERLO! ¡MIRA LO QUE HAS HECHO CON LA COCINA! —vociferó Bulma, al terminar de "desenterrar" a su marido e indicarle con el rostro todo el destrozo que había en la habitación.

—Te dije yo que esas estúpidas labores triviales lo hacen los estúpidos humanos, no un guerrero de mi clase —contestó el guerrero, volteando su rostro, en su típica pose de brazos cruzados.

—¡NO ME VENGAS CON ESAS IDIOTECES! —contestó Bulma queriendo matar imaginariamente a su marido.

En ese instante, Bulma se percató de un detalle. La pared de la cocina que estaba destrozada daba justo al lado derecho del edificio, muy cerca de donde estaba la nave espacial que estaba construyéndole a su hijo.

—¡Demonios! —señaló Bulma con el rostro evidentemente desencajado.— No me digas que…

La mujer salió de la cocina echa un rayo.


En uno de los laboratorios…

Cuando Bulma llegó a la habitación, sus sospechas estaban confirmadas. La explosión de la cocina provocada por su marido había destrozado por completo la nave espacial, la cual con tanta dedicación había construido como regalo para su hijo Trunks como regalo de Navidad.

—Maldición, Vegeta. ¿Qué has hecho? —gritó Bulma con mucha rabia e impotencia al ver el escenario de desastre delante de sí.
CAPÍTULO 3
Spoiler:
—La na… la nave… —balbuceó Bulma.

Ella estaba completamente desilusionada. Todos sus esfuerzos hechos para poder cumplir con el pedido del pequeño Trunks como regalo de Navidad fueron en vano. Vegeta, con un simple descuido en la cocina, había destruido todas las ilusiones que había puesto Bulma en obsequiarle a su hijo su tan ansiada nave espacial.

—Por fin te encuentro —señaló Vegeta quien hizo su aparición en el destruido laboratorio. Tenía una lata de gaseosa consigo.— Supongo que con el estropicio ocasionado tendré que comer fuera. Así que dame dinero para ir a cualquier restaurante. Quizá uno de comida rápida me sentaría bien…

—Tú…. ¡TUUUUUU! —vociferó Bulma interrumpiéndolo.

El saiyajin se sorprendió nuevamente con los gritos de su mujer.

—¿Y ahora qué te ocurre? —exclamó Vegeta.

—¿Y TODAVIA LO PREGUNTAS?

—Si lo dices por lo que ocurrió en la cocina, eso no es problema alguno. Puedes decirle a tus empleados que lo arreglen y en un par de días todo estará ok.

—¡NO ME REFIERO A ESO!

—¿Entonces? —preguntó un aturdido Vegeta.

—¡MIRA LO QUE HICISTE! —señaló Bulma indicándole a su marido que observara el lado izquierdo de la habitación, donde se encontraban los restos de lo que hacía unos minutos había sido el regalo de su hijo.

—¿Qué son esos cachivaches?

Bulma le relató a Vegeta lo que había ocurrido. Y lo que su poca pericia en la cocina había ocasionado.

—Bah, no es gran cosa. Si el crío quiere una nave espacial, puedes hacérsela otra vez, ¿no?
—Sí, pero…

—¿Pero? —preguntó Vegeta con incredulidad.

—Trunks lo pidió como regalo de Navidad. Y estamos a sólo tres días de la Nochebuena…

—¿Y? —insistió Vegeta. Aún no entendía el porqué de la desolación de su mujer.

—¿Cómo que “y”? ¿Crees que me va a ser posible construir su regalo en sólo tres días, cuando me ha tomado bastante tiempo construir una nave espacial sólo a su gusto?

—Puedes pedirle a Kakarotto que te obsequie la nave de las fuerzas especiales Ginyu que tomó prestada para salir del planeta de los Namek… —dijo el saiyajin muy tranquilo

—Que no. Esa nave es muy pequeña. Trunks me pidió una nave muy especial. Con un cuarto de videojuegos, un salón recreativo y muchas pijaditas más…

Bulma dio un suspiro lastimero. Construir la nave espacial con las características que su hijo le había solicitado le había tomado poco más de un mes. El pequeño saiyajin había estado muy ilusionado con la idea y a ella le hacía muy feliz obsequiarle dicho regalo. Y ahora todo esto se había ido al traste. En tres días le sería imposible cumplir con lo solicitado por Trunks.

