Fanfic: Dragon Ball GT por Mutaito

Firmas, avatares, dibujos, fics y mucho más. Muéstranos el artista que llevas dentro.
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Arwen
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Fanfic: Dragon Ball GT por Mutaito

Mensaje por Arwen »

Llevo bastante tiempo alejado del mundillo fanfic. Y a raíz de que en el subforo de Dragon Ball el tema haya salido a colación últimamente, me he animado a probar a ver qué salía. Ha salido el primer capitulillo, que espero que guste a la gente que lo lea (soy consciente de que el subforo tiene pocos usuarios, pero bueh)

Capítulo 1: Legado.
Spoiler:
La tarde caía cercana al ocaso. El azul prístino y etéreo que el mar ofrecía durante el día comenzaba a dar paso al festival de ocres y violetas que teñía las aguas al caer el sol, señal que las partidas de pescadores isleños habían aprendido a interpretar como el fin de su jornada. El mar siempre había estado muy ligado a la tradición y la cultura de los archipiélagos del sur. Sus pobladores lo veneraban por sus dones y lo respetaban por sus peligros. No obstante, desde hacía unos años, faenar por la noche se había convertido en algo imposible. Multitud de fenómenos extraños sucedían al amparo de la oscuridad; fogonazos de luz sacudían el cielo y hacían hervir las aguas, provocando olas capaces de hacer desaparecer una isla entera.
Nadie en los mares del sur tenía respuesta para la naturaleza de aquellos fenómenos; los brujos de los poblados sostenían que se trataba de la cólera de Kamisama; científicos de la Capital del Sur habían acudido a la zona e investigado la actividad tectónica en busca de algún volcán submarino, pero no quedaba ninguno activo por aquella zona. Nadie en los mares del sur sabía del héroe que quince años atrás había acabado por el monstruo Bu y se había instalado desde hacía cinco en aquellas islas, cogiendo bajo su tutela a un muchacho de la zona. Ninguno conocía a Son Goku.

Como cada noche, Ub, un muchacho de piel oscura y rasgos afables, había acostado a sus hermanos pequeños y se preparaba para una nueva sesión de entrenamiento con su maestro. Su vida había cambiado radicalmente desde el día que se presentase al Gran Torneo de Artes Marciales, hacía ya cinco años. Son Goku le había enseñado a luchar y había ayudado a su familia a salir adelante sin pedir nada a cambio, algo que él nunca podría dejar de agradecerle. Sin embargo, aquella noche, su maestro estaba distinto. Apenas había abierto la boca durante el día, se había negado a jugar con sus hermanos y había permanecido abstraído en sus pensamientos con una expresión radiante en el rostro. Ub sólo lo había visto así el día que lo conoció.

- Maestro – Ub se acercó al saiyano, que permanecía sentado en un peñasco cercano a la choza de su familia – Es la hora.

Son Goku abrió los ojos y se puso en pie, sacudiéndose el polvo del gi de entrenamiento y mirándolo fijamente.

- ¿Maestro?

- ¿Recuerdas el día que nos conocimos?

El muchacho alzó una ceja en un gesto de desconcierto.

- ¡Claro! ¿Cómo iba a olvidarlo? Aquel fue el mejor día de mi vida.

- ¿Recuerdas lo que te dije aquel día? – Sus ojos brillaban con un entusiasmo febril – El motivo por el que comencé a entrenarte.

- Debía proteger la Tierra de cualquier amenaza – Respondió el muchacho, meditabundo – Y cuando fuese lo bastante fuerte usted quería… - En ese momento dio un respingo - ¡No puede ser!

Goku asintió y bajó de un salto, aterrizando junto al chico y poniendo una mano en su hombro. Ub había crecido mucho en los últimos cinco años, aunque todavía era considerablemente más bajo que su maestro.

- Han pasado ya cinco años desde que empecé a entrenarte y desde entonces no has dejado de sorprenderme. Ahora te has convertido en un hombre y ya no tengo nada más que enseñarte.

Ub enrojeció y agachó la cabeza.

- No diga eso… Aún no soy tan fuerte como usted, ni en broma.

- Quizá no. O Quizá ni tú mismo seas consciente del enorme poder que albergas en tu interior. En cualquier caso ¿Estás preparado para concederme la revancha que llevo tanto tiempo esperando?

El joven tardó unos instantes en responder. Siempre que su maestro le contaba la historia de su nacimiento, le parecía estar oyendo un cuento de hadas. Todo aquello del monstruo que se había reencarnado en él se le antojaba imposible. Sin embargo ¿Qué razón tenía el maestro Goku para haberse inventado algo así? De algún sitio tenía que venir su enorme fuerza natal.

- Está bien – Concedió, intentando aparentar más seguridad de la que sentía en realidad - ¿Lucharemos en alguna isla cercana?

- No. Había pensado un sitio más adecuado para nuestro encuentro – Sin soltar el hombro del chico, Goku se llevó los dedos índice y corazón de la mano derecha a la frente – Guarda silencio un momento.

El saiyano cerró los ojos y permaneció inmóvil unos segundos. Ub tragó saliva, había experimentado el shunkanido varias veces a lo largo de su entrenamiento, incluso había tratado de ponerlo en práctica, pero no lograba acostumbrarse al efecto. Antes de querer darse cuenta, estaba flotando sobre un mar de nubes doradas sobre el que cruzaba un sinuoso camino de piedra. Echó un vistazo a su alrededor, aquellas nubes le hicieron pensar en Kinton, a la que llevaba varios años sin llamar. Sin embargo, el enorme edificio que se hallaba a su espalda llamó poderosamente su atención.

- ¿Qué es este sitio? – Preguntó, reparando en una fila interminable de pequeñas llamas que avanzaban con lentitud hacia el interior del edificio.

- No tiene importancia – Respondió el maestro, sin apartar los dedos de su frente – Sólo estamos de paso.

Acto seguido, Ub volvió a notar terreno sólido bajo sus pies. Acababan de llegar a una interminable pradera cubierta de césped y salpicada por árboles solitarios. Habría pensado que estaban de vuelta en la Tierra de no ser por el violeta del cielo.
Dos individuos, sentados en un tronco cercano, giraron sus cabezas al unísono al verlos. Uno era enorme, con la piel liliácea y una frondosa melena nívea cayéndole sobre los hombros; el otro, un anciano consumido por la edad, medio calvo y con un bigote de cepillo. Ambos tenían las orejas enormes y lucían atuendos extravagantes.

- ¿Goku? – El más grande se puso en pie y fue a recibirlos. Al reparar en Ub, se quedó mirándolo con interés - ¿Qué hacéis aquí? ¿Ha pasado algo en la Tierra?

- ¡Kaiô Shin, Abuelo! ¡Cuánto tiempo sin veros! - Goku le estrechó la mano al más joven e inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto al anciano, al cual no parecía gustarle la forma en la que lo había llamado – Quería presentaros a Ub. Él es…

El anciano carraspeó, levantándose con esfuerzo.

- Sabemos quién es. Lo he seguido de cerca desde el día que nació – Se acercó a Ub, escudriñándolo de arriba a abajo - ¿Te ha dado algún problema?

- Ehmm… no. Ub es un buen chico ¿Verdad? – Le preguntó, despeinándolo con la mano – Tiene un corazón puro y ganas de probarse a sí mismo.

- Y sin embargo, es una alteración del curso natural de los acontecimientos – Observó el anciano – Le dije a Enma que no era una buena idea y aun así… en fin, supongo que ya está hecho. Sé a lo que vienes, pero no cuentes conmigo.

- ¿Por qué? Venga abuelo… No sea así… Seguro que usted puede ver, incluso mejor que yo, el enorme poder que alberga en su interior ¿No cree que es una pena dejarlo así?

- No voy a ser partícipe de esto. La gente a tu alrededor lleva demasiado tiempo haciendo lo que le da la gana y alterando el devenir del universo a su antojo. Me niego a liberar semejante poder en tiempos de paz sólo para satisfacer tus caprichos.

Ub permanecía en silencio, tratando de captar el significado de aquella conversación. Estaba claro que a aquel viejo no le gustaba, y no tenía claro por qué ¿Tendría algo que ver con su vida anterior? ¿Le habría hecho el monstruo Bu algo a aquella gente? Y lo que era más importante ¿Qué quería su maestro de ellos? Se moría de ganas por preguntar, pero sabía que en aquel momento lo mejor era permanecer en silencio.
Goku y el viejo Kaiô Shin continuaron discutiendo durante un rato. El maestro intentó negociar con el anciano de mil y una maneras, pero éste se mantuvo inflexible en su negativa. Finalmente, Goku terminó por claudicar.

- Está bien – remugó, visiblemente decepcionado – Pero al menos, déjenos combatir aquí, como la última vez.

El viejo frunció el ceño y se quedó en silencio, pensativo.

- Antepasado mío – El más grande se decidió a intervenir – Creo que aquí causarán menos daños que en cualquier sitio en el que luchen. Ni la Tierra, ni ningún otro planeta aguantaría la contienda.

Finalmente, el anciano gruño y se cruzó de brazos, volviendo a sentarse en el suelo.

- Está bien – Concedió.

- ¡Gracias! – Goku pareció recuperar parte de su entusiasmo.

- ¡Procura no dejarlo todo como la última vez! – Le reprendió éste.

Ambos se alejaron volando de la zona. Durante el trayecto, Ub reparó en la belleza de aquel lugar. Había inmensos bosques brillando como esmeraldas bajo una luz brumosa y etérea, todos ellos regados por infinidad de riachuelos que recorrían la interminable llanura, como las venas por un cuerpo. El chico reparó en la presencia de un enorme cráter que la hierba aún no había cubierto del todo. Goku sonrió al verlo.

- Lucharemos aquí – Señaló el maestro, descendiendo con rapidez. Ub lo siguió y ambos aterrizaron frente a frente – Aquí fue donde luché contra el monstruo Bu, hace ya quince años. Aquí fue donde te maté – Ub tragó saliva al escuchar aquellas palabras.

Después del estiramiento, ambos se saludaron y se cuadraron en pose de ataque. Tras unos segundos estudiándose, Goku le guiñó un ojo.

- Allá voy.

El saiyano se lanzó a toda velocidad a por él. A pesar del miedo, Ub lo había visto moverse así demasiadas veces como para no ser capaz de anticiparse a él. Sabía que en el último momento, cambiaría de dirección con el shunkanido y lo atacaría desde otro ángulo, pero ¿Desde cuál?
Movido por el instinto, el chico lanzó un golpe a su derecha, acertando de pleno en la cara del saiyano y haciéndolo rodar por el suelo.

- ¡Maestro! – Al ver a Goku en el suelo, el chico corrió a ayudarlo - ¿¡Está bien!?

Goku aprovechó para lanzar una patada baja desde el suelo, demasiado lenta para los reflejos del muchacho, que la esquivó sin esfuerzo.

- ¡Fantástico! – Goku se levantó, limpiándose la sangre de la barbilla – ¡Has logrado esquivarla aún con la guardia baja!

- Usted… no está luchando en serio… Ni siquiera se ha transformado en supersaiyano.

Goku se echó a reír, alejándose de él con un salto.

- Si lo hubiese hecho, ya te habría derrotado – Le espetó – Estás más preocupado por no hacerme daño que por disfrutar de la lucha. Por un momento, me has recordado a mi hijo mayor. Fluye… déjate llevar y golpea con todas tus fuerzas.

El maestro frunció el ceño y se transformó en supersaiyano. Ub comprobó cómo la suavidad de sus rasgos desaparecía al tiempo que su energía crecía exponencialmente.

- Ataca.

Ub cerró los ojos y acompasó su respiración. Hacer aquello siempre le requería un gran esfuerzo. Pero sabía que no tenía otra forma de igualar a su maestro, ahora que estaba en ese estado.

- ¡Kaio Ken… – La energía comenzó a fluir por todo su cuerpo, enervando sus músculos y tensando su cuerpo - …Multiplicado por diez!

El chico se lanzó a por su maestro, descargando una lluvia de golpes que éste logró detener con relativo esfuerzo. Ambos intercambiaban golpes con fiereza y aparentemente a la par. Ub sabía que aquella paridad era una cuestión temporal. El Kaio Ken acabaría pasándole factura y Goku lo tendría en su poder, de modo que, intentando acabar el combate lo más rápido posible, logró derribarlo de una patada y aprovechó para ascender al cielo, lanzando una ráfaga de ataques de energía.
La tierra tembló y por un momento, Ub temió haber dañado el núcleo del planeta. No obstante, al disiparse la nube de polvo, apenas había hecho un pequeño agujero en el suelo. Goku estaba de pie en el centro, con la ropa desgarrada y cubierto de polvo, pero intacto. El saiyano ascendió hasta ponerse a su misma altura.

- Ya te he dicho que no te contengas – Le pidió, esta vez con más rudeza – Este lugar aguantará, hagas lo que hagas ¡Lucha en serio!

La energía del maestro lo golpeó directamente en la cara, proyectándolo hacia atrás. Antes de tener tiempo de rehacerse, Goku apareció a su espalda y le conectó una patada al costado, elevándolo a cientos de metros de altura. El dolor hizo que se le saltasen las lágrimas, pero aún así, el chico logró incorporarse en el aire antes de que Goku volviese a alcanzarlo.

- ¡Kame… Hame… - Ub dejó que su maestro se acercase. Sabía que, a menos que lo lanzase a bocajarro, éste esquivaría el Kamehameha. Debía esperar hasta el último momento.

Goku lanzó el puño, desapareciendo a pocos centímetros de la cara de Ub y apareciendo a su espalda. El chico se anticipó y lanzó el Kamehameha en la dirección correcta. La onda de choque sacudió el cielo y se perdió en la inmensidad del espacio. Pero no acertó. Goku había vuelto a cambiar de ángulo y le propinó un rodillazo en la espalda, conectándolo con una segunda patada que lo hizo estrellar contra el suelo.

- Buscaba en ti un adversario – Dijo al aterrizar junto al maltrecho muchacho – Veo que te he sobreestimado ¡Mírate! Apenas puedes seguirme el ritmo.

Ub se puso en pie con esfuerzo, tenía la espalda magullada y el gi se le había destrozado al caer. Pero nada comparado con el dolor de su orgullo. Sabía de sobra que no tenía el nivel para enfrentarse a su maestro ¿Por qué éste se había empeñado en luchar con él? Era demasiado pronto.

- Aún no estoy preparado… - Logró mascullar entre jadeos.

- ¡Tonterías! – Goku parecía decepcionado - Si después de todos estos años no has aprendido, nunca lo harás ¡Ataca!

- Ka… Kaiô…

Antes de poder activar la técnica. Goku se lanzó contra él, propinándole un gancho en la boca del estómago. Ub se desplomó de rodillas, regando el suelo con su propia sangre.

- ¡¡Ataca!! – Repitió Goku. Ub nunca lo había visto tan fuera de sí. No parecía la misma persona amable y comprensiva que lo había entrenado durante tantos años ¿Qué le pasaba?

Aprovechando que estaba de rodillas, Goku volvió a golpearlo, clavándolo al suelo. Multitud de patadas y pisotones siguieron a ese primer golpe. Ub empezaba a perder el conocimiento, cada golpe lo hería más y más en su orgullo. De seguir así, aquel tipo violento lo mataría. Fue entonces cuando la rabia se apoderó de él. Ese ya no era su maestro, sólo un monstruo deseoso de lucha, que estaba dispuesto a eliminarle si no le daban lo que quería. Lo había criado todos estos años con el único propósito de satisfacer sus ansias de sangre, y si quería sangre, iba a tenerla.
Henchido de ira, el muchacho desapareció, justo antes de que el saiyano volviese a clavar su talón en su espalda. Apareció detrás de él y le acertó un fortísimo puñetazo en un lateral de la cabeza. Goku salió despedido decenas de metros, estrellándose contra una elevación rocosa, que se hizo añicos al contacto con su cuerpo.
Ub jadeaba, no por el dolor de los golpes, que apenas sentía, sólo notaba una rabia incontrolable fluyendo desde el interior de su ser. Una rabia que lo impulsaba a destrozar a aquel tipo.
Con un alarido, se lanzó a por él, descargando golpes con una velocidad y una fuerza increíbles. Goku apenas podía responder. Por cada golpe que lograba detener, Ub le lanzaba dos más. El chico lo mandó a volar de una patada, elevándolo por los aires y envió una nueva ráfaga de energía, esta vez con todas fuerzas. Goku no tuvo tiempo de apartarse y la recibió de lleno. Cayendo al suelo pesadamente.

- ¡¿Esto era lo que querías?! – Gritó Ub, mientras el saiyano trataba de ponerse en pie, tosiendo sangre y agarrándose el hombro.

- Exactamente.

El saiyano volvió a cuadrarse y su grito hendió el aire. Ub sintió cómo la energía de Goku volvía a aumentar. Aquello iba mucho más allá de lo que nunca había experimentado; nunca había visto a su maestro acumular tanto poder. Su cuerpo brillaba, rodeado de chispas que danzaban furiosas a su alrededor, y en su rostro se reflejaba la misma muerte.

- ¡¿Qué estás haciendo?! – Preguntó el chico - ¡Nunca había visto esa transformación!

- El supersaiyano que ha superado el límite del supersaiyano – El maestro volvía a sonreír, pero no era la sonrisa cálida de siempre – A ver qué tal te las apañas ahora.

Instintivamente, Ub retrocedió un paso. La energía de Goku emanaba una hostilidad mucho mayor a la de antes, pero no podía acobardarse, sabía que si lo hacía, estaría muerto.

- Kaio ken ¡Multiplicado por veinte! – Un dolor lacerante sacudió todas las células de su cuerpo. Aquel era más poder del que podía controlar, justo lo que necesitaba en ese momento.

Los dos volvieron a chocar. Ub apenas sabía lo que hacía, sólo descargaba golpes de manera aleatoria, ignorando los que Goku le propinaba. En ese momento, los dos golpearon la cara del otro al mismo tiempo, saliendo despedidos varios metros hacia atrás.
El chico se rehízo un instante antes que su oponente y cargó ambas manos en el costado. Goku también hizo lo mismo.

- ¡¡¡Kame… Hame… HAAAAA!!!! – Las dos ráfagas de energía chocaron, quedándose suspendidas en equilibrio. Ub gritaba con todas sus fuerzas, intentando imponerse al poder de Goku.

Tras unos instantes, las fuerzas comenzaron a fallarle. El cuerpo le dolía demasiado como para poder seguir manteniendo el Kaio Ken. En un último movimiento a la desesperada, el chico proyectó todas sus fuerzas en un último empujón. Sólo logró ver su Kamehameha imponerse al de Goku antes de perder el conocimiento.
El contacto de algo cálido contra su cuerpo fue lo primero que notó al despertar. Estaba tumbado sobre un suelo duro y liso, un niño pequeño, con la piel verde, se hallaba a su lado, apoyando sus manitas contra su pecho.

- ¿Neke? – Ub se incorporó de golpe, estaba en el Palacio de Kamisama.

- Ya está curado – Dijo el niño con timidez, corriendo a refugiarse junto a su padre, que en ese momento estaba arrodillado, curando a Goku.

- Bien hecho, hijo – Dende le acarició la cabeza con una mano.