—¡Bah! Tanto escándalo por algo tan simple… —dijo Vegeta, abriendo una lata de refresco, que eran de las pocas que habían sobrevivido a la explosión de la cocina y dándole la espalda a su mujer.— Se la das en otra ocasión y no en Navidad. ¡Qué más da!

Al escuchar las últimas palabras dichas por su marido, Bulma sintió que, de nuevo, la ira la invadía
—Nunca he entendido esas estúpidas celebraciones terrícolas —mencionó Vegeta, para luego terminar de dar el último sorbo a la lata de bebida que tenía.

El saiyajin se percató de que una energía poco usual empezaba a percibirse en el ambiente. Al voltear para ver quién era el dueño de aquélla, el espectáculo ante él era sorprendente.
La dueña de aquella energía era Bulma. Un imaginario halo de aquella comenzaba a rodearle, emulando a cuando los guerreros Z aumentaban su ki.

—¡HAS DESTROZADO EL REGALO DE NAVIDAD PARA TRUNKS! ¿NO TE HAS DADO CUENTA DE LO QUE ESO SIGNIFICA?—vociferó la mujer.

—Ups… —dijo Vegeta con una gota de sudor bajándole por la frente.— Pero puedes comprarle cualquier cosa, a ti te sobra el dinero, ¿no?

—GRRR…¡POR TU CULPA LA NAVIDAD DE TRUNKS VA A ESTAR ESTROPEADA!

—Bah, la Navidad es una ridiculez.

—¿RIDICULEZ?

—Sí, además me parece una pérdida de tiempo y esfuerzo. Si por mí fuera, me largaría de aquí para no celebrar Navidad con ustedes.

—¿Así que eso piensas en realidad?

—Sí, así es.

—Pues si eso es así, ¡PUEDES IRTE Y NO CELEBRAR LA NAVIDAD CON NOSOTROS, QUE YA BASTANTE LA HAS MALOGRADO!

—Muy bien. Así será. ¡ME IRE Y NO REGRESARE HASTA QUE HAYAN PASADO ESTAS ESTUPIDAS FIESTAS DE NAVIDAD! —exclamó Vegeta, apretando la lata de bebida que había tomado y arrojándola al suelo con mucha furia.

—¡PUES QUE ASÍ SEA! —respondió Bulma

Y como término de la discusión, Vegeta salió volando de la habitación con dirección desconocida.


24 de Diciembre. Capsule Corp.

Bulma, en reemplazo de la nave espacial que su marido había destruido sin querer, optó por ir a un centro comercial de la Capital del Oeste para comprar varios juguetes para obsequiar a su hijo Trunks para Navidad.

El niño le había preguntado a su madre por qué su papá no había estado en casa estos días, a lo que Bulma respondió excusándolo de que se había ido a las montañas en un entrenamiento especial, prometiendo volver para la cena de Navidad.

Con la cuenta atrás en la proximidad de la Nochebuena, esa tarde del 24 de Diciembre, Trunks y Goten se encontraban, nuevamente, en la habitación del primero en un enfrentamiento de Street Fighter. Parecía que, por fin, el hijo de Goten estaba por hacerse de la revancha ante su mejor amigo.

El luchador elegido por Goten, Ryu, lanzó un sinfín de hadokens para acabar con el luchador de Trunks, Ken. Sin embargo, en un as bajo la manga, éste usó su shoryuken, venciendo, por enésima vez, al Ryu de Goten.

—¡Te gané! ¡Muajajaja! —gritó el hijo de Vegeta, enseñando a su mejor amigo, con los dedos de su mano derecha, un símbolo de victoria.

—No puede ser —dijo Goten, suspirando a modo de resignación, viendo en la pantalla del televisor cómo su peleador caía al suelo por enésima vez.



—¿Y ya sabes qué te van a regalar por Navidad? —preguntó el hijo de Goku, mientras comía un turrón de chocolate, entre los múltiples dulces navideños que había en la Capsule Corp.

—No quería decirte el otro día, pero qué más da. Le pedí a mi mamá muchos regalos, pero en especial uno muy particular… !una nave espacial! —dijo Trunks.

—Wow,¡Qué bueno!

—¿Y a ti qué te van a regalar?

—Bueno, mis papás no tienen tanto dinero como los tuyos, pero he pedido un robot de Optimus Prime.

—Yo tengo varios de esos. Son muy chulos —indicó con autosuficiencia Trunks, algo muy propio de él.

—¿Varios? A mí sólo me van a comprar uno… —señaló Goten con resignación.

Al ver la cara de su amigo, Trunks decidió animarlo.

—Pero puedes venir a mi casa y te presto todos los juguetes que quieras —dijo el hijo de Bulma.
—¿En serio? —preguntó el niño con los ojos iluminados de ilusión.

Trunks le guió el ojo derecho a su mejor amigo como afirmación a su pregunta.

En ese instante, la voz de Bulma interrumpió la cháchara de los chicos.

—Goten. Tu mamá ha llamado. Dice que debes ir a tu casa de una vez.

—Oh, verdad. Que ya es tarde, está oscureciendo, jejeje —dijo el niño sobándose la cabeza, emulando a su padre en su típico gesto.

Los dos niños se despidieron, no sin antes desearse una feliz Nochebuena y Navidad.



Ya cuando Goten se fue, Trunks se dirigió donde su madre, quien estaba atareada con los preparativos de la cena de Nochebuena.

—¿Y papá a qué hora va a llegar? —le interrogó el niño.— Si se demora más se le va a hacer tarde para la cena

Bulma no supo qué responder. No tenía la más mínima idea de cuándo iba a regresar Vegeta, menos de cómo contactarlo. De este modo, decidió sincerarse con su hijo y hacerle saber que su padre se había ido de la casa y que no sabía cuándo volvería, omitiendo la razón de su desaparición.

—Pero, ¿por qué?

—Sabes que a tu papá no le gusta la Navidad ni ese tipo de festividades. Y bueno… —señaló Bulma con cierto pesar, al no encontrar una buena justificación ante la desaparición de Vegeta.

—Oh, es eso —dijo el chico con desánimo.— Tienes razón. Papá siempre dice que los terrícolas somos unos tontos por tener estas celebraciones.

—Sí, es eso. Jejeje.

—Bueno, voy a seguir jugando a la Play. Me avisas cuando la cena esté lista —señaló el niño con tristeza.

El hijo de Bulma se fue muy desanimado a su habitación. El saber que su padre no iba a participar de la cena de Nochebuena no le cayó nada bien. Y su madre se percató de ello.

Uhm… Por culpa de ese idiota de Vegeta, ahora mi hijo está triste —pensó Bulma con mucho pesar.

De pronto, el rostro de la mujer se iluminó. Se le había ocurrido una idea para cambiar el ambiente poco favorable para la Navidad.

—Sí, eso voy a hacer —habló en voz alta la fémina, como si fuera a tomar una decisión presidencial.

Luego de ello, Bulma cogió el teléfono y se comunicó a la casa de los Son.

—Hola, Chichi ¿Qué tal? ¿Está Goku por ahí?
CAPÍTULO 4
Spoiler:
24 de Diciembre, 06:00 pm. En unas frías montañas de las tierras del norte.

Un hombre con el pelo pincho de color negro, vestido de ropas azules, estaba parado, meditando en lo alto de una montaña. El gélido viento que azotaba en el lugar parecía no inmutarlo, ya que tenía el rictus de su rostro muy serio, algo muy típico en él.

En ese momento, un sujeto con características similares al primero hizo su aparición de improvisto, a pocos metros de él. Vestía un dogui naranja con el símbolo kanji de la tortuga en la espalda.

—Vegeta —mencionó el tipo vestido de anaranjado.

—¿Qué quieres Kakarotto? —habló de mala gana el aludido sin dirigirle la mirada a su interlocutor.

—No seas así. Bulma me contó lo ocurrido.

—¡Esa bocazas! ¡Tiene que siempre estar relatando nuestras cosas!

—Bueno. Ella está preocupada por ti. Ya se acerca la Nochebuena y no has aparecido por casa.

—¡Me da igual esas estúpidas celebraciones terrícolas!

—Pues a ti puede no importarte, pero... —alegó Goku.

—¡No me molestes más! ¡Lárgate y no te metas más en mis asuntos, Kakarotto! —le interrumpió el príncipe de los saiyajin.

—Pero, Vegeta... —insistió Goku.

—¡Vete! —exclamó el marido de Bulma.

—Está bien —refirió apenado el hombre vestido de naranja.— Pero medítalo bien. Quizá a ti no te importen las navidades, pero tienes a tu mujer y a tu hijo Trunks esperando por ti. Y estoy seguro de que ellos quisieran estar junto contigo esta noche.