Goku estaba sentado en el suelo, tenía un brazo completamente destrozado y numerosas heridas por todo el cuerpo, pero sonreía. Volvía a mostrar la sonrisa de siempre. Piccolo permanecía de pie a su lado, mirando la escena con gesto impertérrito. Poco a poco, las heridas del saiyano se cerraron y la piel volvió a cubrirlas, en menos de un minuto, éste estaba completamente curado.

- Gracias, Dende – Dijo, poniéndose de pie.

Goku se acercó a Ub y se arrodilló a su lado. Ub se alejó de él.

- Perdona por todo lo de antes – Le dijo, volviendo a despeinarle – Parece que no has cambiado tanto desde la vez que nos conocimos. Sigo teniendo que tocar la cuerda adecuada para que encuentres la motivación para luchar.

- ¿Cómo? ¿Era todo mentira? – Ub se sentía molesto por el engaño, aunque también le aliviaba el comprobar que Goku seguía siendo como siempre.

- Cuando te enfureces, alcanzas un poder increíble – Reconoció su maestro – Y ni siquiera eres consciente de ello. Tienes que aprender a controlar ese poder y usarlo a voluntad, cuando lo logres, serás más fuerte que yo. Neke, ven un momento.

El pequeño namekiano miró a su padre, y este asintió, instándole a que fuese. El niño se acercó a ellos con paso inseguro.

- La ropa de Ub está destrozada ¿Sabes cómo hacer una nueva? – El pequeño asintió – Perfecto, quiero que…

Goku se acercó al oído del pequeño y le susurró algo. Piccolo y Dende sonrieron.

- Entendido.

El niño volvió a poner sus manitas sobre el cuerpo de Ub y al instante, apareció un gi de color naranja, con muñequeras, cinturón, camiseta y botas azules. Ub miró su ropa nueva, fijándose en el símbolo que tenía bordado en el pecho.

- ¿Protección? – Preguntó el chico.

- A partir de hoy, serás el encargado de proteger la Tierra de cualquier amenaza.
Se fuerte, hazte grande pero no pierdas la inocencia de tu corazón...

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Capítulo 2: La que tiene más madera de toda la casa.
Spoiler:
Las últimas semanas habían supuesto una tortura para Pan. La noticia del feliz enlace parecía haber acabado con la paz en las vidas de su familia. La niña se sentía atrapada en su propia casa. Todo el mundo debía considerar que su presencia era imprescindible, pero nadie parecía tener muy claro para qué. Se pasaba las horas muertas contemplando cómo su abuela pasaba de la euforia a la depresión cada diez minutos, mientras los demás hacían por evitarla.
Lo peor, sin duda, había sido el día en que las mujeres habían decidido ir juntas de compras. Pan había tratado por todos los medios de escaquearse, pero la cara que pusieron Videl y Chichi al sugerir que iría a la boda con el gi de entrenamiento zanjó de golpe toda discusión.
Su tío, el novio, parecía aún más atolondrado que de costumbre. Desde que Pan tenía memoria, siempre había sido díscolo y muy poco centrado en nada que no fuese perseguir faldas. Chichi solía decir que, de sus dos hijos, Goten era quien había salido a su padre a la hora de afrontar responsabilidades, algo en lo que Pan no estaba de acuerdo. Su tío podía ser un idiota, pero nunca había abandonado a su familia sin motivo.
La marcha de Goku le había supuesto poco menos que un trauma. Era muy pequeña, pero recordaba perfectamente la imagen de aquel niño feúcho agarrándose a la espalda de su abuelo, quien se había marchado sin siquiera despedirse de ella. Se había pasado días llorando después de aquello, preguntando por qué no podía ir a verlo y si quería más a ese niño que a ella. Ni su padre, ni su madre, habían sabido darle una respuesta clara, sólo vagas promesas de que el abuelo volvería algún día y que ella tendría que esperarle hasta entonces.
Desde ese día, Pan continuó su entrenamiento en solitario, tratando de ignorar la energía de Goku y de aquel crío odioso por el que la había sustituido. Había crecido fuerte en cuerpo y mente, y ya no necesitaba a aquel hombre. En lo que a ella respectaba, podía seguir ausente el resto de su vida.
Una mañana, mientras Chichi se empeñaba en que Marron se probase el vestido de novia por enésima vez, Gohan entró en la habitación acompañado por Krilín. El hombrecillo dejó escapar un suspiro de felicidad al ver a su hija de aquella guisa.
— Eres la novia más bonita que he visto nunca —dijo, acercándose para verla mejor —. Menos mal que has salido a tu madre.
La joven sonrió tímidamente. Su madre permanecía sentada en un rincón, hojeando la revista “Grandes fortunas del Siglo: Míster Satán.” con expresión taciturna. Pan tuvo que reprimir un bufido. Saltaba a la vista que la A-18 era una mujer bellísima, pero tan sosa, que le resultaba inconcebible cómo alguien tan alegre como Krilín podía haberse fijado en ella.
— Muy bonita, sí. Pero tiene que aprender a llevar el vestido con más gracia – añadió Chichi –. A fin de cuentas, la boda es dentro de una semana.
Gohan rio por lo bajo y, tras guiñarle un ojo a la novia, le pidió a su hija que lo acompañase fuera. Ella aceptó encantada. Si tenía que ver a su abuela clavar un solo alfiler o dar una indicación más, empezaría a tirarse de los pelos.
— ¿Qué pasa, papá?
— Tengo que ir a repartir las invitaciones para la boda y había pensado en que me acompañases. ¿Te apetece?
— ¿Que si me apetece? —exclamó la niña, llena de júbilo —. ¡Vamos ahora mismo! ¡Te echo una carrera! —Pan se transformó en supersaiyano sin esfuerzo e hincó una rodilla en el suelo. Llevaba varios días sin hacer nada de ejercicio y su cuerpo bullía por algo de acción —. ¡A la de tres! Una… dos…
— Pero espera… ¡Pan! ¡Ni siquiera llevo las invitaciones encima!
Pero la niña no se paró a escuchar; alzó el vuelo, levantando una nube de polvo y salió disparada hacia el cielo.
— ¡Te veo en el Palacio de Kamisama, papá! — tuvo tiempo de decir antes de perderse entre las nubes.
El aire golpeando contra su cara resultaba de lo más vivificador. Pan se sentía libre por primera vez en mucho tiempo; tanto, que no pudo reprimir un grito de gozo. El continente pronto quedó atrás y la chiquilla descendió, volando a ras de agua y levantando enormes olas a su paso. Estuvo a punto de chocar con un transatlántico, cuyos pasajeros se quedaron embobados mirándola.
En unos pocos minutos, una sucesión interminable de bosque le indicó que había llegado a la Tierra Sagrada de Karin. Ascendió junto a la Torre a toda velocidad pensando en Piccolo, y en cuánto habría crecido Neke desde la última vez que lo vio. El niño era tímido, pero todo el mundo decía que albergaba un poder mágico incluso mayor al de su padre. Pan había querido luchar contra él en alguna ocasión, deseosa de enfrentarse a algo diferente, pero todo el mundo había insistido en que el pequeño namekiano no estaba hecho para el combate.
Toda su alegría se esfumó al llegar al palacio. La última persona a la que había esperado encontrar la estaba saludando con la mano. Su querido discípulo estaba junto a él, mirándola con cara de idiota.
— ¡Pan! —Goku parecía encantado con su presencia —. ¡Te estábamos esperando!
La niña volvió a su estado normal y, haciendo caso omiso a su abuelo, aterrizó junto a Neke. El niño estaba jugando con su padre a pasarse con la mente una bola de hierro del tamaño de una sandía.
— Hola, Neke —trató de sonreír, pero estaba demasiado molesta para que le quedase creíble. Su cara debía de dar miedo, porque el niño dejó caer la bola, que se estrelló con gran estruendo, y corrió a refugiarse detrás de Dende.
— Bienvenida —Dende le sonrió. A continuación miró a su hijo con hastío – Vamos, hijo. Es Pan. ¿No te acuerdas de ella?. Habéis jugado juntos mil veces.
El niño soltó los faldones de la túnica de su padre y se acercó a ella lentamente, agachando su enorme cabeza a modo de saludo.
— Estoy encantado de volver a verte – dijo con tono solemne. A Pan siempre le hacía gracia el carácter del niño.
Piccolo, quien hasta el momento había permanecido sentado en el aire, meditando, también se acercó a ellos. Al verlo, la niña le sonrió. Él le devolvió la sonrisa.
— ¿A qué debemos tu visita, pequeña? —preguntó, al tiempo que le acariciaba la cabeza.
— Mi padre también viene en camino; quiere invitaros a la boda del tío Goten.
— ¿¡Que Goten se casa!? – exclamó Goku —. ¿¡Con quién!?, ¿¡Cuándo!?
Pan lo fulminó con la mirada y le dio la espalda, cruzándose de brazos. Su abuelo se acercó a ella, contrariado.
— Oye, Pan —dijo, acuclillándose a su altura —. ¡Soy yo! ¡El abuelo! ¿No te acuerdas de mí?
— ¡¡Me acuerdo perfectamente, gracias!! – bufó ella, volviendo a darle la espalda —. Ven conmigo Neke, vamos a jugar.
Se llevó al niño, prácticamente a rastras, al otro lado del Palacio y trató de jugar con él. Pero Neke no se atrevía a volver a levantar la pelota. La evidente hostilidad de Pan le daba tanto miedo que comenzó a llorar. Totalmente frustrada, la niña soltó un grito y se sentó en el suelo.
— ¿Qué le pasa? – preguntó Ub. Goku se encogió de hombros.
— No lo sé. Iré a hablar con ella — pero Piccolo lo agarró del hombro y negó con la cabeza.
— Yo le daría un tiempo. Está dolida contigo.
— ¿Conmigo? —Goku no daba crédito —. ¿Por qué?
Piccolo puso los ojos en blanco.
— No todo el mundo está dispuesto a soportar tus irresponsabilidades gratuitamente, Goku. Pan no es como Gohan. Tu hijo tuvo que madurar a marchas forzadas y aprender a ver a su padre como una figura ausente la mayor parte del tiempo, ella no. Ella sólo era una niña cuyo abuelo se marchó, sin darle ni una explicación, sin tan siquiera despedirte de ella ¿En qué lugar te deja eso?
Goku se quedó sin réplica. Miró hacia su nieta, quien permanecía sentada en el suelo, y tragó saliva.
En ese momento, todos sintieron la energía de Gohan acercándose hacia el Palacio. El joven no se hizo esperar, mostrándose tan sorprendido como Pan de encontrar allí a Goku.
— ¿Papá? ¿Qué haces aquí?
— Hola, hijo — le dedicó una tímida sonrisa. Por un momento temió que Gohan también estuviese enfadado con él —. Anoche finalizó el entrenamiento de Ub. Estábamos descansando un poco antes de volver a casa.
Goku respiró aliviado cuando Gohan lo abrazó. El saiyano le devolvió el abrazo, sintiendo un renovado afecto por su hijo.
— Entonces, este es el famoso Ub —sonriente, Gohan le ofreció la mano —.Tienes una energía extraordinaria. Todos seguíamos tu entrenamiento a diario.
— En… encantado —respondió el muchacho con timidez. Había escuchado que el hijo de su maestro era incluso más fuerte que él. Algo que le resultaba inconcebible.
— ¿Te gustaría venir a la boda de mi hermano? Va a ser toda una celebración.
El muchacho se sonrojó, mirando a Goku en busca de aprobación. Su maestro asintió.
— Sería un placer — concedió al fin.
Gohan les puso al día de la situación en casa. Goten y Marron se habían enamorado hacía dos años. Desde entonces, Krilín y A-18 habían insistido en que se casasen. Chichi se había mostrado reticente al principio, alegando que eran demasiado jóvenes para ello, pero cuando Krilín le recordó que ella se casó a los diecinueve, no le quedó más remedio que tragar.
Goku escuchaba, mirando de soslayo a Pan. La niña había comenzado a entrenar, lanzando puñetazos y patadas al aire.
— No te preocupes, papá —dijo Gohan, percatándose de la inquietud de su padre —. Estoy seguro de que, en el fondo, se alegra de verte. Lleva unas semanas difíciles con todo lo de la boda. Hablaré con ella.
— ¡¡Estoy perfectamente!! —gritó Pan desde el otro lado del Palacio —. ¡¡Nadie tiene que hablar conmigo para nada!!
En un arrebato, la niña alzó el vuelo, huyendo a toda velocidad. Quería desaparecer de allí a toda costa. ¿Es que nadie entendía como se sentía? Se había imaginado mil veces cómo reaccionaría su abuelo al verla, pero en ningún caso había esperado aquello ¿Ni siquiera una disculpa por todos estos años? ¿Acaso era idiota? La actitud de su padre también la había sacado de quicio. Había albergado una tenue esperanza de que su padre le pusiera en su sitio, pero en lugar de eso, le había abrazado como si no hubiese pasado nada. ¿Es que nadie tenía una gota de sangre en las venas?
Sin apenas darse cuenta, había llegado a la Capital del Oeste. La gigantesca cúpula de la casa de los Brief sobresalía sobre el resto de edificios como una oda a la ostentación. Pan se dirigió hacia allí. Cualquier cosa antes que volver a ver a Marron probarse otra vez el vestido de novia, o tener que escuchar a la abuela repasando una vez más la lista de invitados.
El enorme jardín de los Brief lucía al sol de la mañana. La cuadrilla de jardineros que se afanaban en podar el césped y retocar los setos con el máximo esmero apenas se sorprendieron al verla. Estaban más que acostumbrados a ver a la gente volar en aquella casa.
Después de presentarse, el mayordomo le abrió la puerta y Pan pasó al enorme recibidor. La niña comenzó a recorrer los pasillos esperando no perderse. Aquella casa era tan enorme que no lograba recordar dónde estaba cada cosa.
Siguiendo el eco de un sonido martilleante, la niña llegó hasta el laboratorio. Bulma, la madre de Trunks y Bra parecía estar trabajando en algún prototipo de nave en compañía del señor Brief.
— ¡Pero si es Pan! —exclamó la mujer al verla, quitándose las enormes gafas de trabajo y soltando el soplete que sostenía entre las manos —. ¿Qué haces aquí, cielo? Trunks me contó lo de la boda. ¿Vienes a traernos las invitaciones?
— De eso se encarga mi padre, imagino que vendrá dentro de un rato —respondió —. ¿Está Bra en casa, señora Brief?
La mujer frunció ligeramente el ceño.
— Aún soy joven para que me llamen señora — respondió ofendida —. Ya les gustaría a muchas jovencitas tener esta figura —dio una vuelta sobre sí misma y sonrió, tratando de resultar sexy. Algo que quizá hubiese logrado de no llevar puesto un mono de trabajo.
— Ya se te ha empezado a caer la piel del cuello —señalo el señor Brief —. Tu madre a tu edad tenía el pecho mucho más firme que tú, hija.
— ¡¡Papá!! —Bulma le lanzó una llave inglesa que esquivó por poco. El objeto golpeó en la luna de la nave, haciéndola añicos —¡¡Mira lo que has hecho!!
— ¡¡Pero si has sido tú!!
— ¡¡Por tu culpa, viejo salido!! —Bulma se disponía a lanzarle una caja de herramientas, pero al recordar que Pan seguía allí, adoptó una actitud dulce —Pan, cielo… Bra está en el jardín interior, probando un nuevo juguete de su invención. Ve a verla.
Al salir de la habitación, un nuevo golpetazo evidenció que esta vez, Bulma había dado en el blanco. Pan no tardó en encontrar el jardín, en el que centenares de especies animales, dinosaurios incluídos, parecían huir despavoridos de algo. Intrigada, la niña se abrió paso entre la maleza, encontrando a Bra apuntando a una diana con una pistola. Pan conocía de sobra el gusto de Bra por las armas de fuego, y supo de inmediato que los socavones del suelo habían sido otras dianas momentos antes.
— Has vuelto a cortarte el pelo — la niña parecía una versión en miniatura de la propia Bulma. El pelo, liso y violáceo, le caía sobre los hombros —Pareces un chico.
— El pelo largo me molesta para entrenar. Si lo probaras no tendrías que depender tanto de esos cacharros.
Las dos se miraron con el ceño fruncido y, acto seguido, se echaron a reír, abrazándose.
Bra era su mejor amiga, aquella con quien siempre podía hablar de cualquier cosa y quien, a pesar de su visión radicalmente opuesta sobre la vida, solía hacerla entrar en razón. Ambas se dirigieron hacia la parte exterior del jardín, donde todos los animales permanecían arrinconados. Al ver a Bra, todos huyeron despavoridos en direcciones aleatorias.
— Panda de cobardes —siseó la niña, echándose el pelo hacia atrás.
Las dos se sentaron en dos hamacas junto al enorme estanque que los Brief habían dispuesto en aquella selva en miniatura. Un mayordomo les trajo un vaso de leche con galletas.
— ¿Has visto a tu abuelo? —preguntó mordiendo un minúsculo trocito de galleta y apartando el resto en un gesto remilgado.
— Sí —Masculló Pan. El mero recuerdo le ponía de mal humor —Está como siempre. Bueno, no. Bastante más idiota. ¡Ni siquiera se ha dignado a pedirme perdón!
Bra rio por lo bajo.
— Mi padre es igual. Debe ser cosa de saiyanos.
— Nosotras somos saiyanas, igual que tu hermano, y que mi padre y mi tío —señaló Pan —, pero no vamos por ahí dejando tirada a la familia.
— Tu abuelo es una persona muy especial —ambas se giraron para ver a quien acababa de hablar. Bulma se había cambiado de ropa y lucía una camiseta blanca, muy ceñida, y pantalones vaqueros—. Yo fui la primera a la que conoció cuando no era mucho mayor que vosotras. Seguro que no lo sabías.
— N… no —reconoció Pan. Había escuchado historias sobre Goku salvando al mundo mil veces, pero la idea de imaginárselo como un niño se le antojaba rara, demasiado rara.
— Tu abuelo se crio sólo en la montaña y, cuando yo lo encontré, apenas sabía nada sobre el mundo. Era un niño salvaje que se había pasado la mayor parte de su infancia en soledad. Él nunca tuvo una familia a la que sentirse apegado y, cuando formó la suya, las circunstancias lo llevaron a permanecer separado de ellos largos periodos de tiempo. Tanto como Goku, como Vegeta, han tenido infancias muy atípicas para cualquier niño terrícola y por eso a veces les cuesta entender las necesidades de un niño. Pero eso no significa que no nos quieran, a su manera. Estoy convencida de que tu abuelo estará preocupado por ti en estos momentos.
Pan guardó silencio, digiriendo aquella información. Seguía enfadada, pero sentía que la furia que momentos antes había bullido en su interior comenzaba a enfriarse.
— No lo parece —respondió, dispuesta a no dar su brazo a torcer —. Podría venir aquí ahora mismo con el shunkanido, pero debe estar demasiado ocupado limpiándole los mocos a ese imbécil.
— ¿Y qué te va a decir? —Preguntó Bulma —. Probablemente sea la primera vez que se le plantea esta situación y no sepa cómo responder. Se ha pasado media vida en soledad, y la otra media preocupado por salvar la Tierra de una amenaza u otra. Nunca tuvo tiempo de ejercer de cabeza de familia responsable. No te voy a decir que lo perdones ya, pero prométeme que al menos lo intentarás.
Pan suspiró, vaciando el vaso de leche de un solo trago.
— Me lo pensaré —concedió finalmente.
Pan pasó el resto del día en casa de los Brief. Bulma telefoneó a Gohan para decirle que la niña estaba con ellos y que necesitaba un poco de tiempo para reflexionar, de modo que éste accedió a que durmiese allí. Alejarse de las presiones de casa le vendría bien, y más ahora que Goku había decidido volver a casa.
Se fuerte, hazte grande pero no pierdas la inocencia de tu corazón...