El sólo mencionarle el nombre de su hijo, hizo que Vegeta reaccionara y el rígido rictus que tenía en su rostro se ablandara un poco.

—Uhm… —meditó Vegeta.

—¡Adiós y feliz Navidad! —dijo Goku con su típica bondadosa sonrisa y su mano derecha arriba a modo de despedida, para luego desaparecer del lugar.

Luego de que Goku —o Kakarotto como él lo llamaba— se fuera, Vegeta se quedó pensativo.

A él no me importaban las celebraciones para nada, en lo absoluto. Y es más, ésta era la época del año que más odiaba, por lo que la Navidad significaba.

Todo el barullo de la ciudad, el ruido de los villancicos navideños escuchándose en todos los rincones, la gente feliz por las calles, comentando sobre sus compras, los preparativos para la Nochebuena, etc. Toda esa felicidad desbordando en los seres inferiores como los humanos era algo que a Vegeta siempre le había parecido muy patética.

En navidades anteriores, él se había escabullido de todo eso yéndose a entrenar a las montañas, pero había tenido que regresar a su casa para la cena de Nochebuena, a insistencia de su mujer.

Y es que, Bulma lo había obligado a que debía estar con su familia ese día, a pesar de que Vegeta no creyera en la Navidad. Esto y un excelente motivo adicional —una apetitosa cena de Nochebuena—, eran unas excelentes razones para que el saiyajin decidiera pasar la noche del 24 de Diciembre con su familia. Sin embargo, todo era muy distinto ahora.

Después del destrozo que provocara sin querer y de la discusión que tuvo con Bulma, a Vegeta se le habían ido las pocas ganas que tenía de celebrar la Navidad con su familia. Es así que había decidido pasar una buena temporada solo, entrenando en esas montañas, lejos del bullicio de las navidades, lejos de los reproches de su mujer…

Los gritos insoportables de Bulma, tres días atrás, lo habían sacado de sus casillas. De este modo, decidió darle una lección. Se alejaría de ella por una temporada. Pero… eso no implicaba sólo aquello. Porque también se alejaría de su hijo Trunks…

— Trunks... — pensó Vegeta.

El sólo recordar el rostro de su único hijo, del cual, se había despedido con mucho pesar antes de que se inmolara ante Majin Boo, cuatro años atrás, hizo que Vegeta sintiera algo de remordimiento. Él no quería haberle arruinado su regalo de Navidad a Trunks, pero, ya ahora, no había nada que pudiera hacer para remediarlo.

Quizá a ti no te importen las navidades, pero tienes a tu mujer y a tu hijo Trunks esperando por ti. Y estoy seguro de que ellos quisieran estar junto contigo esta noche.

Las palabras dichas por Kakarotto, aún resonaban en sus oídos.

Bah, son tonterías. ¿A quién le importa esto de la Navidad? Sólo a los estúpidos terrícolas. A mí, el príncipe de los saiyajins, no deben de importarle estas ridiculeces —meditó Vegeta.— Así que será mejor que no piense en esas nimiedades. Mejor iré a cazar algo para comer.



Cuatro horas más tarde...

Luego de cazar a un jabalí y de asarlo para saciar su apetito, Vegeta tuvo sueño. Fue así que buscó refugio debajo de un árbol para descansar.

Pasado un buen rato, un ruido tenebroso se escuchó en el bosque. Aquél lo despertó a Vegeta y lo sacó de su letargo.

—Uhm… ¿qué es eso? —dijo el saiyajin.

La curiosidad en Vegeta hizo que él se levantara de su lugar de descanso y se dirigiera a donde sus oídos le indicaban que provenía aquel extraño sonido.

Después de dar unos cuantos pasos, una figura ante él se visualizó. Un espectro con forma de humanoide se veía a lo lejos.

—¿Quién eres tú? —preguntó el guerrero.

—Vegeta, ¿no me reconoces? —dijo el espectro.

—¿Nappa? —señaló un sorprendido Vegeta.

Nappa había sido un saiyajin mercenario de Freezer, como él, a quien Vegeta había dado muerte luego de que fracasara en su pelea con Goku, en las peleas que tuvieron con éste años atrás, cuando ambos recién llegaron a la Tierra.

Todo esto había sido tiempo atrás, cuando Vegeta era cruel y sanguinario. Ahora, años después, luego de las batallas con Boo, el príncipe había cambiado. Ya no era aquél frío y despiadado ser. Se había convertido en un guerrero que era capaz de dar la vida por sus seres queridos, tal como lo había demostrado en su inmolación ante Majin Boo.

—¿Eres tú? —insistió Vegeta.

El espectro cambió sus características físicas difusas a unas más precisas. Y efectivamente, era Nappa. Aquel guerrero sin pelo y gran tamaño, a quien Vegeta no veía desde que había acabado con él hacía años atrás. Asimismo, junto a él, al lado de sus tobillos, el espectro tenía amarradas unas cadenas.

—¿Recuerdas cuando antes tú y yo asesinábamos a seres indefensos en las misiones a los planetas que el Gran Freezer nos encomendaba? —preguntó el espectro.

—¿Cómo no recordarlo? No eran más que criaturas patéticas a las que sólo se les mataba en un segundo… —dijo Vegeta con una cínica sonrisa.

—¿Te regodeas de esas muertes, Vegeta?

—Ehhh…

—¿Sigues siendo aquel cruel guerrero de hace años atrás? —le interpeló Nappa.

—¿Cómo? —dijo un sorprendido Vegeta.

Y es que, ver a su antiguo compañero convertido en fantasma y sin esa mirada maligna que lo caracterizaba tiempo atrás, hacía que se sintiera realmente confundido.

—Espera un segundo, ¿de verdad tú eres Nappa? ¿Aquél saiyajin bueno para nada que me acompañaba en mis misiones asignadas por Freezer?

—Así es.

—Entonces, ¿por qué dices esas cosas tan raras? Como preguntarme a modo de reproche si me regodeo con la muerte de los seres patéticos con quienes acabé. Tú también lo hiciste, ¿no?

—Sí, pero entonces era malo, muy malo —dijo Nappa con una cara de pesar.

¿Qué diablos ocurre? ¿Nappa sintiendo remordimiento? ¿Esto es un sueño? —pensó el príncipe de los saiyajin.

—Y ahora como castigo debo cargar estas pesadas cadenas por toda la eternidad —señaló con pesadumbre Nappa, levantando del suelo una cadenas espectrales.— Es horrible. Sufro mucho… ¡mucho!

Vegeta abrió los ojos como plato y la boca también, producto del asombro que le causaban oír las palabras que su ex compañero le decía.

¿Nappa sufriendo y cargando unas cadenas por toda la eternidad? ¿Esto era una comedia o qué?

—Y lo mismo te va a pasar a ti, Vegeta, Príncipe de los Saiyajins —indicó el espectro con una cara severa y señalándolo con el dedo índice de la mano derecha.

¿A mí? ¿Qué demonios está sucediendo aquí? —pensó Vegeta.

Pero si de verdad, el destino que le esperaba a la pareja de Bulma era el equivalente al que actualmente tenía Nappa, no era uno muy prometedor. Ser un espectro errante, solitario y sufrido no era algo que le provocara mucha ilusión. Y, de sólo pensarlo, una gota de sudor frío bajó por la sien derecha de Vegeta.

—No, yo no quiero tener ese destino. ¡No puede ser! —gritó el príncipe con desesperación.

—Esta noche vendrán a visitarte tres espíritus —acotó Nappa.— ¡Escúchalos! ¡Haz lo que te digan!

Vegeta no supo qué decir ante lo que su ex compañero le refería.

—Y si no lo haces, tus cadenas serán más pesadas que las mías —prosiguió Nappa.— Adiós Vegeta, adiós…

Poco a poco, la figura espectral de Nappa fue desapareciendo hasta no dejar mayor rastro de él.

¿Esto ha sido una pesadilla? —pensó Vegeta aún sin salir de su aturdimiento inicial.


Nota del capítulo: Cabe señalar que, como es una parodia/adaptación, hay ciertas cosas del manga que se han adecuado y omitido para esta historia. Por ejemplo, el destino de las almas de las personas que mueren, según lo designado por Ema Daioh Sama. Como bien saben, en el universo de Dragon Ball, una vez que las personas mueren, las almas de aquéllas van al templo de Ema Daoih Sama y éste decide si les corresponde el cielo o el infierno según su comportamiento en vida. Sin embargo, como debo adecuar ciertas cosas para parodiar el cuento de Charles Dickens en el que me basé para esta parte de este fanfic, la lógica del cielo y del infierno en la historia de Akira Toriyama se ha omitido. De ahí que pueda haber cierta lógica en la aparición del espíritu de Nappa y sus cadenas.
CAPÍTULO 5
Spoiler:
Vegeta aún no salía de su asombro. ¿Era real el espectro de Nappa que había visto? ¿O la copiosa cena de jabalí que había tenido le había provocado un curioso sueño?