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Re: Fanfic: Dragon Ball GT por Mutaito

Mensaje por Arwen »

Capítulo 3: De viejos y nuevos lazos.
Spoiler:
A medida que la fecha de la boda se acercaba, el caos parecía haber llegado a su punto álgido en el hogar de los Son. A pesar de que todo el mundo se había volcado con los preparativos, la modesta casita de campo no estaba preparada para albergar a tanta gente. La llegada del cabeza de familia, acompañado de su discípulo, había pillado a todo el mundo por sorpresa, y aunque Chichi había reaccionado rápido al encomendarles cientos de tareas, Goku acababa ingeniándoselas para escaquearse y disfrutar de su recién ampliada familia. Solía matar el tiempo charlando con el padre de la novia. Ambos compartían risas y anécdotas, e incluso se habían permitido un simulacro de combate en el que Krilín no había salido bien parado.

— No deberías haberlo hecho — A-18 había recogido a su maltrecho marido, llevándolo en brazos hacia el interior de la vivienda —. ¡Mira cómo estás! Ha estado a punto de matarte.

Al verlo, Chichi ahogó un grito. Llevaba encima un ramillete de guirnaldas y se disponía a colocarlas por todo el jardín.

— ¿¡Pero qué le ha pasado!? —bramó al verlo, dejándolas caer al suelo.

La A-18 la miró con frialdad. Nunca le había caído bien aquella mujer, pero en los últimos días había comenzado a detestarla. Era mandona y escandalosa, y parecía pensar que el atolondrado de su hijo era demasiado bueno para Marron. Había estado tentada a darle un bofetón en más de una ocasión, pero su parentesco con Satán se lo impedía. Si jugaban bien sus cartas, no tendrían por qué preocuparse por el dinero nunca más.

— Tu marido —repuso secamente, dejando a Krilín con cuidado en el sofá.

— ¡Ay, este hombre! —suspiró Chichi con indignación —. Llega después de nosecuántos años y todo lo que se le ocurre es ponerse a pelear con sus amigotes cuando tendría que…

— No pasa nada — terció Krilín. Tenía un enorme moratón en el centro de la cara y sangraba abundantemente por la boca. Había bastado un único puñetazo para hacerle morder el polvo —. Goku ya ha ido a buscar alubias senzu; en nada estaré curado.

— ¡Eso espero! Querrás ir presentable a la boda de nuestros hijos —Chichi recogió las guirnaldas y continuó su travesía hasta el jardín hablando sola.

— Qué mujer tan detestable —bufó la A-18.

— Chichi tiene carácter, sí —Coincidió Krilín, llevándose las manos a la inflamada mandíbula —. Pero cualquier mujer que se atreva a formar una familia con un saiyano ha de tenerlo. Deberías haberla visto hace años; tan bonita, tan alegre… — al ver la cara de su mujer, Krilín se detuvo en seco —. ¡Quiero decir… que es del tipo de persona que lo da todo por su familia! ¡Mira todo lo que está organizando para la boda de Goten!

En ese momento, Goku apareció en la habitación. Portaba una bolsita de cuero marrón, de la que extrajo una pequeña judía.

— ¡Lo siento! —se disculpó de nuevo, ofreciéndole la judía a la androide, quien se la arrebató de un manotazo —. Me he dejado llevar y no he controlado mi fuerza como debería.

— Y pensar que hace años estábamos casi igualados… Es humillante — Krilín abrió la boca y su mujer le introdujo la alubia. Acto seguido, sus heridas desaparecieron y se levantó del sofá de un salto —.¡Curado!

— No se te ocurra volver a pegar a mi marido. ¿Me oyes? —Se cuadró ante Son Goku y lo fulminó con la mirada —. La próxima vez que tengas ganas de golpear a alguien, prueba con tu mujer, lleva tiempo pidiéndolo a gritos.

Antes de que Goku tuviese tiempo de responder, ella dejó la sala de estar, encaminándose a la habitación que habían dispuesto para su familia en la primera planta. Aquel día estaba especialmente de mal humor. Llevaba casi una semana dándole vueltas al mismo tema y no estaba segura de qué era lo que quería. ¿Qué debía hacer? Llevaba años sin verle, y no estaba segura de querer volver a hacerlo. La última vez él le había dejado muy claro que no quería formar parte de aquella pantomima de familia. ¿Debía volver a intentarlo una vez más?
Apenas durmió aquella noche. Su mente divagaba entre sucesos acaecidos hacía más de dos décadas. Casi no recordaba nada de la vida que ambos habían tenido como humanos, sólo alguna imagen difusa carente de significado. El doctor Gero los había matado y reconvertido sus cuerpos en perfectas máquinas de matar para perpetrar su plan de venganza y todo lo que les había contado era que ambos eran hermanos gemelos, bandidos en su anterior vida, a los que nadie echaría nunca de menos. Ambos habían acordado que jamás estarían sujetos a las limitaciones emocionales de los seres humanos y que vivirían conforme a sus propias reglas, y ella había roto el pacto. Después de lo de Cell, ella había comenzado a empatizar más y más con Krilín, sintiendo que otro tipo de vida era posible para ella. Había tratado de arrastrar a su hermano a aquella vida, convenciéndolo de que no estaría tan mal volver a ser humanos. Pero él había rehusado, alegando que aquello no estaba hecho para él.
Por la mañana, se atrevió a confesarle sus dudas a Krilín. Sabía de antemano que su esposo no era amigo de contradecirla en nada, pero había esperado que aquella vez se negase en redondo. Sorprendentemente, éste se mostró abierto a la idea.

— Creo que deberías intentar que viniese. A fin de cuentas, es su sobrina la que se casa.

— No creo que eso le importe lo más mínimo —replicó ella. Conocía de sobra a su hermano para saber que eso no lo ablandaría —. Ni siquiera la conoce.

Krilín titubeó. La sonrisa se le borró de golpe de la cara.

— El caso es que... quizá debí contártelo en su momento...

— ¿A qué te refieres? —preguntó la androide bruscamente.

— ¿Recuerdas aquella vez que Marron tuvo tantísima fiebre? La pobrecita no podía dormir y se pasaba las noches tosiendo — claro que lo recordaba. La pequeña no tendría ni un año y había llegado a temer por su vida. Como androide, ella no estaba acostumbrada a lidiar con la fragilidad de los seres humanos y aquello la había sobrepasado —. Una noche me desperté y no la escuché toser, bajé a ver como estaba y allí estaba él, en la ventana, contemplándola mientras dormía. Me asusté y estuve a punto de gritar, pero antes de poder hacerlo me puso la mano en la boca, negó con la cabeza y se marchó.

Ella lo miró sorprendida, digiriendo aquella información.

— Mi hermano…

— No es tan malo como él quiere hacer creer. Estoy seguro de que, en su fuero interno, desea lo mismo que tú. Aunque sea demasiado orgulloso para reconocerlo.

La A-18 frunció el ceño, molesta con su esposo. ¿Por qué había decidido ocultarle algo así? Si su hermano había ido a ver a Marron, ella debía haberlo sabido.

— Te… tenía miedo de que al saber de él… bueno… pudieras… — comenzó Krilín, temeroso al ver la cara de enfado de su esposa.

— ¿Volver a las andadas? — preguntó, anticipándose a él —. ¿Acaso crees que os habría dejado tirados? ¿¡Es eso!?

Ella alzó la mano para golpearle. Pero al darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer, la bajó de golpe. Hacía años que no perdía el control de aquella manera, y nunca antes con su esposo, que en ese momento la miraba aterrorizado.

— Yo… lo siento —musitó, agarrándole la mano a Krilín.

— No. Perdóname tú a mí. Debí contártelo en ese momento.

— En cualquier caso, no importa. No sé dónde está y tú tampoco puedes localizar su energía. Puede estar en cualquier parte del mundo y no tenemos tiempo de dar con él.

En ese momento, Krilín abrió los ojos como platos y acto seguido, sonrió de oreja a oreja.

— ¡Lo tengo! —dijo triunfante —. ¡Sé cómo encontrarlo!

— ¿¡En serio!? —. La A-18 lo miró atónita.

— Cuando pierdes algo… ¡Ven, sígueme!

Krilín agarró a su esposa del brazo y ambos salieron de la casa a toda velocidad, alzando el vuelo. Ella no tenía ni idea de qué era lo que había pensado su marido, pero lo siguió sin hacer preguntas. En unos minutos llegaron a un desierto, entre cuyas dunas alguien había construido una enorme edificación.

— ¿Qué es este sitio?

— El palacio de Baba la Adivina, la hermana mayor del maestro Mutenroshi. Ella nos ayudará a encontrar al A-17.
Los dos descendieron lentamente. El asistente de Baba, un pequeño fantasma ataviado con un sombrero oriental, les estaba esperando.

— ¡Buenos días! —les saludó el diminuto espectro —. Me alegro de verle. Usted ya está familiarizado con nuestra manera de proceder, de modo que, ¿qué va a ser? ¿Eligen pagar la cantidad estipulada por la señora Baba, o eligen combatir?

— Combatir —dijo Krilín con una sonrisa pícara —. Esto acabará ráp…

— ¡Alto!

Una anciana arrugada, vestida con ropajes negros y un sombrero picudo salió a recibirlos montada sobre una bola de cristal. Parecía de mal humor.

— Buenos días, abuela —Le saludó Krilín —. Veníamos a…

— Sé a lo que venís. No tengo ganas de hacer perder el tiempo a mis guerreros en una lucha que no pueden ganar —siseó con desdén —. Que sepáis que esto es un abuso, debería prohibiros la entrada a mi local… pero en fin, supongo que todos estamos en deuda con vosotros por las muchas veces que habéis arriesgado el pellejo por la Tierra. Pasad dentro.

La anciana los invitó al interior de su Palacio, una serie de túneles y galerías de lo más lúgubres. La A-18 no tenía ni idea de qué iban a hacer allí ¿Una adivina? Siendo hermana del viejo verde no podría ser alguien de fiar, aunque su esposo parecía tener muy claro que así podrían dar con el A-17, de modo que mantuvo la boca cerrada.
La adivina los condujo a una sala circular, invitándolos a retroceder para dejarle espacio. Acto seguido, se bajó de la bola y comenzó a deslizar sus manitas arrugadas por la superficie, entonando un cántico gutural.

— ¿Qué es lo que habéis perdido? —preguntó de mala gana —. ¿Una joya? ¿Un reloj? ¿Otra bola de dragón?

— A mi hermano — respondió la A-18.

— Así que un hermano desaparecido… ¡Oh, bola de cristal, revélanos dónde se encuentra el hermano de la joven!

La superficie de la esfera comenzó a brillar y a mostrar una imagen, al principio difusa. Finalmente, la silueta del A-17 apareció nítida en su interior.

— Está en una zona montañosa a unos catorce kilómetros al este de la Capital del Norte. Concretamente en el punto Yk94-6 del área 6.

— ¿Está segura? —preguntó la androide, escéptica.

— ¡Por supuesto que sí! ¡Nunca he fallado encontrando nada! —la bruja sacó pecho, dándose aires —. ¡No vas a encontrar nadie mejor que yo en ese sentido!

— ¡Muchas gracias, abuela! — Krilín junto ambas manos y agachó la cabeza en un gesto de agradecimiento —. Partimos inmediatamente.

Ambos dejaron atrás el palacio y se dirigieron a la Capital del Norte. La última vez que Krilín había ido allí había sido precisamente el día que conoció a su mujer. No pudo evitar sonreír al pensar en lo extrañas que habían sido las circunstancias de su relación.
Siguiendo las indicaciones de la adivina, la pareja llegó a una zona montañosa, salpicada por imponentes bosques de coníferas. Krilín comenzó a sentir el frío lacerando su piel, y por un momento envidió la condición de su esposa; ella no sentía frío ni calor, tampoco sufría cansancio o vejez.

— Debería estar por aquí —dijo —. Si buscamos entre los dos acabaremos dando con él.

— No — respondió ella, lacónica —. Es mejor que vaya yo sola.

— ¿Segura?

La A-18 asintió, dedicándole una sonrisa.

— No te preocupes, no me hará nada. Tú vuelve a casa de los Son y procura no contarle nada a la niña. Lo haré yo cuando vuelva.

Krilín dudó, pero sabía que no había discusión posible, de modo que, finalmente asintió y ambos se despidieron con un beso.

— Ten cuidado —dijo antes de partir.

La androide cogió aire y descendió hasta tocar tierra. Notaba el corazón latiéndole a mil por hora. ¿Qué iba a decirle? Apenas lo había pensado. Lo único que había sabido de su hermano en veinte años era lo que Krilín le había contado aquella mañana. ¿Se habría humanizado igual que ella? ¿le reprocharía el haberse vuelto una humana?
El sonido de un disparo interrumpió sus pensamientos. La A-18 se dirigió hacia la fuente del sonido a toda velocidad, encontrándose con un joven moreno de pelo, largo y liso, vestido con un pesado abrigo de piel. A pesar del distinto color de pelo los dos hermanos tenían exactamente los mismos rasgos.
El joven, que en ese momento cargaba con un enorme oso al hombro, soltó la pieza de golpe al ver a su hermana.

— Eres tú —dijo sin ocultar su sorpresa —. ¿Cómo me has encontrado?

— Me gustaría hablar contigo — respondió ella.

— Pues tú dirás, hermanita —el tipo le dirigió una sonrisa descarada —. No voy escaso de tiempo, pero tampoco me gusta perderlo tontamente.

— Krilín… Krilín me ha contado que tú…

El A-17 sonrió.

— El hombrecillo se fue de la lengua, ¿no? tal vez debí matarlo —su hermana le dirigió una mirada asesina y se cuadró, dispuesta a luchar contra él —. Vamos, vamos… era sólo una broma. ¿Desde cuándo has perdido el sentido del humor? Ya sé lo que ese humano significa para ti; de otra manera no habrías engendrado con él a esa mocosa.

— Esa mocosa es de tu sangre —le espetó ella, dando un paso al frente —. Y ya tiene diecinueve años.

— ¿Tantos? No se me da bien calcular el tiempo —dijo burlón —. A este paso no tardará en parecer más vieja que tú.

— Tch… está claro que no ha sido una buena idea venir.

Ella ya se disponía a alzar el vuelo y marcharse de allí, pero él la detuvo agarrándola del hombro.

— ¿A qué has venido, A-18? —por primera vez, su rictus denotaba seriedad —. No creo que simplemente pasases por aquí y te haya dado por saludar.

Estuvo a punto de zafarse de un hermano de un tirón y marcharse. Estaba claro que seguía siendo igual que siempre y no tenía sentido querer que formase parte de la vida de Marron. Pero en el último momento, decidió quedarse.

— Marron… Marron va a casarse — comenzó insegura —, con el hijo de Son Goku.

Contra todo pronóstico, el A-17 comenzó a reírse a mandíbula batida.

— ¡Tu hija… con el hijo de Son Goku…! —repitió a duras penas entre risotadas —. ¡Si ese maldito Doctor Gero levantase su espachurrada cabeza…! ¡No conozco a esa cría, pero tengo que reconocer que me cae bien!

Ella se cruzó de brazos y esperó pacientemente a que su hermano terminase de reir.

— Había pensado que, dado el interés que tuviste a la hora de acercarte a mi hija sin avisar, tal vez quisieras dejarte caer por la boda y que por fin conozca a su tío.

La sonrisa desapareció del rostro del joven inmediatamente.

— ¿No lo estarás diciendo en serio? —preguntó estupefacto —. ¡Sí, lo estás diciendo en serio! ¿Has perdido el juicio? ¿Qué pinto yo entre todos esos terrícolas, saiyanos y namekianos? Ya te lo dejé bien claro hace años; esa es tu vida, no la mía. En cuanto a tu cría, fui a verla para comprobar qué era eso que había hecho que mi hermana se olvidase de quién era. Confieso que no pude sentirme más decepcionado. ¡Un simple trozo de carne rosada respirando a duras penas en su cuna! Tan frágil… tan vulnerable... ¿Esa era la vida que querías? ¿Parir a esa pequeña criatura inútil y sacrificar tu vida por ella?

Ella alzó una mano, apuntando directamente a su hermano con ella.

— Una palabra… una sóla palabra más sobre mi hija y te prometo que te haré saltar por los aires.

El A-17 se encogió de hombros y sonrió.

— Vamos... ¿Estás segura? Sabes de sobra que soy más fuerte que tú... Sí, probablemente esos nuevos amigos tuyos me encontrarían y me matarían después pero, ¿Quieres dejar a la pequeña sin su madre? Baja esa mano; a ninguno de los dos nos conviene luchar entre nosotros.

Ella titubeó, estaba henchida de rabia y deseaba hacerle pagar por su insolencia, pero finalmente, bajó el brazo. El A-17 tenía razón; ninguno ganaría nada si luchaban entre sí. Por nada del mundo dejaría solos a Krilín y a Marron.

— Eso es, hermanita. Sabes lo que te conviene — el A-17 cargó el oso a su espalda y, después de dedicarle una última sonrisa se alejó, caminando lentamente —. Me ha alegrado verte. Espero que la próxima vez, sea para algo importante.

Después de un último titubeo, la A-18 se marchó de alli sin volver la vista atrás.
Se fuerte, hazte grande pero no pierdas la inocencia de tu corazón...

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Arwen
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Re: Fanfic: Dragon Ball GT por Mutaito

Mensaje por Arwen »

Vamos con el capítulo 4. Quizá me esté extendiendo un poco con la boda de las narices, pero me quiero tomar mi tiempo profundizando en unos personajes sobre los que apenas se ha horadado. Decir que en este capítulo me he alejado un poco de lo típico y me he atrevido a meter algo, quizá no tan popular, espero que aún así no os choque demasiado.


Capítulo 4: El todo que fuimos. El que nunca seremos.
Spoiler:
La claridad del mediodía se filtraba a través de las rendijas de la persiana, llenando la habitación de diminutos segmentos de luz. Trunks se despertó empapado en sudor, tenía la boca seca y el regusto a alcohol aún perduraba. Torpemente, se incorporó y recorrió la estancia con la mirada, tratando de recordar Cómo había llegado allí.

Desubicado, tardó unos segundos en tomar consciencia de la situación. El bulto que yacía a su lado se movió ligeramente, sobresaltándolo. Trunks levantó las sábanas y comprobó que estaba desnudo.

Se levantó y buscó su ropa a tientas, ya era la quinta noche que salía y acababa perdiendo la noción de sí mismo por culpa del alcohol. Cada mañana se prometía no volver a caer en lo mismo, trataba de mantenerse ocupado durante el día, pero al llegar la noche…

En ese momento, su amante se rebulló entre las sábanas, apareciendo a los pies de la cama y dedicándole una cálida sonrisa.

— Buenos días, campeón — aquel tipo lo miraba con ternura; sus ojos negros brillaban con satisfacción.