—Lo más probable es que sea lo segundo —se dijo a sí mismo el saiyajin.

Dispuesto a buscar un refugio que lo acogiera esa noche, Vegeta dio con un cueva cercana. Con un halo de energía saliendo de su dedo derecho hacia una pequeña piedra, encendió el fuego necesario para que le prodigara calor para esa noche.

Luego de echarse a descansar por un buen rato, un sonido al fondo de la cueva, casi imperceptible, parecido a un chillido, captó su atención.

Al principio lo ignoró. Lo más probable es que fuera un bicho rastrero andando en ese lugar o un grupo de murciélagos revoloteando. Sin embargo, a pesar de ser un sonido leve, era persistente y lo molestaba sobremanera, impidiéndolo caer profundamente dormido.

Molesto por dicho ruido, Vegeta decidió levantarse del suelo. Posteriormente, fue en búsqueda del responsable de dicho ruido para acallarlo y, con ello, continuar con su merecido descanso sin ser interrumpido.

Cuando el príncipe se adentró al fondo de la cueva, el mentado chillido se detuvo de pronto.

¿Habrá sido mi imaginación? —se preguntó.

En ese instante, un pequeño halo de luz se veía, más adentro de la cueva.

—¿Estaré soñando? —habló en voz alta Vegeta.

Dispuesto a descubrir qué estaba ocurriendo ahí, el guerrero siguió adentrándose cada vez más en la cueva.

Después de dar unos cuantos pasos, Vegeta visualizó un pequeño hombrecillo que brillaba con un gran resplandor.

—¿Quién eres? —gritó el príncipe.

El pequeño ser, de no más de treinta centímetros de estatura, mostró su rostro. Era una mini versión de Vegeta, con su misma vestimenta azul, su mismo peinado, etc. Pero con sólo una diferencia.

El mini Vegeta tenía el pelo rubio, con una gran letra M en la frente. Una mini versión de Majin Vegeta, el ser en el que se convirtió al ser poseído por el mago Babidi, cuatro años atrás.

—¿Eh?—preguntó Vegeta.

—Vaya. Ya era tiempo. No tenemos toda la noche —mencionó el “hombrecito”.

—¿Quién eres tú?

—El espíritu de la Navidad pasada —señaló su mini yo, quién exhibió con mucho orgullo un pin de oro de su pecho que decía “Don Woody, el espíritu de la Navidad pasada”.

—Así que lo que dijo Nappa era verdad —mencionó Vegeta ligeramente fastidiado.— Pero pensé que serías más alto y que no que me llegarías hasta el tobillo —dijo con una ligera sonrisa, queriendo fastidiar a su versión chibi.

—Si fuera por tu bondad, sólo serías del tamaño de un alfiler —señaló evidentemente ofendido el “hombrecito”.

—Ya. ¿Vas a darme tú un ejemplo de bondad y de caridad? —indicó Vegeta, cruzándose de brazos, con un rictus rígido en su frente más una sonrisa pícara.

—Por supuesto. Por cierto, ¿no te apetece hacerte de un móvil? Los vendo baratos —mencionó Don Woody con una cara de avidez.

—Bah. Yo no necesito de esos aparatos. A los tontos terrícolas les importan aquéllos. Puedes hacer negocios con ellos, no conmigo.

—Dios. Ya me han malogrado mi estafa, ¿ahora quién será mi próxima víctima? —susurró el mini Vegeta.

—¿Qué dices? —le interpeló el guerrero.

—Nada, nada. Me refería a que eres un ser maligno, que no tiene nada de bondad en su corazón —indicó Don Woody, queriendo retomar su misión inicial, viendo que con Vegeta le era imposible transar sus negocios corlenianos.

—Bah, la bondad no se usa en este mundo —indicó el marido de Bulma, para luego ignorarle a su pequeña versión, dándole la espalda y volviendo a donde había estado descansando.

—Eso es lo que siempre has pensado. Vamos, Vegeta. ¡Es hora de partir!

—No me molestes. ¡Vete! —exclamó el saiyajin.

En ese momento, una ráfaga de viento se percibió en toda la cueva. Vegeta, a su vez, se sintió paralizado. Le era imposible mover algún músculo de su cuerpo.