Trunks forzó una sonrisa cortés al tiempo que se apresuraba a vestirse. No recordaba su nombre, ni tenía el mínimo interés en hacerlo. Sólo era el último de una larga lista de chicos de ojos negros y pelo enmarañado. Todos habían servido como bálsamo momentáneo para su aflicción, y todos le habían decepcionado enormemente al día siguiente.

Al ver que se vestía, el chico lo miró con desconcierto.

— ¿Ya te vas? —preguntó con picardía — Aún nos queda el desayuno…

— Lo siento, pero tengo el día ocupado —respondió él —. Mañana se casa mi mejor amigo, y tengo que organizar la despedida de esta noche.

— Lo sé, lo sé —el chico puso los ojos en blanco —. Tu mejor “amigo”, el mismo del que no parabas de hablar anoche.

— Ese mismo — rezongó Trunks molesto. Lo que aquel tipo pensase de él le traía sin cuidado, pero no le hacía gracia que cualquiera pudiese leerlo tan fácilmente —. En fin, me marcho ya.

— ¡Pero espera! Me llamarás al menos ¿No? Te he dejado mi número en el bolsillo del pantalón.

— Sí, sí —mintió Trunks —. Bueno, hasta la vista.

Al salir a la calle, se decidió en volver a casa dando un paseo. Seguía en la capital del Oeste, por lo que su casa no quedaba demasiado lejos. De camino, se dedicó a pensar en el futuro. ¿Qué estaba haciendo con su vida? No había vuelto a aparecer por la facultad desde hacía semanas, y tampoco se sentía con ganas de hacerlo. El hecho de que Goten se casase en un principio le había alegrado, como a todos, pero a medida que se había ido acercando la fecha del enlace, se había apoderado de él un sentimiento de melancolía del que no lograba desprenderse. Todo el mundo había dado por hecho que la organización de la despedida de soltero les correspondía tanto a él como a Gohan, y aunque la idea no le hacía ninguna gracia, había terminado accediendo. Trunks tenía más que asumido que lo que deseaba era imposible. Había aprendido a sobrellevarlo lo mejor que había podido y con el tiempo, había logrado que aquel tema pasase totalmente a un segundo plano. ¿Por qué ahora le dolía de aquella manera? ¿Acaso era tan egoísta como para no alegrarse por Goten?

Como de costumbre, la mansión de los Brief era un hervidero de actividad. Los sirvientes entraban y salían de los edificios aledaños, poniendo a punto el jardín y cuidando cualquier detalle para ganarse la aprobación de sus señores. Todos ellos sabían de lo poco dada que era aquella familia a escatimar en gastos.

Trunks cruzó el jardín, saludando con parsimonia a los empleados, que agachaban la cabeza a su paso. Ignoró las miradas de varias jovencitas y pasó al interior, donde un mayordomo salió a recibirlo con aire solemne.
— Bienvenido a casa, joven señor. ¿Se ha divertido esta noche?

— No ha estado mal —respondió, encogiéndose de hombros —. ¿Pan sigue por aquí?

— Sí, señor. Está entrenando con su señor padre. Ambos llevan desde el amanecer en las cámaras de gravedad del sótano.

Pan había decidido quedarse unos días hasta que se calmasen los ánimos en su casa. La pequeña había encontrado un filón en las cámaras de gravedad y solía invertir más de la mitad del día en machacarse el cuerpo con condiciones cada vez más duras. Aunque al principio había protestado, Vegeta había tardado poco en tolerar la compañía de la niña.
Trunks subió a ducharse y, después de ponerse ropa de deporte, bajó hasta el sótano. Hacía años que había logrado que su padre desistiese en sus intentos de entrenarlo, pero extrañamente, aquel día le apetecía liberar endorfinas y no pensar en nada.

Pan y su padre compartían espacio, sin interactuar lo más mínimo. Ambos saltaban, fintaban y descargaban golpes, luchando contra algún enemigo imaginario sin mediar palabra. Al ver a Trunks, la pequeña se detuvo y corrió a saludarlo.

— ¡Trunks! —Pan le sonreía abiertamente —. ¿Vienes a entrenar con nosotros?

— Había pensado en calentar un poco, sí. ¿Cómo va el entrenamiento con mi padre?

— Vegeta no me hace ni caso —dijo, mirando con desprecio al saiyano, quien al oír que Trunks iba a entrenar con ellos, también se detuvo —Dice que sólo sería un estorbo para él.

— ¿Qué mosca te ha picado? —preguntó su padre, alzando una ceja con incredulidad —. Llevas años sin aparecer por aquí.

— Quizá por eso necesite un poco de entrenamiento. Últimamente me noto oxidado — convino Trunks.

Vegeta esbozó algo parecido a una sonrisa y se acercó hasta el modulador de gravedad. Después de girar la rueda, Trunks y Pan notaron cómo sus pies se clavaban en el suelo con una fuerza increíble.

— La hija de Gohan es muy fuerte para su edad, pero aún está lejos de suponer un reto —Vegeta se quitó la camiseta y se cuadró —. Quizá si atacáis los dos juntos… ¿Qué os parece? Podéis transformaros en supersaiyanos, si queréis. Aunque bueno… igual tú ni recuerdas cómo se hace.

Trunks sonrió. Llevaba años sin practicar, pero sabía que no le costaría nada. A fin de cuentas, si algo le sobraba en ese momento era ira contenida. Al hacerlo, notó cómo su cuerpo se libraba de la enorme presión que su propio peso ejercía sobre él; se sentía liviano y poderoso. Por un momento, llegó a sentir aquel gusto febril por el combate del que hablaba su padre.

— Tch… ¿Eso es todo? —observó Vegeta, sin disimular su decepción —. Esta cría es más fuerte que tú, ¡Vamos, Pan. Enséñaselo!

La niña también se transformó, dirigiéndole a Trunks una mirada de suficiencia. Vegeta no mentía, la energía que emanaba la mocosa era más potente que la suya. Sin embargo, aquella energía tan potente se quedó en nada cuando Vegeta hizo lo propio. La energía de su padre llenaba la estancia, emanando una hostilidad que le puso los pelos de punta. Trunks retrocedió un paso por puro instinto, los años le habían enseñado a no precipitarse en lo que atacar a su padre se refería. Pero Pan, más joven e inconsciente, se lanzó sin pensar.

La chiquilla descargó una lluvia de golpes sobre Vegeta, intentando en vano golpear su cuerpo. Cada golpe era esquivado, rechazado o bloqueado un instante antes de que los puños y las piernas de Pan llegasen a su objetivo. No obstante, a pesar de la abrumadora superioridad de su padre, Trunks se percató de que éste no perdía de vista a la niña. La mantenía a raya, sí. Pero parecía exigirle más de lo que cabría esperarse.

En un instante, el saiyano atrapó los puños de Pan con ambas manos, inmovilizándola y dirigiéndole a su hijo una mirada hostil.

— ¿¡Vas a atacar algún día!? —Acto seguido lanzó a Pan al suelo, quien se rehízo con soltura y volvió a lanzarse al ataque.

Trunks tragó saliva y finalmente se decidió a atacar, uniéndose a Pan su acometida. Esta vez, Vegeta se vio obligado a pasar a la ofensiva para zafarse de ambos. Envió a Pan contra una de las paredes de un bofetón y le propinó a su hijo un gancho en la boca del estómago. Trunks aulló, doblándose en el suelo de rodillas. El dolor recorría todo su cuerpo. No obstante, era justo lo que quería, una sensación clara, una respuesta simple de su cerebro que mitigase un dolor de otro tipo, el que desde hacía semanas atenazaba su corazón.

Aprovechando un momento de guardia baja, el joven lanzó una patada baja que golpeó a su padre en las corvas. No logró hacerle caer al suelo, pero sí le hizo bajar la guardia el tiempo suficiente como para que Pan le conectase un golpe en plena mandíbula. Vegeta retrocedió un paso, rehaciéndose con rapidez. Un hilo de sangre le bajaba de la boca a barbilla.

— Buen golpe — musitó, frotándose la herida con la mano. Su sonrisa evidenciaba sus ganas de batalla.

Haciendo alarde de una asombrosa rapidez, Vegeta apareció a la espalda de la niña y le dio un golpe en el cuello con el canto de la mano. Pan dio una sacudida y dejó de ser una supersaiyana, antes de desplomarse, inconsciente, sobre el suelo.

— A ti no hace falta ni que te remate — le bufó a Trunks, que continuaba en el suelo, agarrándose el estómago —. Esta niña ya es mucho mejor que tú. ¿No te da vergüenza? A partir de hoy entrenarás cada noche. Ya está bien de perder el tiempo por la calle haciendo vete a saber el qué.

El saiyano recogió su camiseta y volvió a su estado normal, saliendo de la sala. Trunks se levantó con esfuerzo y despertó a Pan. El dolor del estómago comenzaba a remitir. Los improperios de su padre hacía tiempo que habían dejado de importarle, al contrario, sabía que, a su manera, Vegeta intentaba espolearlo para mejorar. Quizá fuese buena idea refugiarse en la lucha por un tiempo, aunque el entrenamiento tendría que esperar un día más. Esa noche tendría que encargarse de la despedida de soltero de Goten.

Trunks pasó el resto del día planeando la salida. Había contado con la ayuda de Gohan y de Mr. Satán para organizar la fiesta. El héroe mundial había dispuesto un enorme local en el centro de Satán City y contratado bailarinas, camareras y cantantes para amenizar la velada. Al escuchar aquello, Yamcha, Oolong y el viejo Mutenroshi se habían apuntado sin dudarlo. Habían querido invitar también a Ten Shin Han, a Chaoz y a Piccolo, pero, al igual que Goku y Vegeta, habían rehusado. Krilín también había querido ir, y si bien, era raro que el padre de la novia se apuntase a la fiesta de despedida de su futuro yerno, Goten no había tenido inconvenientes. Estaba tan enamorado de su hija que no pensaba mirar a nadie más.

Al llegar el atardecer, el joven se vistió con uno de sus mejores trajes y se montó en uno de los jets privados de la Capsule Corp. en compañía de Oolong y Yamcha. Trunks nunca había tenido muy claro qué pintaba un antiguo novio de su madre viviendo con ellos en casa, pero la mansión de los Brief era tan grande que a nadie parecía importarle.
Después de tres horas de charla intrascendente, en las que Yamcha se había dedicado a contar historias sobre sus conquistas de juventud y a fantasear con Oolong sobre la idea de las bailarinas, el jet llegó a casa de los Son. Gohan los esperaba, vestido con un traje de raya diplomática que lo hacía parecer bastante más mayor, Goten estaba a su lado con los ojos vendados.

— Perdonad el retraso —Yamcha los saludó alegremente, agarrando a Goten con el brazo y revolviéndole el pelo —. ¡El niño ya se nos casa! ¡Menuda belleza te llevas, canalla!

Goten rio y se dejó zarandear. A diferencia del resto, llevaba ropa informal. Trunks lo miró de arriba abajo. El aire casual siempre le había favorecido, Goten era de aquellas personas a las que el desaliño le sentaba genial, opinión compartida por su futura esposa, pero no por su madre.

Krilín y el viejo Mutenroshi ya habían partido hacía rato hacia Satán City, de modo que, después de prometerle una y mil veces a Chichi que volverían pronto y que no se excederían con el alcohol, Trunks tuvo que ver cómo Goten y Marron se despedían con un cálido beso.

<<Va a ser una noche muy larga — pensó, subiéndose al Jet.

Al llegar al lugar de la celebración, todos ahogaron un grito de sorpresa. Satán no había escatimado en gastos. Había alquilado una enorme azotea de uno de los rascacielos nombrados en su honor y la había llenado de todo tipo de lujos. La estancia simulaba un enorme jardín repleto de mesas bajas con multitud de árboles y flores decorando. Había focos apuntando directamente al cielo, un enorme escenario vacío e incluso una piscina. Krilín charlaba con Satán mientras Mutenroshi iba de aquí para allá, tratando de entablar conversación con las decenas de chicas en bikini que Satán había contratado. Las chicas, vestidas con un escueto bikini y portando bandejas repletas de comida y bebida, sonreían dócilmente a su paso. Al ver aterrizar el jet, todas salieron a recibir al novio, que se puso rojo como un tomate cuando le quitaron la venda de los ojos.

La fiesta se fue animando a medida que avanzaba la noche. Las chicas procuraban agasajar al novio en todo momento, tratando de sacarle a bailar al ritmo de un grupo tan famoso como caro, encargado de amenizar la velada. Trunks tuvo que rechazar varias invitaciones para bailar, la barra era su pista de baile, y la botella la única compañía que precisaba.
En cierto momento, cuando Trunks llevaba más copas de la que podía recordar, Gohan se acercó a la barra, sentándose a su lado. Llevaba la corbata desabrochada y una chica le había robado las gafas, insistiendo en que se metiese con ella en la piscina para quitárselas.

— Vaya locura de noche —dijo mientras le servían una copa —. Mr. Satán se ha pasado con el despliegue, pero mi hermano parece contento.

Goten bailaba con tres chicas a la vez, desenvolviéndose con soltura. Trunks acertó a ver a Krilín mirándolo con desaprobación, aunque los ojos del hombrecillo no tardaron en desviarse hacia el escueto bikini de una chica que pasó a su lado, guiñándole un ojo.

— Sí —repuso Trunks secamente —. Me alegro de que todo haya salido bien.

— Tú no pareces estar disfrutando mucho —observó Gohan. Un ligero rubor alcohólico teñía sus mejillas —. No creas que no te entiendo… no debe alegrarte mucho ver cómo mi hermano se casa ¿Verdad?

Trunks escupió el contenido de su copa, llenando la barra y casi cayéndose al suelo de la impresión.

— ¿¡Qué quieres decir!? —se apresuró a responder —. ¿Cómo no iba a alegrarme por mi mejor amigo? Es sólo que… no tengo mucho ánimo para bailar. Eso es todo.

Gohan sonrió.

— Conmigo no tienes por qué disimular — Gohan puso su mano en el hombro de Trunks —. Llevo tiempo queriendo darte las gracias por todo lo que has hecho por Goten a pesar de las circunstancias. No todo el mundo se habría esforzado tanto para acabar viendo cómo aquel al que ama sube al altar con otra persona.

— Ta… ¿Tanto se nota? — Trunks se había puesto rojo con un tomate —. Mi madre…

— Seguramente lo sepa. Bulma es la mujer más inteligente que conozco, y no creo que no se haya percatado de cómo mira su hijo a mi hermano cada vez que está con él.

Trunks no sabía qué decir. Por un lado deseaba con todas sus ganas desaparecer de allí, aunque por otro, tenía que reconocer que era un alivio poder hablar de esto con alguien, y más con alguien tan próximo al motivo de sus pesares.

— Yo no me preocuparía por Bulma. Ni siquiera por Vegeta. Dudo que le quite el sueño con quién te acuestes. En ese sentido es como mi padre, sólo les preocupa una cosa.

Trunks siempre había creído que su madre lo apoyaría el día que decidiese contarle aquello, pero nunca había sido capaz de predecir la reacción de su padre. Vegeta siempre había sido muy reservado en lo tocante a sentimientos, aunque bien pensado, Gohan tenía razón. Ya se había llevado una decepción con él en lo referente a la lucha, lo único que verdaderamente le importaba, y aun así lo había seguido queriendo.

— Lo que quiero decirte es que todo el mundo te apoyará en esto, incluido mi hermano. Goten no puede darte lo que esperas de él, pero sabrá comprenderte. Creo que deberías sincerarte con él de una vez por todas y quitarte ese peso de encima. Sólo así podrás seguir adelante… En fin, voy a ver si logro recuperar mis gafas.

Gohan le dio una palmada en la espalda y se sumergió entre el maremágnum de chicas en bikini. Trunks se quedó pensando en silencio. Nunca se había planteado contarle nada a Goten. Siempre había pensado que éste se distanciaría al enterarse ¿Debía hacer caso a Gohan? A fin de cuentas, era el hermano mayor de Goten y era quien mejor lo conocía, además de ser el hombre más cabal con el que Trunks se hubiese encontrado nunca.

Después de vaciar otra copa de un trago, se prometió que hablaría con su amigo, pero después de la boda. No quería darle ningún motivo para pensar aquella noche.

La celebración continuó. Una de las chicas subió al novio al escenario y lo sentó en una silla, al tiempo que ella se sentaba en su regazo. Goten reía nerviosamente mientras la muchacha le acariciaba una mejilla. De pronto, toda la gente allí congregada se quedó en silencio al ver a Marron aparecer en escena. Llevaba un sencillo vestido blanco y miraba a Goten con enfado.

— ¡Sinvergüenza! — los rasgos dulces de la chica estaban contraídos en una mueca de furia. Por un momento, a todos les recordó a su madre.

Al percatarse de la presencia de su prometida, Goten se quitó de encima a la chica como pudo y la miró aterrorizado.

— Ca… cariño… —logró componer entre balbuceos —. Yo… yo…

— ¡No hace falta que digas nada! —La muchacha se cruzó de brazos y le dio la espalda —. ¡Anulo la boda! ¡Hemos terminado!

Desesperado, Goten se lanzó a sus pies.

— ¡Por favor, Marron! ¡Ha sido sin querer! ¡Prometo que no volverá a pasar!

Sorprendentemente, la chica comenzó a reírse y le guiñó un ojo. Marron desapareció en una nube de polvo que, tras disiparse, reveló a Oolong riéndose a mandíbula batida. Todo el mundo se unió a la carcajada salvo Goten, que se había quedado demasiado pasmado como para decir nada.

La fiesta continuó hasta altas horas de la noche. Demasiado ebrio para pensar, Trunks accedió a bailar con alguna de las chicas y volvió a bromear con Goten como antes. Recuperado de la broma de Oolong, Goten volvía a estar pletórico, e incluso propuso a Trunks fusionarse como en los viejos tiempos.

— ¡Gotenks también tiene derecho a disfrutar de la fiesta! —farfulló Goten —Venga Trunks… ¡Será divertido!

Trunks palideció. Afortunadamente para él, la Tierra había vivido en paz durante más de una década y no habían tenido que volver a recurrir a Gotenks. Durante la fusión, sus mentes se conectaban hasta tal punto que ninguno tenía secretos para el otro.

— ¡No digas tonterías! —Trunks le golpeó un hombro en un gesto de camaradería forzado —. ¡Esta es tu noche, no la de Gotenks! ¡No quiero que nadie ni nada te robe el protagonismo!

Acto seguido, el joven empujó hacia su amigo y lo tiró a la piscina, donde las chicas salieron a su encuentro.
Se fuerte, hazte grande pero no pierdas la inocencia de tu corazón...

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Arwen
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Re: Fanfic: Dragon Ball GT por Mutaito

Mensaje por Arwen »

Perdón, perdón. Entre las vacaciones y ponerme al día con el trabajo no he tenido tiempo. Ahí tenéis xDD

Capítulo 5: La Boda.
Spoiler:
El gran día finalmente había llegado. La calma del despertar pronto dio paso a un revoltijo de nervios en el estómago. Marron se repetía una y otra vez que todo iba a salir bien, pero no veía el momento de reunirse con Goten, siendo ya su esposo y sabiendo que todo había pasado.

Los chicos habían vuelto casi al amanecer, más bebidos de la cuenta. Al intentar girar el pomo, Goten había arrancado la puerta del quicio y había despertado a toda la casa. Chichi había puesto el grito en el cielo al ver a sus hijos llegar de aquella guisa. Marron nunca había escuchado a nadie gritar de aquella manera, y curiosamente, Gohan se había llevado la peor parte. Afortunadamente, Goku había recordado la bolsa de alubias senzu que había traído unos días para curarle la cara a su padre y estas habían surtido efecto, serenándolos.

Marron había esperado que Goten apareciese en su ventana, como solía hacer. Pero las pisadas de una histérica Chichi resonando por el pasillo mientras repetía una y otra vez la palabra “borrachos” sin duda habrían servido de elemento disuasorio.

La joven se puso una bata y bajó a desayunar a la cocina. Aún era pronto, pero sabía que su futura suegra no se había vuelto a dormir desde el incidente, por lo que seguramente ya estuviese preparando el desayuno. Efectivamente, Chichi peleaba con las sartenes y las montañas de platos que solía preparar para alimentar a su familia. Al verla, la mujer dio un respingo.

— ¿¡Qué haces aquí!? —Exclamó. Marron retrocedió al verla agitar el cucharón amenazadoramente —. ¿¡Y si te ve mi hijo!? ¡Se supone que no puede verte antes de la ceremonia! ¡Sube! En seguida voy a ayudarte con el vestido.

Marron soltó un suspiro y volvió a subir las escaleras con resignación. Su padre le había recomendado acceder a todos los caprichos de Chichi aquellos días en pos de una convivencia sana, pero en ocasiones le resultaba particularmente difícil. Nunca lo diría en voz alta, pero empezaba a entender el motivo real de las ausencias del padre de Goten durante tantos años.

La mañana transcurrió sin más incidentes. Chichi y su madre mantenían una lucha silenciosa, pero encarnizada. Las dos intentaban peinarla y maquillarla al gusto de ambas. Marron había notado a su madre rara desde hacía unos días, justo desde el día en que sus padres se habían marchado de buena mañana y no habían reaparecido hasta un rato después y en distintos tiempos. Ella había preguntado varias veces el por qué de aquella salida, pero ambos habían respondido con evasivas. Desde entonces, su madre había permanecido pegada a ella como una segunda sombra, mostrándose más afectuosa de lo normal y tomado parte activa en los preparativos.

Después de que Chichi le apretase el corpiño del vestido hasta casi cortarle la respiración, Marron finalmente estuvo lista. La muchacha apenas logró reprimir una lágrima al verse delante del espejo. La chica que le devolvía la mirada desde el otro lado no parecía ella, sino una mujer mucho más guapa y madura. Marron sentía que dejaba por fin de ser una niña.

El sol rondaba su cénit cuando la flamante novia salió de la casa escoltada por su padre, dirigiéndose hacia el jardín a ritmo de marcha nupcial. El modesto huerto de los Son se había convertido en una preciosa capilla, llena de guirnaldas y flores blancas. Los invitados la miraban sonrientes a ambos lados del improvisado pasillo. Ella apenas se percató en sus caras, se sentía flotando en una nube, una nube que la dirigía directamente hasta él.
Goten la miraba con anhelo desde el altar. Amparada por el velo, Marron se permitió reír al ver a su prometido vestido con chaqué. Le habían repeinado la desgreñada melena hacia atrás y colocado un clavel blanco en la solapa. Estaba rarísimo, pero aun así, era el novio más guapo del mundo.

La pareja finalmente se encontró en lo alto. Krilín sonrió al novio y se colocó discretamente a un lado, junto a su mujer.

Después de pronunciar los votos, ambos se pusieron las alianzas y se fundieron en un beso acompañado por los aplausos de todos los invitados. Chichi lloraba a lágrima, Videl también parecía haberse emocionado e incluso su madre sonreía con satisfacción. Ya estaba hecho; ya eran marido y mujer.

La celebración tuvo lugar en un prado cercano a la vivienda. Lo que en un principio se había planeado como una fiesta discreta, se había convertido en una oda a la ostentación. Enormes bandejas llenas de platos de todo tipo llenaban las imponentes mesas blancas. Chichi llevaba cocinando varios días y el resultado había sido de lo más satisfactorio. Su suegra podía ser una mujer de mucho carácter, pero los años la habían convertido en una experta cocinera, eso era innegable.

Sentada en la mesa principal, Marron saludaba a los invitados al tiempo que se deleitaba viendo comer a su esposo, que engullía plato tras plato sin control alguno. La gente charlaba animadamente en un maremágnum de risas, brindis y anécdotas. Pan había intentado por activa y por pasiva subir a cambiarse de ropa, el vestido rosa que su madre había elegido para ella era precioso, pero le sentaba tan mal como a Goten el chaqué. Su abuelo había intentado acercarse a ella en más de una ocasión, y aunque había logrado que la niña le dirigiese la palabra, Pan todavía se mostraba hosca con él. Marron examinó a aquel hombre con interés, fijándose en su excepcional parecido con Goten. Desde pequeña había escuchado maravillas sobre él, la mayoría por boca de su padre, pero nunca había tenido opción de intercambiar más de dos palabras. Detrás de aquella fachada inocente y alegre, Son Goku siempre le había parecido una persona distante y reservada.

Al caer el sol, los novios abrieron el vals nupcial. Goten la sostenía suavemente mientras movía los pies con agilidad felina. Su ya esposo siempre había tenido un talento excepcional para el baile. Gohan y Videl no tardaron en acompañarlos, al igual que sus padres. Pronto, todo el prado se convirtió en una pista de baile en la que todos bailaban con todos. La joven volvió a la vivienda para cambiarse de ropa. Le daba pena quitarse el vestido, pero tanto el corpiño como los zapatos la estaban matando.

Al subir a la habitación, Marron ahogó un grito al darse cuenta de que había alguien tumbado en su cama.
El joven se incorporó con aire parsimonioso, estudiándola con interés. Era un hombre muy atractivo, de pelo negro y ojos claros. No sabía por qué, pero Marron encontró sus rasgos muy familiares.

— ¿¡Quién eres tú!? —exclamó, retrocediendo un paso. El hombre se levantó y se acercó lentamente hacia ella —. ¡Si no te marchas, gritaré!

— Agradecería que no lo hicieras —el hombre parecía tranquilo, pero Marron se percató de cómo miraba hacia la ventana de soslayo —. Tranquila, no vengo a hacerte daño. Soy… un viejo conocido de tu madre.

Marron lo miró con escepticismo, a pesar de las reticencias de todo el mundo a hablarle sobre el pasado de su madre cuando era pequeña, había descubierto lo suficiente como para saber que aquello no podía ser cierto.

— ¡Mentira! Mi madre no tiene amigos ni familia, ella…

— ¿Eso te ha dicho? — no parecía sorprendido, al contrario. Aquello parecía hacerle gracia —. En fin, supongo que es mejor así. Toma, te he traído esto, considéralo mi regalo de bodas.

El joven sacó un trozo de tela del bolsillo de su chaqueta y se lo entregó. Ella lo miró con curiosidad, era un simple cinta para el pelo de color rojo escarlata con algo pesado envuelto en su interior. Al desenvolverlo, comprobó con horror que se trataba de un revólver. La joven casi lo dejó caer al suelo de la impresión.

— ¿¡Qué es esto?! — exclamó, cogiendo la pistola con la punta de los dedos. Nunca le habían gustado esas cosas.

— Eres muy débil, salta a la vista —señaló el tipo, mirándola de arriba a abajo —. No te vendrá para mal para protegerte. El mundo es un lugar frío y hostil, y tú, con tu carita inocente vas pidiendo problemas a gritos.

— Yo no necesito esto —dijo, haciendo ademán de devolvérsela —. Mi esposo me protegerá de todo lo malo que me pueda pasar. Es muy fuerte, ¿sabes?

— Igual que su padre —el hombre se encogió de hombros —. Quédatela como recuerdo entonces. Me marcho ya, niña. Si decides hablar con tu madre, dile de mi parte que ella gana. Sabrá a lo que me refiero. Adiós.
Acto seguido. Aquel tipo se asomó a la ventana y alzó el vuelo, perdiéndose en el horizonte en cuestión de segundos. Al verlo volar, Marron pensó que tal vez sí que conocía a su madre, a fin de cuentas, ¿quién más, sino los conocidos de sus padres podían hacer aquellas cosas?

Dejó la pistola con cuidado en un cajón y miro una vez más al lazo. En realidad, era bastante bonito, así que se lo puso en el pelo. Combinaba a las mil maravillas con una camiseta blanca y unos vaqueros.

Desconcertada, Marron bajó de nuevo a la fiesta. Estaban a punto de servir la cena y todo el mundo volvía a estar sentado en las mesas esperando la comida con expectación. La joven vio mejillas sonrosadas por el alcohol y sonrisas por doquier.

<< Diga lo que diga ese tipo, el mundo es un lugar maravilloso.>> pensó, antes de volver a sentarse junto a Goten.

La velada continuó hasta casi el amanecer. Marron decidió no hablar con su madre aquella noche, fuera quien fuera aquel tipo, podía esperar. Aquella noche sólo había lugar para la alegría y la fiesta.

Después de una noche de bodas inolvidable, la chica se desplomó pesadamente sobre la cama de matrimonio que les habían improvisado para que, ahora sí, yacieran como marido y mujer. Chichi por fin había dado consentimiento para poder dormir juntos. Se había sentido más próxima a Goten que nunca. Habría podido permanecer así una eternidad, pero el alcohol y el cansancio de dos noches seguidas de fiesta habían hecho mella en su esposo, que roncaba sonoramente a su derecha.

Ella también estaba muerta, pero por alguna razón, no era capaz de conciliar el sueño. Todavía tenía la ilusión y los nervios revoloteando en el estómago. Se levantó, procurando no despertarlo y bajó las escaleras, quizá un poco de leche pudiese ayudarla a dormir.

Esta vez, tuvo suerte de no cruzarse con Chichi. La cocina permanecía a oscuras, pero sí llegaba algo de luz desde la entrada de la casa. Intrigada, Marron se acercó para encontrarse con su madre. Tenía una taza de café en la mano y miraba al horizonte con su habitual seriedad. Al verla, la A-18 esbozó una sonrisa.

— ¿No tienes sueño? —preguntó al ver a su hija sentándose a su lado en uno de los escalones de piedra —. Ha sido un día duro. Deberías descansar.

— Supongo que me voy pareciendo a ti con los años —Marron nunca había visto dormir a su madre. Ni siquiera estaba segura de si lo hacía o no, pero como todo lo referente a su condición de androide, era algo que en casa prefería evitarse —. Mamá, ¿podemos hablar?

Ella arqueó una ceja en un gesto de extrañeza, era la primera vez que su hija la miraba con aquella solemnidad.

— Esta noche… en la boda… había alguien en mi habitación.

— ¿Cómo que había alguien? ¿Cuándo?

— Al subir a cambiarme el vestido —explicó —. Era un chico joven, moreno y con ojos azules. Además, decía conocerte.

De todas las reacciones que Marron podría haber predicho, aquella era sin dudas la última. La A-18 perdió todo el color de su cara y la miró con los ojos abiertos de par en par. Era la primera vez que veía a su madre aterrorizada.

— ¿¡Qué más te dijo!? ¿¡Te ha hecho algo?!

— ¡Tch! ¡No grites, mamá! ¡Vas a despertar a toda la casa! Estoy perfectamente, sólo quería… bueno, no sé muy bien qué quería. Me dio un lazo de color rojo —creyó conveniente omitir el detalle de la pistola— y me deseó buena suerte. ¡Ah! También me dijo que te diese un recado, que tú ganabas, o algo así.

La mujer se quedó en silencio, con la vista fija en algún punto del suelo. Parecía enfrascada en una conversación interna. En vistas de que no decía nada, Marron le insistió un poco más.

— Sabes quién era, ¿verdad? Se fue volando mamá, sólo los amigos de papá pueden volar. ¿Quién era?

— Tu tío —concedió lacónica. El corazón de Marron dio un vuelco. ¿Tío? ¿Ella tenía un tío? —cariño, hay cosas de tu madre que no sabes, y me temo que no es una historia muy bonita. No estoy segura de que quieras escucharla.

— ¡No digas tonterías! Ya sé lo que eres, mamá. Hace tiempo que lo descubrí y no me importa. Eres mi madre y eso es lo único que importa —el rostro de su madre se ensombreció de pronto. Marron sabía exactamente lo que estaba pensando —.¡No! No debes culpar a papá. Él no quería contarme nada, y me prohibió hablar del tema contigo. Se le escapó a Goten sin querer.

— Desde luego, tu marido es un idiota —gruñó, dirigiendo la vista hacia la ventana que daba a la habitación de la pareja —. En fin, supongo que ya no tiene vuelta de hoja.

Aquella noche, madre e hija hablaron largo y tendido. Marron escuchó en silencio sobre las torturas del Doctor Gero, sobre la Red Ribbon, sobre cómo su madre y el hermano de ésta habían jurado escaparse en cuanto hubiesen tenido opción, sobre el A-16 y Cell. También de cómo se conoció a Krilín. Al terminar la historia, la chica estaba abrumada. Goten apenas le había dado cuatro pinceladas en base a lo que Gohan le había contado a él, pero nunca había imaginado que su madre lo hubiese pasado tan mal.

— Supongo que estarás disgustada; tu madre es un monstruo —comentó la mujer con amargura —. Un monstruo al que arrebataron su humanidad con el único propósito de matar al padre de tu marido.

Al oír aquellas palabras, Marron no pudo más, abalanzándose sobre su madre. No le daba un abrazo desde hacía años, desde la época en la que no se separaba de su mano nunca. Ambas se quedaron calladas durante unos segundos, y al separarse, Marron vio por primera vez una lágrima resbalando por aquella mejilla de alabastro.

— Cuando te miro, veo a un referente. Una mujer fuerte que lo ha dado todo por su familia, una esposa increíble y una madre inmejorable. Por más que miro, no veo ningún monstruo. Tendrías que haberme contado todo esto hace años, mamá…

— Tu padre siempre me decía que debías saberlo, pero…

— ¿De verdad le diste un beso después de darle una paliza al padre de Trunks? —Marron sonrió divertida.
Su madre la miró desconcertada, aunque al final sonrió también.

— El pobre estaba tan asustado que no fue capaz de hacer o decir nada. Fue el único que no se atrevió a luchar contra tu tío o contra mí. Me pareció tan tierno… A los pocos días pudo matarme para prevenir que Cell se completase y destruyese el mundo, pero no lo hizo. Arriesgó el mundo por mí, y se suponía que éramos enemigos.

— ¡Qué romántico! —Marron se llevó las manos a la cara —. ¡Está claro que lo vuestro fue amor a primera vista, como lo mío con Goten!

— No sabe la suerte que tiene de que te hayas fijado en él — Convino su madre —. Lo que ya no tengo tan claro es hasta qué punto sales ganando tú. No es mal chico, aunque su madre…

— Mamá… —la reprendió. En el fondo, estaba de acuerdo con su madre, pero nunca se permitiría decirlo en voz alta —. ¿A qué se refería ese hombre con lo de que siempre ganas? — dijo para tratar de cambiar de tema. Le habría llamado tío, pero se le antojaba demasiado raro.

— Le ha costado décadas. Pero parece que tu tío está empezando a recordar lo que implica ser humano. No creo que sea la última vez que le vayas a ver.

El alba las sorprendió intercambiando anécdotas. Ambas pasaron dentro y después de un nuevo abrazo y la promesa de que nunca volviese a ver secretos entre ambas, Marron subió de nuevo a su cuarto, quedándose dormida en cuanto su cuerpo tocó el colchón.
Se fuerte, hazte grande pero no pierdas la inocencia de tu corazón...

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Arwen
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Re: Fanfic: Dragon Ball GT por Mutaito

Mensaje por Arwen »

Capítulo 6: Ryugan.
Spoiler:
El alba había ya comenzaba a despuntar por el este cuando Rigg III salió de su casa en dirección al Templo. La gigantesca ciudad de Rotini, capital del planeta Foglia, apenas empezaba a desperezarse. Como cada mañana, El joven novicio recorría las calles, viendo como los trabajadores se agolpaban en las estaciones de transporte, todo legañas y bostezos. Podía notar sus miradas suspicaces clavándose a su espalda, no obstante, hacía tiempo que había aprendido a ignorarlas. Los foglianos nunca se habían caracterizado por su hospitalidad con los extranjeros, pero la animadversión que profesaban al joven yadratiano rayaba la hostilidad.

<<Como si a mí me gustase vivir en este estercolero>> pensó.

Todo había sido culpa de su padre. El buen Rigg II había sido un aventurero y jugador empedernido, famoso en media galaxia. Con facilidad para hacer amigos y aficionado a las apuestas, era fácil encontrarlo en cualquier puerto espacial jugando al karé. Sin embargo, el buen Rigg II había demostrado ser tan mal jugador como padre, perdiendo a su hijo pequeño contra un viejo sacerdote fogliano.

Siendo poco más que un niño, se había visto arrastrado a aquel planeta extraño. Por más que había pataleado y se había resistido, su padre no había movido un dedo por impedir que se lo llevaran.

– Debes hacerlo por el bien de la familia – le había advertido –. No trates de huir con el shunkanido, o vendrán a por Ragka y tu madre. Espérame y en cuanto reúna algo de dinero, volveré a por ti.

Pero los años pasaron y su padre nunca regresó. Rigg no sabía si habría muerto en alguna trifulca de taberna intentando robar el dinero para comprar su libertad, o si por el contrario, se había resignado a no volver a ver a su hijo jamás, pero nunca trató de huir.

Al principio, el sacerdote lo trató como a un esclavo doméstico, obligándolo a cocinar para los acólitos del templo y a limpiar sus dependencias. No obstante, su capacidad para detectar a las personas por la energía de sus cuerpos, así como la habilidad ancestral de su especie para desplazarse de forma instantánea, le había granjeado la simpatía del Pontífice de la Iglesia del Dragón, quien lo había liberado de su condición de esclavo y convertido en el primer novicio no fogliano de la historia.

Lo primero que le habían tratado de inculcarle era la devoción por Ryugan. La fe fogliana versaba que los grandes dioses Kaio Shin habían creado a Ryugan y a sus seis hermanas en el albor de los tiempos, dispersándolas por el universo y encomendando a los habitantes del planeta Foglia la protección de una de ellas; la cuarta. Según el pontífice, Ryugan tenía poderes fantásticos capaces de traer la salvación o la destrucción al universo, pero para Rigg, sólo era una baratija; un pequeño orbe de cristal con cuatro diminutas estrellas negras en su interior, bonito, pero totalmente inútil.

La mañana había transcurrido con total normalidad. Como de costumbre, Rigg estaba presenciado la ceremonia matinal en un discreto segundo plano, mientras sus compañeros novicios comentaban lo mucho que les gustaría llegar a ser sacerdotes y oficiar en presencia de Ryugan algún día. Todos ellos lo habían ignorado desde el día que llegó, dirigiéndole la palabra sólo cuando era estrictamente necesario.

De pronto, el sonido de una explosión reverberó por las paredes del Templo, interrumpiendo de golpe la ceremonia. Sacerdotes, acólitos, novicios y fieles se agolparon en torno a las vidrieras para contemplar horrorizados cómo gran parte de la ciudad de Rotini acababa de convertirse en un humeante cráter.