—¿Qué demonios? —pensó el guerrero.

—Jajaja. Eso te pasa por ningunearme —se mofó Don Woody, quien se puso frente a frente a Vegeta, observándolo sarcásticamente.— Y agradece que no excluyo tu nombre de la faz de la tierra para que no pueda ser usado por nadie más, ni por ti mismo, equivalente a cuando impedí a Blue Moon y a Veigue usar sus nicks en el foro de MDB para que nadie más se los robara. Muajajaja.

¡Me las pagarás! —barbulló Vegeta en su mente.

—Bien, ¿qué dices? ¿Aceptas seguirme o no?

Viéndose acorralado por Don Woody, Vegeta no tuvo otra opción. Y, con mucha dificultad, porque el hechizo de su mini yo le impedía mover sus músculos, inclinó la cabeza, en señal de afirmación a lo que el hombrecito le solicitaba.

—Así está mejor. Ahora sígueme —refirió el mini Vegeta rubio.— Vamos a visitar tu pasado.

—¡Bah! —mencionó el saiyajin.

Y en ese preciso instante, el ambiente alrededor de Vegeta cambió. Una neblina intensa comenzó a cubrirlo. Poco a poco, el ambiente rústico y oscuro de la cueva donde él se encontraba se distorsionó totalmente.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó el príncipe.

—Espera unos segundos y verás —le contestó Don Woody.

En cuestión de segundos, la neblina que rodeaba al guerrero se diluyó. Después, lo que los ojos de aquél visualizaban era un escenario totalmente distinto a donde había estado.

Parecía que estaba en una ciudad. Edificios muy modernos. Vehículos motorizados viajando sin parar. Luces multicolores de Navidad. Gente yendo aquí y allá.

—¿En dónde estamos? —gritó Vegeta, visiblemente aturdido.

—¿No conoces la Capital del Oeste?

—¿Eh? Ahora que lo dices... —señaló el saiyajin mientras observaba incrédulo a su alrededor.

Y, efectivamente, al contemplar detenidamente a las cercanías, Vegeta cayó en la conclusión de que estaba en el centro de la Capital del Oeste. Sólo que aquél estaba ligeramente cambiado. Unos carteles luminosos hacían alusión a la Navidad y a la proximidad del Año Nuevo de hace tres años atrás.

—¿Hemos viajado al pasado? —exclamó.

—Así es. Ya te referí que soy el espíritu de las Navidades pasadas.

—¿Y qué hacemos aquí?

—Sígueme y lo verás —dijo Don Woody.

En ese momento, el pequeño hombrecito salió volando con dirección al sur. Vegeta lo siguió en la misma dirección.

Luego de poco rato, Don Woody se detuvo en el aire. El edificio debajo de él era la Capsule Corp.

—¿Qué hacemos en mi casa? —le interpeló Vegeta.

—No hagas más preguntas y sólo acompáñame.

Vegeta obedeció al hombre rubio y lo siguió. Luego, ambos se detuvieron sigilosamente en una de las grandes ventanas que daban para la gran sala de la morada.

El escenario dentro de aquél era uno muy festivo. Los Briefs estaban pasando una agradable velada navideña.

La sala estaba adornada de motivos de pascuas. Un hermoso y gran árbol estaba situado a un rincón de aquélla. Un villancico se escuchaba al fondo, como telón musical de aquella noche.

Los señores Briefs estaban conversando muy amenamente, mientras tomaban una taza de chocolate caliente. Bulma también se unía a su tertulia mientras observaba con felicidad a su hijo, Trunks, quien estaba abriendo varios regalos al pie del árbol de Navidad.

—Oh, pero si es la Navidad de hace tres años —señaló el guerrero.

Vegeta estaba aislado en un rincón de la sala y con los brazos cruzados, quien, en algo muy habitual en él, no participaba del ambiente festivo de su familia.

—Pero si ese que está allí soy yo —dijo el príncipe al verse así mismo.

En ese rato, Bulma se levantó del sofá y se dirigió al Vegeta que estaba solitariamente sentado en un rincón de la sala.

—¿No quieres entregarle tú mismo un regalo a Trunks? —preguntó la mujer.

—Bah, esos son puros sentimentalismos. Los saiyajines no tenemos ese tipo de actitudes —contestó el aludido.

—Bueno —señaló Bulma soltando un suspiro.

Ella sabía que su marido respondería algo parecido. No obstante, albergó la ligera esperanza de que cambiara para estas fechas.