El pánico se desató entre la multitud allí congregada, los fieles corrían entre las columnas del templo a grito de “golpe de Estado”. todos ellos pensaban que el Gobierno del Presidente Paccio había sido derrocado por el ejército Tomatt, la guerrilla militar que llevaba años dándole quebraderos de cabeza a la gente de Rotini. Rigg sabía que todos ellos erraban.

El joven Yadratiano se había quedado paralizado por el miedo, había notado aquella energía oscura e increíblemente potente una fracción de segundo antes de la explosión, y ahora se acercaba al Templo a una velocidad endiablada. Sabía que sería inútil tratar de huir, de modo que, resignado a morir, se hizo un ovillo en el suelo.

El portón crujió y se desplomó con un ruido sordo, acallando todas las voces. El desconocido cruzó la entrada y se dirigió hacia los sacerdotes. Era un tipo enorme, al menos el doble de alto que Rigg, e increíblemente gordo. Tenía la boca absurdamente grande y la barbilla había desaparecido bajo las numerosas papadas, lo que le daba el aspecto de un gigantesco batracio marrón. Sonreía, pero sus ojos, amarillos y protuberantes, miraban con la frialdad de un asesino.

– Buenas – Dijo con una voz áspera y flemosa –. He venido a por la bola de dragón. La tenéis aquí, ¿no es cierto?

Rigg dedujo que estaba hablando de Ryugan, al igual que el Pontífice. El anciano avanzó entre la multitud y se acercó al desconocido con paso seguro. Los años lo habían encorvado, y bajo los faldones plisados de su túnica se podía apreciar el temblor de sus rodillas.

– ¿Tú has destruido nuestra ciudad? – Había formulado la frase en forma de pregunta, pero por su tono, el anciano tenía más que clara la autoría de aquel horror.

– Le pedí a vuestro presidente que me entregara la bola de dragón – el desconocido se encogió de hombros – ¡El muy necio me amenazó con matarme! – dejó escapar un carcajeo desagradable - Deberías haber visto su cara antes de volarle a él, a su mierda de guardia y a vuestra pestilente ciudad en mil pedazos. Te lo voy a preguntar por última vez, viejo, ¿dónde está la bola de dragón? Responde si no quieres morir.

– No sé de qué me ha…

Rigg apenas llegó a atisbar un borrón parduzco antes de que el cuerpo del pontífice se desplomara en un mar de sangre que manaba de su cuello, allí donde una fracción de segundo antes había estado su cabeza. Aquel monstruo sostuvo la testa del anciano entre sus dedos y la espachurró sin miramientos. Las mujeres soltaron alaridos de horror y los hombres gritos de “monstruo” y “asesino”, pero todos enmudecieron en cuanto el desconocido se fijó en ellos.

– ¿Alguien más va a intentar tomarme por estúpido? – preguntó mientras lamía los restos de sangre y sesos de su mano – ¡Sé que tenéis aquí la bola de dragón! ¡Entregádmela!

Unos pocos sacerdotes comenzaron a murmurar entre sí, al parecer, discutiendo sobre si debían priorizar la protección de la bola o de su gente.

– ¡No! – La voz del sacerdote Siccia resonó por encima del resto – ¡Ryugan es el tesoro de nuestra cultura! ¡No podemos pretender que este monstruo se la lleve sin luchar!

El desconocido alzó una mano y señaló a Ciccia con dos dedos. Al instante, éste reventó en una explosión de sangre y vísceras.

– Creo que lo mejor será mataros a todos de una vez y buscarla yo mismo. Querría ahorrarme el tener que peinar esta mierda de Templo, pero…

– ¡Espera! – El sacerdote Guetti, quien había ganado a Rigg jugando contra su padre, dio un paso al frente. Muchos trataron de detenerlo y lo llamaron traidor, pero él se mantuvo firme –. Yo te llevaré hasta Ryugan, pero por favor… no mates a nadie más. Coge el orbe y márchate de este planeta.

– Por fin alguien razonable… Bien, tú entrégame la bola y puede que os perdone la vida.

Guetti llevó al monstruo fuera de la sala, mientras el resto de sacerdotes no sabían qué hacer. Al pasar junto a Rigg, su voz resonó en la cabeza del yadratiano.

– Rigg… Rigg… ¿Me escuchas? Voy a tratar de entrenerlo… Corre hasta la sala del dragón y llévate a Ryugan lejos de aquí. Sólo tú puedes salir del planeta en un instante y ocultarla…

Apenas hubieron salido de la sala, Rigg se escabulló en dirección opuesta, bajando por una escalinata hasta la parte subterránea del Templo.

La Sala del Dragón era una pequeña habitación diáfana, con los muros tallados en mármol verde, con molduras de oro y jade. En el centro de la misma, un enorme pedestal sostenía a Ryugan.
Rigg la sostuvo entre sus manos por primera vez en su vida, y no pudo evitar sentir que todo aquello era ridículo. ¿Tantas muertes para preservar una maldita bola de cristal? ¿Qué sentido tenía? ¿Qué tenía aquella cosa de especial?

El sonido de una nueva explosión hizo tambalearse los cimientos del edificio. Aquella criatura ya se habría dado cuenta del engaño. Sin tiempo que perder, Rigg se llevó la mano a la frente, tocándola con sus dedos índice y corazón, pero justo antes de teletransportarse, algo lo detuvo. ¿Dónde llevaría el orbe? Su primera intención había sido volver a Yadrat y ocultarlo allí, pero si aquel tipo había descubierto que los foglianos lo tenían, quizá pudiese localizar la bola. ¿Y si lo seguía hasta su planeta natal? Por nada del mundo quería poner en peligro a su madre, ni a su hermana. ¿Qué debía hacer? Apenas era un niño cuando salió de Yadrat y todo lo que había conocido en su vida había habían sido yadratianos y foglianos…

<<No – pensó de pronto –, está él.>>

Habían pasado veinticinco años, pero todavía recordaba aquella pequeña nave redonda que estuvo a punto de destruir la casa de su familia, y al hombre que salió de ella. En un principio, sus vecinos habían pensado que se trataba de otro ataque del ejército de Freezer, pero aquel hombre decía haber matado a Freezer y desarticulado su ejército, con lo que se ganó la amistad de todo el pueblo, quedándose con ellos durante un año entero, aprendiendo los secretos del shunkanido.

Siendo aún muy pequeño, Rigg lo había encontrado simpático y en ocasiones, le había llevado comida mientras entrenaba. Aún recordaba aquel aura dorada que lo envolvía y la increíble energía que desprendía entonces. Sí, con él la bola estaría segura.

Pero, ¿cómo encontrarlo? No tenía ni idea de dónde podía estar su planeta, ni siquiera si seguía vivo. Intentó agudizar su percepción, tratando de recordar cómo era aquella energía, pero no logró dar con ella.

Una segunda explosión hizo que Rigg casi perdiera el equilibrio, el monstruo ya debía haber destruido los niveles superiores y matado a todos los habitantes del templo. ¿Se daría cuenta de que había un subterráneo? Sacudió la cabeza y trató de concentrarse en encontrar a Son Goku, podía hacerlo, sabía que podía hacerlo.

El estruendo de unos pasos lentos y pesados hizo evidente que había encontrado el camino hacia la sala del dragón. Rigg tragó saliva e intentó por todos los medios detectar algo que le resultase familiar. Finalmente, la puerta se abrió y el monstruo entró con parsimonia, cubierto de sangre de pies a cabeza.

– Así que aún quedaba una rata – siseó mientras crujía los nudillos. Al ver la bola de dragón en la palma de su mano, la criatura dejó escapar un alarido de gozo -. ¡Sí, eso es lo que busco! ¡Dámela, chaval!

Rigg no respondió, cerró los ojos y trató de convencerse de que aquella criatura no estaba allí, que aún no le había encontrado. No obstante, podía notar su respiración jadeante, así como el olor a sangre y muerte que emanaba. Podía haberlo matado ya, pero parecía estar disfrutando, regodeándose en el momento.

– Tú eres distinto – señaló al reparar por primera vez en el aspecto del muchacho -. No eres de este planeta, ¿por qué te han confiado a ti la bola?

Rigg ahogó un grito al encontrar lo que estaba buscando. Era sólo una vibración tenue perdida en algún punto del espacio, pero allí estaba; la misma energía pura y limpia que lo había fascinado años atrás. Después de echarle una última ojeada al asesino, no pudo evitar sonreír, para desconcierto de éste.

– Eres idiota – murmuró.

Este último conato de rebeldía le había salido caro; Rigg se desplomó moribundo sobre una superficie cubierta de césped. Lo había logrado, pero la criatura se había movido con rapidez y había conseguir hundir su manaza en sus entrañas, siendo también transportado con él. En un último esfuerzo, arrancó la mano de su vientre y se tumbó en el suelo, sumiéndose en la nada.

Al despertar, se halló tendido sobre una cama, en una habitación desconocida. Sobresaltado, se incorporó de golpe, llevándose la mano al vientre y comprobando, para su sorpresa, que la herida había desaparecido.

Tras recorrer la sala con la mirada, se percató de la presencia de una niña, que lo miraba con expectación.

– ¡Abuela! ¡Mamá! – gritó la niña – ¡Ya ha despertado!

Dos mujeres entraron en la habitación atropelladamente, seguidas del propio Son Goku y de un hombre joven. La energía del último era muy similar a la de Son Goku, por lo que debía tratarse de algún familiar; seguramente un hijo o un hermano pequeño.

– ¡Apártate de él, Pan! - le ordenó Videl -. ¡No sabemos si es peligroso!

– ¡No lo es, mamá! – la niña estaba encantada con la novedad –. ¡No tiene una energía negativa! ¿Es que no lo notas?

– Eres un yadratiano, ¿verdad? – preguntó el saiyano, acercándose a él.

– Ryugan… ¿Dónde está Ryugan?

– ¿Ryugan? ¿Te refieres a la Shushinchu? Tranquilo, está a buen recaudo – intercambió una mirada cómplice con el hombre joven y extrajo la bola de un bolsillo. Rigg suspiró al verla.

Los dos extraterrestres habían aparecido en el jardín de los Son, mientras Videl, su madre y él mismo terminaban de recoger las mesas de la boda. Goten y Marron se habían ido de viaje de novios el día anterior y Goku había convencido a Pan para volver a entrenar con ella una vez más.

El más grande había organizado un buen follón, destruyendo parte del jardín y teniendo que ser reducido por la niña. Goku había identificado a Rigg como un habitante del planeta Yadrat, pero su sorpresa había sido mayúscula al percatarse de que llevaba en su mano una bola de dragón.

Todos habían estudiado la bola con interés, pasándola de mano en mano al darse cuenta de que tenía las estrellas negras en lugar de rojas. ¿Qué clase de bola de dragón era aquella? ¿Cómo la había conseguido aquel yadratiano? Después de darle la última alubia senzu que le quedaba y de hablar con el señor Kaio, Goku se había llevado la bola al mundo de los Kaio Shin, del que aún no había vuelto.

– Ese tipo... ¿Dónde está?

– Muerto - la pequeña miró al suelo avergonzada –. Empezó a destruirlo todo y me pasé un poco golpeándolo. No parecía tan débil.

– ¿Que tú lo has... – Rigg no daba crédito. ¿Aquella niña pequeña? Había visto a aquel monstruo decapitar sin problemas a un hombre con sus propias manos.

– ¿Quién era? - le preguntó Son Goku –. Dijo algo sobre una armada espacial que conquistaría el Universo... ¿Tienes tú algo que ver con esa armada?

Rigg negó con la cabeza.

– Cuéntanoslo todo – le pidió amablemente –. Tranquilo, te ayudaremos en lo que haga falta.
.
Se fuerte, hazte grande pero no pierdas la inocencia de tu corazón...

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Arwen
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Re: Fanfic: Dragon Ball GT por Mutaito

Mensaje por Arwen »

He cambiado un poquito el final del capítulo anterior, creo que SSJFrancisco ya ha leído la nueva versión, pero ni Freegeta ni ESCachuli lo han hecho.

Capítulo 7: Padres.

Spoiler:
– Curioso – el anciano Kaio Shin examinaba la bola de dragón con interés –. Realmente curioso… ¿De dónde la has sacado?

La historia de Rigg había dejado más interrogantes que respuestas. Goku había escuchado con atención la leyenda de Ryugan y sus hermanas y, movido por la curiosidad, había ido al Mundo de los Kaio Shin a preguntarle al único dios que podía tener alguna información en lo referente a aquella bola.

– Un viejo conocido se ha presentado con ella en mi casa esta mañana – dijo –. ¿Qué significa esto, abuelo? Yo pensaba que los namekianos eran los únicos capaces de crear bolas de dragón
El anciano dejó escapar un suspiro y le devolvió la esfera. Las cuatro estrellas negras brillaban como el ónice.

– Como ya te dije una vez, las bolas de dragón no fueron originariamente creadas por el pueblo namekiano. Éstas fueron un regalo de los Kaio Shin, por su bondad y su buena obra. Las bolas de dragón de Namek, así como las que el anterior Kami de la Tierra creó sin permiso – el viejo frunció el ceño – son una copia de éstas; las bolas de dragón originales creadas por mis ancestros.

– Antepasado mío – intervino el Kaio Shin más joven –. Si estas bolas de dragón fueron creadas por los Kaio Shin hace millones de años, ¿no deberían estar aquí, en el Mundo de los Kaio Shin?

El Kaio Shin anciano negó con la cabeza. A continuación, carraspeó y habló con tono solemne.

– Estas bolas de dragón funcionan de forma distinta a las demás; una vez reunidas y concedido el deseo por el dios dragón, éstas se dispersan por todo el Universo, haciendo prácticamente imposible su localización.

– Había alguien más – señaló Son Goku –. Un tipo que decía pertenecer a un ejército espacial y que estaba buscando estas bolas de dragón para conquistar el Universo.

– No puede ser – aquello había alarmado al Kaio Shin. Goku pudo ver cómo sus manos, ancianas y nudosas, habían comenzado a temblar –. Estas bolas ya eran una reliquia perdida en tiempos inmemoriales en mi juventud… No debería quedar ningún mortal en el Universo que conociese la existencia de estas bolas.

Goku se encogió de hombros.

– En cualquier caso, era alguien muy débil. Mi nieta lo mató de un solo golpe, por lo que dudo que lleguen a suponer ninguna amenaza.

– No lo entiendes – refunfuñó el Kaio Shin –. Las bolas de dragón originales no tienen nada que ver con las de Namek o las de la Tierra. Su poder va mucho más allá de todo lo imaginable, y si hay alguien que quiere conseguirlas… tiemblo al pensar en lo que podría hacer con ellas.

La mente del saiyano comenzó a trabajar a toda velocidad. Sabía que tarde o temprano, el abuelo le pediría ayuda para reunir el resto de las bolas antes de que aquel ejército se hiciese con ellas. No pudo evitar verse a sí mismo de joven, recorriendo el mundo y enfrentándose a todo tipo de enemigos en pos de aquellas esferas. Había sido duro, pero gracias a aquellos viajes, se había convertido en lo que era hoy. ¿Qué debía hacer? Una parte de él encontraba aquella aventura de lo más interesante, pero a decir verdad, llevaba demasiado tiempo fuera de casa. La reacción de Pan al volver a encontrarse con él le había dado mucho que pensar en los últimos días, dándose cuenta de que en todos estos años, había sido un mal marido y un peor padre. ¿Cuánto tiempo podría tardar en encontrar aquellas bolas? Sí, seguramente Bulma pudiese construir un radar capaz de localizarlas, pero igualmente, aquella empresa podría tardar años en llevarse a cabo. ¿Debía volver a desaparecer de casa para buscarlas?

No, no era él quién debía llevar a cabo aquel viaje. Había alguien mucho más joven, con un talento monstruoso para la lucha pero aún ignorante del mundo que lo rodeaba. Alguien que, al igual que él años atrás, no sería un hombre de verdad hasta que no hubiese visto lo enorme que era el universo con sus propios ojos y encontrase su propio camino en la lucha.

Habían sido muchas las similitudes que Goku había encontrado con su discípulo a lo largo de los últimos años. No pudo evitar sonreír al imaginarse a Ub en un primer viaje en busca de las bolas de dragón, tal y como había hecho él muchos años antes.

– ¿Encuentras divertida la destrucción del universo? – exclamó indignado el Kaio Shin –. Eres tan irresponsable como siempre… Quizá sea una locura pensar que tú…

– No – repuso, con una sonrisa de oreja a oreja. A fin de cuentas, puede que aquel asunto pudiese satisfacer a todo el mundo –. Tiene razón. No debo ser yo quien vaya a buscar esas bolas.

Los dos Kaio Shin fruncieron el ceño en una mueca de incomprensión. De pronto, el viejo abrió los ojos de par en par y ahogó un grito.

– ¡Ah! ¡Ni hablar! ¡Estás pensando en mandar a ese crío a una misión que le viene enorme! ¿¡Y si se descontrola!? ¿¡Y si acaba queriendo las bolas de dragón para sí!?

– No diga tonterías. Ub es un buen chico y tengo fe absoluta en él; no hay nadie mejor para ocuparse de esto.

– ¡Me niego en redondo! – el viejo se cruzó de brazos –. ¡No voy a permitir que pongas en peligro el Universo para satisfacer tus pretensiones para con tu discípulo!

Por primera vez en su vida, Goku se envaró fuera de un combate. El anciano, aunque trató de mantener su postura tajante, no pudo evitar retroceder un paso.

– Usted me dio su vida, y es algo que nunca olvidaré – dijo –. Pero con el debido respeto, no voy a ser partícipe de esto por mucho que me lo pida. O me permiten enviar a Ub, o ya puede buscarse a otro para llevar a cabo el trabajo.

El abuelo maldijo por lo bajo y dio una patada al suelo. Pasados unos segundos en los que se dedicó a fulminar a Goku con la mirada, finalmente claudicó.

– ¡Está bien! ¡Envía al monstruito y reza para que cumpla! Pero si por algún motivo fracasa, te haré a ti directamente responsable y me aseguraré de que, cuando mueras, vayas de cabeza al infierno

– Me parece justo – Goku volvió a sonreír –. Aunque si es así, yo también tengo una última condición para usted…

La conversación duró varias horas más. El anciano le gritó, le insultó y lamentó profundamente el día en que accedió a devolverle la vida, pero Goku se mantuvo inflexible en sus condiciones. Sabía que, por mucho que el dios asegurase que podría contar con mejores hombres para el trabajo, necesitaría un Dragon Radar, y eso hacía que Bulma, y por lo tanto él mismo, fuesen imprescindibles. Finalmente, el anciano accedió a su petición y le invitó a que se largase.

Pletórico, el saiyano volvió a la Tierra. Su familia estaba comiendo dentro, en compañía de Rigg, quién después de haberse recuperado parecía muerto de hambre. Goku se sentó a comer con todos, explicándoles el asunto de las bolas de dragón originales y su intención de enviar a Ub a buscarlas. Pan, quien se había dedicado a escuchar con gesto ceñudo, se levantó de golpe en cuanto la explicación hubo concluido. No obstante, cuando se dirigía a su habitación, su abuelo le echó el alto.

– ¿Dónde vas? – preguntó él alegremente.

– ¿A ti qué te importa? – la niña apenas se volvió para responderle –. Lo que haga o deje de hacer te trae sin cuidado, ¿recuerdas? Ve a hablar con ese idiota, y hazle las maletas tú mismo.

Goku no pudo evitar reírse. Los últimos días le habían permitido conocer el carácter impulsivo y pasional de su nieta lo suficiente como para predecir aquella reacción.

– Habría que hacer la tuya primero – repuso expectante –. Porque había pensado en que tú también fueses. Si quieres, claro.

Pan se dio la vuelta y se quedó estupefacta, al igual que el resto de la familia.

– Pa… papá… – Gohan no sabía qué decir. Intercambió una mirada cómplice con Videl, quien negó vehemente con la cabeza.

En ese momento, la niña pareció olvidar afrentas pasadas y corrió a abrazar a su abuelo, como hacía años que no hacía. Como cuando aún lo idolatraba.

– ¡Claro que quiero! – exclamó entusiasmada –. Papá, puedo ir, ¿verdad?

– ¡Ni hablar! – Chichi se adelantó a su hijo, dando un golpe en la mesa –. ¡Es sólo una cría! Ya le robaste la infancia a mi hijo y no voy a permitir que hagas lo mismo con mi nieta.

– Venga, Chichi… –Goku trató de poner un tono conciliador. También había predicho esa reacción por parte de su esposa –. De no haber sido por Gohan entonces, ninguno habríamos salido vivos de Namek, ni la Tierra se habría salvado de Cell. Pan es muy fuerte, ya viste cómo despachó a ese monstruo sin esforzarse.

– ¡Pero el espacio es peligroso! – añadió Videl –. ¡Podría acercarse demasiado a una estrella, o morir ahogada o…! ¡Gohan, dile algo!

Goku clavó la mirada en la de su hijo, esperando una respuesta. Era consciente de que había marcado la infancia de Gohan, llenándola de luchas y peligros, y que era algo que ningún padre debería haber hecho jamás. Pero también recordaba al niño pequeño que se había comprometido a ir a Namek para salvar a Piccolo, y sabía que, como padre, Gohan entendería los sentimientos de su hija mucho mejor de lo que él había comprendido los suyos.

Tras unos segundos, que a todo el mundo se le hicieron eternos, Gohan se levantó de la silla.

– Déjame un tiempo para pensarlo; no es una clase de decisión que deba tomarse a la ligera – dijo –. Pan, ¿tú estás segura de que quieres ir?

– ¡Sí, claro que sí! ¡Por favor, papá! – La niña saltó de los brazos de su abuelo a los de su padre –. ¡Hay que parar a ese ejército y sabes que estoy preparada! ¡Soy mucho más fuerte que Trunks o el tío Goten! ¿A que a ellos sí les dejaríais ir?

– Pero ellos son mayores, Pan – añadió su madre, acariciándole la cabeza –. Tú aún eres una niña.

– ¡Y tú eras una niña cuando competiste en el Gran Torneo de Artes Marciales con chicos mucho mayores que tú! – Pan le sacó la lengua –. ¡El abuelo Satán me lo dijo! ¡Dijo que no te quería dejar participar y que tú te empeñaste!

Videl se quedó sin réplica y se quedó mirando a Gohan, quien se desembarazó de su hija e indicó a su mujer que lo siguiese al dormitorio de arriba.

– Pan, cielo – Chichi forzó una sonrisa que, en combinación con la furia de sus ojos, resultaba de lo más aterradora –. Ve a jugar fuera, el abuelo y yo también tenemos que hablar.

Pan no replicó, probablemente pensando que, si obedecía en todo lo que le dijesen a partir de aquel momento, permitirían que saliese al espacio. La niña salió de la casa con Rigg, dejando solos a sus abuelos.

Goku había esperado que su mujer empezase a gritar, pero en su ligar, Chichi le dedicó una mirada lastimera, casi llorosa.

– ¿Hasta cuándo va a durar esto? – preguntó con un hilo de voz –. Años sufriendo por un marido que tenía que cargar con el destino del mundo a sus espaldas, con un hijo que tuvo que seguir su estela demasiado pronto y ahora pretendes que vuelva a pasarme noches sin dormir pensando en cómo estará mi nieta… Estoy cansada. Cansada de vivir así, cansada de tener que odiar al héroe y extrañar a mi marido. Te lo pido, si alguna vez me has querido, no permitas que la niña vaya a ese viaje.

Goku sintió un nudo en la garganta. Era la primera vez que Chichi se sinceraba con él de esa manera. De modo que, se levantó y corrió a abrazarla. Ésta permitió que lo hiciera, pero no le devolvió el abrazo.

– Chichi… – no estaba seguro de cómo comenzar –. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? No éramos mucho mayores que Pan ahora, y sin embargo, los dos estábamos muy lejos de casa, embarcados en una aventura peligrosa y con pocas probabilidades de éxito. Si no hubiésemos corrido riesgos, no nos habríamos conocido. Quizá hubieses sido más feliz con otro hombre, pero entonces no tendrías a Gohan, ni a Goten, ni te habrías convertido en la madre fuerte y capaz que lo da todo por su familia. Quiero decir que, a veces, necesitamos correr riesgos y vivir aventuras, si queremos mejorar como persona. No pido que me entiendas a mí, pero sí que comprendas a Pan. Ella es como yo, no como Gohan. Ella necesita esto para reivindicarse y encontrarse a sí misma, algo que no hará aquí, entrenando en la montaña, por mucho que nos empeñemos.

Chichi se quedó en silencio, digiriendo aquello. Goku sabía que, con su silencio, estaba dando su visto bueno, aunque doliese demasiado para expresarlo en voz alta.

Nadie habló mucho durante el resto del día. Goku decidió ir a la Capsule Corp. y después de explicarle la situación a Bulma, esta se comprometió a estudiar la bola de dragón original e intentar fabricar un nuevo radar. También le enseñó un prototipo de nave espacial que su padre y ella habían desarrollado a partir del modelo que le prepararon cuando viajó a Namek, una nave capaz de volar dos veces más rápido y con un una autonomía mucho mayor.

Sorprendentemente, Trunks también se apuntó al viaje, alegando que Ub y Pan necesitarían un piloto que supiese manejar la nave.

A continuación, fue a ver a Ub, quien también se mostró entusiasmado con la idea de ir. Goku sonrió y le revolvió el pelo, sabía que el muchacho estaría deseándolo.

No regresó a casa hasta bien entrada la noche. Chichi ya se había acostado, y esperaba que Gohan y su familia se hubiesen ido ya a casa. Su sorpresa fue mayúscula al encontrar a su hijo mayor en el salón, haciendo como que ojeaba un libro.

– Has tardado – dijo, cerrando el libro de golpe y dedicándole una mirada severa.

– Estaba contándole a Ub lo del viaje y hablando con Bulma. Resulta que Trunks también quiere ir, ¿te lo puedes creer?

– ¿Te importaría acompañarme a dar una vuelta? – Gohan se puso en pie y se dirigió hacia la puerta. Goku lo siguió.

Ambos caminaron por el monte, amparados por la luz de la luna llena. Goku era capaz de percibir la hostilidad contenida de Gohan, así como sus dudas y sus miedos, pero le dejó hablar. Su hijo tenía derecho a expresar lo que estaba pensando.

– ¿Recuerdas la última vez que entrenamos juntos? – le preguntó –. Dijiste que tu sueño era convertirte en el número uno, pero que yo te superase.

Claro que lo recordaba. Aquel año que había pasado con Gohan en la Sala del Espíritu y el Tiempo había sido uno de los mejores de su vida. Allí había empezado a conocer al gran hombre en el que algún día se iba a convertir.

– Querías ser científico – recordó Goku –. Ya por aquel entonces tenías clara cuál era tu meta.

– Nunca te lo había contado, y supuse que te decepcionaría. Siempre quisiste que fuera como tú y recogiese el testigo de salvador de la Tierra.

Goku rio por lo bajo.

– No podemos elegir por nuestros hijos ni esperar que hagan lo mismo que nosotros. Hiciste más por mí de lo que cualquier padre podría esperar. Fuiste capaz de cumplir mis expectativas sin comprometer las tuyas.

– Pan no se parece a Videl, ni tampoco a mí – reconoció Gohan –. Ella ha heredado la voluntad de su abuelo, y por mucho que me duela, no puedo cambiar eso.

– ¿Dejarás que vaya con Ub y con Trunks?

– No lo sé… Siempre he creído que era mejor padre de lo que tú nunca habías sido jamás. No me malinterpretes, entiendo por qué hiciste todo lo que hiciste y no tengo nada que reprocharte, pero el día que nació, me prometí a mí mismo apartar a Pan de cualquier peligro, hasta que fuese lo bastante mayor para decidir –. Goku no sabía si Gohan le estaba increpando o dándole la razón, pero de nuevo, le dejó hablar –. Sabía que este día llegaría, desde que mostró un talento y una disposición para la lucha semejante, sabía que llegaría el día en que tendría que elegir entre mis aspiraciones y las suyas… Me temo que al final, soy peor padre que tú.

– No, no lo eres. Te preocupas por tu hija de un modo en el que yo nunca fui capaz. Entiendo que tengas miedo por ella, todo padre debería tenerlo. Pero mírala, es mucho más fuerte que cualquier extraterrestre, es una supersaiyana, y además, estará con Ub y con Trunks.

Gohan fue a añadir algo, aunque finalmente asintió, dando su visto bueno.
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Re: Fanfic: Dragon Ball GT por Mutaito

Mensaje por Arwen »

Capítulo 8: ¡Calentando motores!
Spoiler:
– Tal vez con un motor a base de agua…

Bulma negó con la cabeza.

– Es demasiado arriesgado. No tenemos garantías de que vayáis a encontrar agua fácilmente por el universo. El agua es crucial para vuestra propia supervivencia y no podéis depender de ella para todo. De modo que habrá que buscar otro combustible.

Trunks tragó saliva al tiempo que dirigía la vista hacia el gigantesco armazón de la Tako, la nave en la que pronto recorrería el universo en compañía de Pan y del discípulo de Goku. En un principio la idea le había entusiasmado, ¿qué mejor manera para dejar de pensar en Goten que una buena dosis de emociones fuertes? Había pasado demasiado tiempo estancado en una vida cómoda y su cuerpo clamaba por algo de acción. Sin embargo, lo que para él prometía ser una oportunidad para dejar atrás el pasado, para su madre había supuesto un verdadero quebradero de cabeza. Su familia ya había construido naves espaciales en el pasado, pero ahora se requería algo distinto. Una nave con una autonomía muy superior a todo lo imaginable, con un motor que funcionase con un combustible relativamente fácil de encontrar.

– Os coméis demasiado la cabeza – ambos se giraron para ver a quien acababa de hablar. La pequeña Bra acababa de entrar al taller y miraba la nave con gesto de indiferencia –. Si algo abunda en el espacio son estrellas. ¿Por qué no utilizáis los paneles de alta captación lumínica?

Tanto Trunks como Bulma miraron estupefactos a la pequeña y, acto seguido, intercambiaron una mirada de mutuo asombro.

– ¡Claro! – exclamó su madre –. ¡Es una gran idea! Podéis recoger la energía de las estrellas y no tendréis que preocuparos por quedaros sin combustible. ¡Qué orgullosa estoy de ti, hija! ¡Se nota que has salido a mí!

Bra sonrió con suficiencia y se acercó al armazón de la nave, golpeando el casco con los nudillos.

– ¿Quieres echarnos una mano? – le ofreció Bulma –. Seguro que se te ocurren mejoras que puedan resultarnos de utilidad. Mismamente, el condensador de…

– Paso –. la niña giró sobre sus talones, dejando a su madre con la palabra en la boca y dirigiéndose hacia la puerta con pasitos cortos –. Estoy muy ocupada desarrollando un nuevo prototipo de blaster. Os dejo con vuestra tartana.

– Esta cría… – suspiró Bulma, si bien era incapaz de disimular su orgullo –. Lo que le sobra en inteligencia le falta en educación. En fin, manos a la obra.

Desde que Goku llegara con la bola de dragón, Bra había estado de lo más extraña. Trunks había esperado que quisiese apuntarse al viaje. Se había graduado con honores en ingeniería mecánica en la universidad de la Capital del Oeste a los seis años de edad y desde entonces, había compaginado su labor como docente con su verdadera pasión: las armas. Aunque a simple vista, la niña no había heredado nada del carácter saiyano de Vegeta, Trunks sabía que, a su manera, Bra estaba deseosa de nuevos retos y de poder probar sus inventos en una batalla real. Sin embargo, la pequeña había mostrado un total y absoluto desinterés en el tema, para alivio de su madre e indiferencia de su padre. Se pasaba las horas muertas encerrada en su cuarto e insistía en que nadie la molestase. Ni siquiera cuando Pan se acercó para hablar con Trunks sobre extraterrestres y peligros, la niña mostró interés alguno. En su lugar, se limitó a hacer alguna pregunta suelta sobre el shunkanido de Goku y de cómo funcionaba la detección de energía.

– ¿Por fin te has decidido a empezar a entrenar? – le había preguntado Pan –. Tendrás que cortarte ese pelo si no quieres que se te meta en la boca.

– Quizá – había respondido ella con una sonrisa enigmática.

Tras un mes de pruebas interminables y de instalación de mejoras, la nave estuvo finalmente lista. La Tako saldría al espacio el día quince de Mayo a las once horas.

Aquella mañana, Trunks se levantó con el estómago revuelto. Su madre había organizado un desayuno de despedida al que la familia Son, los amigos de siempre e incluso Kamisama estaban invitados. Era la primera vez que iba a ver a Goten desde la boda y se había prometido contarle la verdad antes de partir. De este modo, si la reacción fuese negativa, no tendría que verlo hasta mucho tiempo después.

Tras preparar el equipaje, Trunks salió al jardín. Aún faltaba más de una hora para que la nave despegase, pero los invitados ya habían ido llegando y charlaban animadamente mientras cogían comida del enorme bouffet. Chichi lloraba cada dos por tres y se empeñaba en revisar constantemente la gigantesca mochila de Pan, mientras la niña hacía lo posible por soportar aquello con estoicidad. Al ver a Trunks, la pequeña dejó a su abuela y corrió a saludarlo.

– ¿Nervioso? – le preguntó. Los ojos le brillaban con un entusiasmo febril –. ¿Sabes que Neke también viene? Dende cree que su carácter es debido a que no ha salido nunca del palacio y cree que puede ser una buena oportunidad.

– ¿Ah sí? – Trunks buscó al pequeño namekiano, y lo encontró subido a hombros del discípulo de Goku. Sin embargo, su corazón dio un vuelco al ver a Goten junto a ellos.

Al verlo, Goten corrió a saludarlo con un abrazo. Había vuelto bronceado del viaje y le sentaba de maravilla.

Durante el desayuno, tuvo que soportar la historia de la luna de miel y la cantidad de sitios fascinantes y comidas exóticas que había disfrutado la feliz pareja en su viaje alrededor del mundo. Marron se sentaba al lado de su esposo, pletórica de felicidad.

– Cuando volváis deberíamos hacer un viaje a Tamppouri, Trunks – dijo Goten con la boca llena –. Las cascadas son impresionantes.

– Sí… ya… –<< A ver si dentro de un rato sigues pensando lo mismo>>–. Esperemos que no surja ninguna complicación.

– ¿Qué dices? ¿Qué problema va a haber? Mi padre dice que Ub es muy fuerte, y también está Pan… Si hasta a mí me darían ganas de ir si no tuviese que alejarme de lo más bonito del mundo – los dos enamorados se dedicaron una mirada acaramelada y se dieron un beso. Trunks tuvo que resistir las ganas de vomitar.

En ese momento, Pan se acercó a ellos.

– Trunks, ¿dónde está Bra? ¿No se ha levantado todavía? Quería despedirme de ella antes de que nos vayamos.

– Me temo que no va a poder ser – respondió, agradecido porque alguien interrumpiese aquel beso interminable –. Mi hermana se marchó a una conferencia sobre robótica hace dos días. Mi madre quería que se quedase para despedirnos, pero ella insistió en que eso era mucho más importante.

La niña agachó la cabeza desilusionada.

– Y yo que pensaba que por fin se iba a olvidar de sus cacharros y a centrarse en lo que de verdad importa… Supongo que nunca cambiará.

– Tú lo que quieres es un rival a tu altura – intervino Goten –. ¿Por qué no pruebas a luchar con Ub? Papá asegura que es muy poderoso.

– ¿Con ese? – Pan frunció el ceño en una mueca de desagrado –. Por favor… me bastaría un dedo para tumbarlo. El abuelo ha perdido el tiempo con él todos estos años.

<<Estupendo. Encima estos dos no se llevan bien>>. Trunks empezaba a lamentar el haberse apuntado al viaje. Agradecía el no tener que ver a Goten y a Marron de aquella manera en un tiempo, pero la perspectiva de tener que hacer de voz de la razón de dos críos enfrentados, que además eran más fuertes que él, no le resultaba especialmente halagüeña.

Finalmente, el desayuno concluyó y todo el mundo se dirigió hacia la lanzadera, donde la Tako, una gigantesca esfera sostenida por ocho patas, se alzaba magnífica y reluciente. Bulma le había instalado todo tipo de comodidades en pos de hacer el viaje lo más llevadero posible.
Después de las pertinentes despedidas, Ub, Neke y Pan subieron la rampa y se encaminaron hacia el interior de la nave. El muchacho iba en cabeza, y habría entrado primero de no ser por el empujón que le propinó Pan.

– ¿Qué haces? – había tenido que volar para no caerse de la rampa –. Casi me tiras.

– ¿Es que mi abuelo no te enseñó a estar siempre alerta por si te ataca algún enemigo? – la niña le sacó la lengua, le lanzó un último beso a sus padres y sus abuelos y pasó al interior de la Tako, seguida por un Neke concrito y acobardado.

Trunks soltó un suspiro y llamó a Goten. Su amigo se acercó, sonriente como siempre.

– ¿Qué pasa? Estás pálido. ¿No te estarás acobardando ahora?

<< Estoy cagado de miedo, sí.>>

– No es eso… verás, quería hablar contigo sobre algo.

Goten lo miró extrañado.

– ¿Justo ahora? La nave va a partir ya.

– Tiene que ser ahora. ¿Te importa acompañarme un momento arriba? Mamá, he olvidado algo. Voy un momento a mi cuarto, ¿de acuerdo?

Bulma asintió y Goten lo siguió, encogiéndose de hombros. Ambos recorrieron la mansión de los Brief y llegaron a la habitación de Trunks.

– ¿Qué sucede, Trunks? Estás muy raro…

– Tengo que contarte una cosa – Trunks no sabía por dónde empezar –. Resulta que…

En ese momento, el suelo comenzó a temblar y un ruido ensordecedor silenció sus palabras. Ambos se cuadraron por puro instinto y corrieron escaleras abajo para ver qué había pasado.

La lanzadera era un maremágnum de gritos y agitación. Trunks ahogó un grito al ver que la nave había desaparecido. Miró al cielo y apenas alcanzó a ver una estela de vapor y un diminuto punto brillante perdiéndose en el vacío: La Tako había despegado sin él.

– ¿Qué… qué ha pasado? – Bulma tardó unos segundos en reaccionar –. La nave ha… pero si…

Se llevó las manos al bolsillo de su bata. El interruptor de arranque seguía allí.