De pronto, el rostro se le iluminó. Parecía que la muchacha había pensado en algo que le había cambiado el semblante.

—Bien. Espera… ya vuelvo.

Bulma se dirigió donde su hijo, quien ya estaba por acabar de desenvolver los regalos que tenía frente a sí.

—Y, finalmente —señaló Bulma.—, he reservado el mejor regalo para el final. —Aquí tienes.

La mujer le entregó a su hijo un pequeño regalo ovalado. Al abrirlo, Trunks vio lo que era una especie de casco.

—¿Qué es? —preguntó muy ilusionado Trunks.

—Un emulador de Street Fighter. Si te lo colocas, verás de lo que hablo.

Sin esperar a que su madre terminara de hablar, el niño se lo puso en la cabeza. Y, efectivamente, el casco era un emulador virtual del videojuego mencionado, el cual, hacía sentir a quien se lo colocara como si fuera un jugador más dentro del universo de juego.

—Wow. ¡Es alucinante! ¡Gracias, mamá! —exclamó el chico muy emocionado.

—No me des las gracias a mí. Sino a tu padre, quien fue quien sugirió la idea de que te lo comprara.

El niño se dirigió donde estaba Vegeta cómodamente sentado.

—Gracias, papá —dijo el niño.

El guerrero no soltó palabra alguna. No obstante, soltó una pequeña sonrisa de satisfacción ante las palabras de su hijo.

—¡Qué buena Navidad! —clamó el Vegeta que estaba espiando desde la ventana.— Esa vez la pasé muy bien al verlo tan contento.

—Lo recuerdas, ¿eh? —refirió Don Woody a modo de reproche.

Vegeta se dio cuenta de que añoraba esa sensación de hace tiempo atrás. No obstante, su orgullo le impidió reconocerlo ante su mini yo.

—Llévame a la cueva nuevamente. No soporto estar aquí —refirió el saiyajin, evidentemente fastidiado, volteando el rostro hacia otro lado para no observar a Don Woody y a su mirada de amonestación.
Esto no lo he hecho con el debido tiempo ni dedicación como en mis libros ni mis otros fanfics ><. Pido disculpas si hay fallos en la coherencia o redacción. Sólo lo he escrito en el finde de Reyes y estoy tratando de terminarlo para este lunes para cumplir con Fran en su aplazamiento para el concurso ><.
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Re: De cómo un saiyajin salvó la Navidad (Fanfic) por Blue Moon

Mensaje por Blue Moon »

Dios mío, yo escribiendo fanfics con errores ortográficos y con fallos en la puntuación. Me quiero morir :pepefiu: xDDD

Si se me permite, te envío por privado este fanfic corregido para que se vea más decente, sobre todo para darme una palmadita a mi ego xD. En otro lado lo reedité porque soy muy ególatra y tisquimisquis con mi escritura (soy algo fanática e insoportable al respecto, lo admito, pero bueh xD), y algo me dice que le falta algunos capítulos. A mí me sale que tiene ocho en total en otra plataforma en donde lo tengo publicado. Aquí no sé por qué te sale cinco. Cualquier cosita, me confirmas, Arwen ;)
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Re: De cómo un saiyajin salvó la Navidad (Fanfic) por Blue Moon

Mensaje por Arwen »

Blue Moon escribió: Sab Ene 26, 2019 5:43 am Dios mío, yo escribiendo fanfics con errores ortográficos y con fallos en la puntuación. Me quiero morir :pepefiu: xDDD

Si se me permite, te envío por privado este fanfic corregido para que se vea más decente, sobre todo para darme una palmadita a mi ego xD. En otro lado lo reedité porque soy muy ególatra y tisquimisquis con mi escritura (soy algo fanática e insoportable al respecto, lo admito, pero bueh xD), y algo me dice que le falta algunos capítulos. A mí me sale que tiene ocho en total en otra plataforma en donde lo tengo publicado. Aquí no sé por qué te sale cinco. Cualquier cosita, me confirmas, Arwen ;)
Bue no he recibido ningun privado tuyo, en el foro solo encontre hasta el capitulo 6, cuando quieras pasame la version corregida y extendida y la corrigo en el primer post. ;)
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Re: De cómo un saiyajin salvó la Navidad (Fanfic) por Blue Moon

Mensaje por Blue Moon »

Ok, este finde te lo paso :pepeapuntador:
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