– ¡Ha habido un fallo en la nave! – Intervino un preocupado Gohan –. ¡Deprisa papá! ¡Ve a por ellos!

– ¡Goku, vamos! – le apremió Chichi –. ¡Es mi nieta la que va ahí arriba!

– S… sí – Goku se llevó los dedos índice y corazón a la frente y trató de encontrar las energías de Ub, Pan y Neke. Pero por más que lo intentó le resultó imposible dar con ellas –. N… no puedo. Es como si se hubiesen volatilizado.

Videl estuvo a punto de desmayarse y Chichi soltó un grito. Goku continuaba intentando concentrarse mientras los demás buscaban la mejor forma de solucionar aquello.

– ¡Que no cunda el pánico! – gritó Bulma –. ¡Tengo un control a distancia en el taller por si algo así sucedía! ¡Ven, Trunks, vamos a por él!

Trunks asintió y madre e hijo se encaminaron hacia allí a la carrera. Pero al llegar al escritorio de Bulma, sólo encontraron una nota.

Lo siento mamá. Sé que si te lo hubiese pedido directamente no me habrías dejado ir. En realidad me moría de ganas de poder vivir esta experiencia, la Tierra hace tiempo que se me ha quedado pequeña y necesito vivir nuevos retos y emociones. No te preocupes, he estado estudiando la Tako cada noche y añadiéndole algunas mejoras. Por supuesto, sé pilotarla mucho mejor de lo que lo puede hacer Trunks. También he mejorado el Dragon Radar, ahora, además de localizar las bolas, puede detectar la posición de la nave. Así, si me separo del grupo, siempre podré volver. Sé que papá me echará de menos aunque finja que no le importa, confío en que él sí sabrá entenderme.

PD: Le he instalado a la nave un dispositivo de camuflaje energético. Aunque el abuelo de Pan lo intente, no podrá venir a por nosotros.


Trunks vio a su madre ponerse blanca, y luego roja de furia, destrozando el papel entre sus manos.

– Tu hermana… tu hermana…

No sabía qué hacer o decir, así que optó por no decir nada. En realidad, sabía que Bra estaba más capacitada que él en lo que al manejo de la Tako se refería, pero tuvo la suficiente cabeza como para no decirlo en voz alta.

----

La Tako surcaba el espacio a toda velocidad. Bra había aparecido en el interior de un compartimento y activado otro dispositivo de arranque de su propia cosecha en cuanto sus tres compañeros habían entrado. Con la confusión, apenas habían tenido tiempo para abrocharse los cinturones durante el despegue. Neke había salido volando, estrellándose contra una pared, y todavía lloraba por el golpe.

– ¿Cómo se te ocurre? – Ub no daba crédito –. ¡Nos hemos dejado al piloto en tierra! ¿¡Qué vamos a hacer!?

Pan intentaba consolar a Neke, haciendo un gran esfuerzo para no echarse a reír.

– Eres increíble. ¿Has montado todo esto para poder venir? ¿Por qué no me lo dijiste? Ya, Neke. Ya pasó…

– Mientes fatal. Si lo hubieses sabido, nos habrían acabado pillando y no me habrían dejado venir – respondió ella, encogiéndose de hombros –. Lo siento por Trunks, pero yo soy mucho mejor mecánico y piloto que él.

– ¿Segura? – Ub parecía receloso –. No eres más que una cría.

Aquello pareció ofender a Pan más que a Bra. La niña dejó a Neke y se envaró, poniendo los brazos en jarras.

– Y tú no eres más que un idiota presuntuoso – bufó –. Ella es mucho más inteligente que tú, yo soy mucho más fuerte y Neke… bueno, Neke es más guapo. Eres el último mono de la tripulación, así que cállate y limítate a obedecer todo lo que te digamos.

– No le hagas caso – terció Bra, sin apartar las manos del cuadro de mandos –. Está dolida porque cree que su abuelo te prefirió a ti antes que a ella. Ella es la cría – sus mejillas se sonrojaron y le guiñó un ojo –. Yo ya sé de qué va la vida.

– ¡Bra! – Pan se había sonrojado también, aunque por otro motivo. Neke por fin había dejado de llorar.

– En cualquier caso, el maestro no tardará en venir a por nosotros – aseguró Ub, tratando desesperadamente de cambiar de tema –. Tiene una técnica que…

– ¿El Shunkanido? – preguntó soltando una risita –. Ya he tomado precauciones al respecto. Llevo un mes planeando esto y no me he dejado ni un cabo suelto. Así que, desde este momento, ¡me erijo capitana de la Tako!

– Perdona… pero la capitana soy yo.

– Tú eres todo músculo y cero cerebro. Un capitán tiene que ser alguien que sepa tomar siempre las mejores decisiones – rebuscó en el bolsillo y extrajo el Dragon Radar y la Shushinchu –. Le he instalado un dispositivo de reconocimiento. No sólo localiza la posición de la bolas de dragón respecto a la nave; además, nos proporcionará información sobre el planeta en el que se hallen… a ver, a ver… – presionó el botón de búsqueda –. La bola más cercana es la Ryanshinchu. Está en el punto 345-32-R3, el planeta Akanto.
Se fuerte, hazte grande pero no pierdas la inocencia de tu corazón...

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Arwen
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Re: Fanfic: Dragon Ball GT por Mutaito

Mensaje por Arwen »

Capítulo 9: Pequeño, pero pacífico.

Spoiler:
Como cada día a la misma hora, aquel ruido cacofónico obligó a Neke a esconder la cabeza bajo la almohada. Los cuatro compañeros llevaban ya varios días en el espacio, y aunque les resultaba difícil tener noción del tiempo, Bra, la autoerigida capitana de la Tako, se había empeñado en que tuviesen algo parecido a una rutina. Siempre los despertaba con lo que ella consideraba que era música, aunque para el pequeño namekiano no era más que una sucesión estridente de mazazos.

- Todos los días igual… – escuchó quejarse a Ub desde su cama –. ¡Apaga ya eso!

El sonido de algo al romperse interrumpió de pronto la canción. No obstante, Neke apenas tuvo una fracción de segundo para disfrutar del silencio.

- ¡Pero serás burra! – escucharon gritar a Bra desde el otro lado de la puerta – ¡Me has roto la radio!

- ¡Y da gracias de que haya sido lo único! ¡Ya te advertí lo que pasaría si volvías a encender ese cacharro!

- Otra mañana de paz y armonía – murmuró un resignado Ub después de soltar un bostezo –. Buenos días, Neke.

El muchacho se levantó con parsimonia y se arrastró hasta el baño a lavarse la cara.
La nave constaba de dos habitaciones, una para los chicos y otra para las chicas. Neke agradecía sobremanera que le hubiese tocado dormir con Ub. A pesar de que siempre se había portado bien con él, Pan le daba miedo. Era ruidosa y autoritaria, y cada vez que surgía una disputa con Bra (y surgían cada dos por tres) esperaba que él se pronunciase a su favor. Bra, por su parte, hacía como si no existiese.

Los cuatro desayunaron en la sala principal. Los namekianos no comían, de modo que Neke se limitaba a observar a sus tres compañeros de viaje metiéndose aquellas cosas en la boca mientras él bebía de su vaso de agua. Pan había insistido en que se metiese un trozo de una cosa amarillenta y blanda en la boca, pero al tragársela sintió náuseas y tuvo que terminar vomitando.

- Lo… lo siento – dijo mientras fregaba los restos de vómito del suelo –. Ya os dije que nosotros no comíamos.

- Los namekianos sois gente muy rara – observó Bra, dirigiéndose a él por primera vez desde que habían embarcado –. Mi madre me contó que nacéis de huevos, ¿verdad?

- Sí, el padre saca un huevo por la boca y el hijo nace – respondió, percatándose de que Bra le dirigía una mirada interrogativa a los faldones de su túnica –. ¿Los niños humanos nacen de otra manera?

Sus tres compañeros se miraron entre sí y Ub se puso rojo como un tomate. Entre los tres le contaron una historia de lo más confusa sobre flores y abejas, así que supuso que los humanos tenían que ser similares a las plantas en ese sentido.

Aún faltaban dos días para llegar a Akanto. Una vez fijado el rumbo, Bra había puesto el piloto automático y solía pasarse el día tirada en su cama, leyendo libros y jugueteando con sus máquinas. Conociendo la afición de Pan por las cámaras de gravedad de su casa, Bulma había instalado una pequeña sala de entrenamiento en el piso superior de la nave, donde la niña pasaba largos periodos de tiempo. Ub también había querido entrar, pero ella se había negado en redondo a entrenar con él, de modo que ambos habían tenido que acordar unos horarios para no coincidir.

Por su parte, Neke solía pasar el tiempo meditando. Aquel viaje llevaba semanas aterrorizándolo. Sabía que su señor padre lo hacía por su bien, pero él habría dado lo que fuese por quedarse en el palacio, disfrutando de la calma y de la paz que allí se respiraban. La gente de la Tierra siempre le había resultado de lo más extraña. En ocasiones miraba desde el borde del palacio y se dedicaba a estudiarlos; eran violentos, escandalosos y hacían cosas que él no llegaba a comprender. Mataban animales aun cuando podían alimentarse de plantas y dañaban el medio ambiente con unas cosas que empleaban para desplazarse, en lugar de aprender a volar. ¿La gente de otros planetas sería igual de extraña? La sola idea de tener que tratar con gente así le ponía nervioso ¿Y si decidían que él también era comestible? ¿Y si querían quedárselo como mascota? En la Tierra había visto a la gente tener mascotas.

Lo único a lo que se aferraba era la vaga esperanza de encontrar una bola de dragón en el planeta Namek, la patria de su especie. Sabía que el planeta original había explotado hacía ya muchos años, pero su padre le había contado que el nuevo hogar de su gente era igualmente precioso, lleno de viveros de árboles, con agua fluyendo por todas partes y repleto de gente pacífica y tranquila. Neke se moría de ganas por visitarlo y poder conocer por fin a su pueblo.

- Llevas todo el día ahí plantado – la voz de Pan interrumpió sus pensamientos. Llevaba un albornoz y una toalla en la cabeza. Estaba empapada –. ¿Qué hacías?

- Pensar… Estaba pensando en mi planeta. Quiero decir, en el planeta de mi padre – se corrigió al instante –. Mi planeta es la Tierra, como el tuyo.

Pan sonrió con condescendencia y se sentó a su lado.

- Te gustaría ir ¿verdad? Mi padre y mi abuelo estuvieron allí hace mucho, ¿lo sabías? Mi padre dice que los namekianos son un pueblo pacífico y bondadoso, pero también muy fuertes. Desde luego, Piccolo lo es.

- El señor Piccolo es un namekiano guerrero – respondió él, repitiendo las palabras que su padre había formulado tantas veces –. Son muy escasos en nuestro pueblo. La mayoría de la gente se dedica simplemente a la botánica y el cuidado del medio. Y luego están…

- Los magos. Como Dende y como tú.

- Los Sangre de Dragón – le corrigió. Para él, aquel término no significaba nada, pero su padre siempre lo había pronunciado con gran orgullo –. Los guardianes de las bolas de dragón.

Pan frunció los labios.

- No te ofendas, Neke. Pero en tu estado actual, dudo que puedas guardar nada – le espetó ella –. Todo el mundo dice que eres un mago muy poderoso, pero tienes que ser más duro. ¿Por qué no entrenas conmigo? Ese idiota se ha pedido la sala por las tardes, pero las mañanas es toda para mí. Me encantaría tenerte como compañero de entrenamiento.

La sola idea le ponía la piel de gallina. Conocía a Pan lo suficientemente bien para saber que, en realidad, le estaba pidiendo que luchara contra ella. Él, que nunca había matado a una mosca.

- Lo siento, pero yo… no me gusta pelear. Lo considero una pérdida de tiempo.

- ¿¡Qué dices!? – Pan lo miró como si acabara de decir que pensaba saltar fuera de la nave – ¿Qué pelear es una pérdida de tiempo? ¿Y qué haces si alguien quiere hacerte daño a ti o a los tuyos?

- Convencer a esa persona de que no está bien hacer eso – repuso él, encogiéndose de hombros.

- Pero… - la niña no salía de su asombro –. ¿Y si ese alguien no atiende a razones?

- Pues seguiría intentándolo. La gente debe entenderse mediante el diálogo y no mediante la violencia.

Pan intentó convencerlo de todas las maneras posibles, pero el pequeño se mantuvo firme en su respuesta. Finalmente, la joven saiyana dio la batalla por perdida y lo dejó sólo de nuevo. Eso era lo que le sacaba de quicio de los humanos. ¿Por qué ese empeño en solucionarlo todo a golpes? ¿Acaso no había otra vía? Su magia estaba hecha para ayudar a las personas, no para destruirlas.

Las horas transcurrieron excepcionalmente despacio pero, al final, el planeta Akanto apareció en el horizonte como una diminuta mota de polvo.

- Llegaremos en quince minutos – explicó Bra, que había vuelto a tomar los mandos de la nave –. He preparado trajes con depósitos de aire por si la atmósfera no fuese respirable. Recordad, llegamos, buscamos la bola de dragón y salimos de allí tan pronto como nos sea posible. No quiero problemas con los nativos ¿Entendido? – Se lo dijo a todos, pero estaba mirando a Pan –. Ahora, preparaos para el aterrizaje.

Neke corrió a su asiento y se abrochó el cinturón tan fuerte como pudo. No quería volver a estamparse contra una pared de la nave. En poco rato, el diminuto punto en el espacio creció hasta convertirse en una gran esfera de color grisáceo. De pronto, la nave comenzó a vibrar, señal inequívoca de que había entrado en la atmósfera. Bra mantenía los mandos agarrados con firmeza mientras la Tako atravesaba un manto de nubes, que pronto dio paso a un mundo completamente verde, lleno de selva y zonas pantanosas que hizo las delicias de todo el mundo. A pesar de su escepticismo inicial, el pequeño namekiano tuvo que reconocer que era un planeta muy bonito, muy similar a lo que él concebía cuando pensaba en Namek.

Bra no tardó en encontrar un pequeño islote apto para aterrizar. La Tako giró sobre sí misma con suavidad, extrayendo sus ocho patas y posándolas sobre la tierra con delicadeza.

- Hemos llegado – anunció la capitana.

Los chicos fueron a su habitación a cambiarse de ropa. Neke nunca había visto un traje semejante. Pesaba una barbaridad y llevaba una especie de recipiente de cristal cubriendo la cabeza. Le resultaba de lo más incómodo, pero Ub le dijo que tenían que ponérselo si no querían tener ningún problema.

Habiéndose equipado convenientemente, el cuarteto salió finalmente a la superficie del planeta. Akanto estaba cubierto en su totalidad por una capa gruesa de nubes. Hacía muchísimo calor, pero aun así resultaba agradable poder salir de la Tako tras tantos días allí encerrados.
Una vez fuera, Bra pulsó un botón del casco, y la nave se deshizo en una explosión de humo, dejando tras de sí una pequeña cápsula que la niña se guardó en un bolsillo de su traje. A continuación, escudriñó el radar.

- La Ryanshinchu está a unos cuatrocientos kilómetros al oeste – dijo señalando la dirección con el dedo –. He preparado vehículos con un sistema de camuflaje óptico.

La niña sacó una caja y extrajo cuatro cápsulas hoi-poi. Tras pulsarlas, las lanzó al suelo y tras explotar, revelaron cuatro motocicletas flotantes.

- No necesitamos esto – Pan miró las motos con desagrado – Podemos ir volando.
Bra puso los ojos en blanco.

- Típico de ti, entrar como un elefante en una cacharrería. ¿Y qué piensas hacer? ¿Pedirles la bola de dragón sin más? ¿Y si es un pueblo hostil? ¿Y si consideran que nosotros somos hostiles y nos atacan? Ya dije que no quería ningún problema con los nativos.

- No noto ninguna energía particularmente fuerte – terció Ub –. No creo que estemos en peligro.

Pan lo miró contrariada, pero antes de que pudiese decir nada, un tentáculo salió del agua a toda velocidad y agarró a Bra de una pierna, alzándola en el aire y comenzando a agitarla de un lado a otro. Neke apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando un segundo tentáculo se enrolló en torno a su cintura. Perdió el sentido de lo que era arriba y abajo cuando la bestia comenzó a zarandearlo. Gritaba y pataleaba, sin ser capaz de ver más que un borrones y grises hasta que de pronto, la presa en su cintura aflojo y se sintió caer, para aterrizar con suavidad en los brazos de Pan, que había logrado esquivar a la criatura y lo había liberado.

Ub había hecho lo propio con Bra. La niña había perdido su escafandra y se aferraba al pecho del muchacho como si no hubiese un mañana.

De pronto, la criatura emergió del agua, revelando su forma. Estaba cubierta de escamas y tenía una boca gigantesca en forma de pico, con un único ojo central que miraba con furia. Agitaba sus dos docenas de tentáculos en todas direcciones, intentando atraparlos, pero Pan y Ub lograban desembarazarse sin problemas de cada embate del monstruo hasta que, finalmente, ascendieron en el aire lo suficiente como para ponerse fuera de su alcance.

- ¡Por poco! – exclamó Ub – ¿Estáis todos bien?

Neke todavía estaba conmocionado y tardó unos pocos segundos en responder. El corazón le latía a toda velocidad y respiraba con dificultad. Miró de soslayo a aquella especie de calamar, que estiraba los brazos tratando de alcanzarlos y sintió un escalofrío. Había faltado muy poco.

- ¿Ves lo que te había dicho? – le espetó Pan - ¿Con ese también vas a intentar dialogar?

- Yo… Yo…

- ¿Puedes volar? – le preguntó. Neke asintió y Pan le liberó de su abrazo –. Tranquilo, voy a darle su merecido a esa bestia.

- ¡No! – acertó a decir el niño – ¡No lo mates!

- ¿Qué? – Pan no daba crédito.

- Es… es sólo un animal… no sabe lo que hace… Sólo quería comer y al final no ha pasado nada…
La niña miró hacia la criatura, que ya comenzaba a retirarse, y se desquitó dándole un puñetazo al aire.

- No te entiendo, de verdad.

Pan le dio la espalda y se acercó a Ub para comprobar que Bra estaba bien. La niña tenía la cara hundida en el pecho de Ub.

- Bra… ya pasó. Ya se ha ido – dijo Ub, tratando de tranquilizarla, pero la niña no movió ni un músculo –. Pobrecita… está traumatizada.

- ¡Qué va! – Pan tiró de ella y ésta reveló una cara de inmensa felicidad. Ub la soltó por la impresión –. Serás pervertida…

- ¡No digas tonterías! – Bra por fin reaccionó –. ¡Sólo estaba evitando respirar este aire! Podría haber sido venenoso, ¿sabes?

- Ya… ya…

- ¿Qué clase de monstruo era ese? – inquirió Ub –. No le hemos notado al acercarse.

- Tienes razón – Pan, quien todavía sujetaba a Bra por el brazo –. Habrá que tener cuidado con estos dos.

El grupo voló hasta la copa de un árbol gigantesco y aterrizaron sobre una rama lo bastante grande para sustentarlos a los cuatro sin problemas. Habiendo comprobado que la atmósfera era respirable, procedieron a quitarse los trajes. Para Neke fue todo un alivio poder sentir el viento en la cara de nuevo.
Se fuerte, hazte grande pero no pierdas la inocencia de tu corazón...

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